Rubén Fernández y José Mendi *
Se desarrolla este Congreso en un ambiente social de protesta y contestación ciudadana a las políticas del Partido Popular y también en una situación de retroceso institucional y de credibilidad de las izquierdas en nuestro país. Pero estas contradicciones llegan para lo bueno y lo malo a la propia IU. Una formación que ocupa un espacio imprescindible de transformación y representación en la izquierda y que, al mismo tiempo, no es capaz de ampliarlo a pesar de las facilidades que organizaciones como el PSOE le han cedido en sus etapas de gobierno y de oposición. ¿Por qué si somos tan buenos y necesarios no somos más ni llegamos a más? Esa es la pregunta a la que deberíamos responder y respondernos en este cónclave. En primer lugar debemos saber si el instrumento es el adecuado y, en segundo lugar, si el contenido es el idóneo para esa herramienta llamada Izquierda Unida. Hoy están en cuestión todos los mecanismos de participación. Podríamos afirmar que se duda más del sistema de representación que del sustrato ideológico que se sustenta en este sistema. Esa “indignación” de la ciudadanía con, o mejor dicho, contra la política tiene un caldo de cultivo favorable en la desilusión por las promesas deshechas (“no nos falles”…) y en la demagogia populista que de la mano de la derecha impregna los tejidos progresistas (críticas a los políticos, su dedicación, los sindicatos de clase etc.). Condiciones que en momentos convulsos de crisis social, económica y cultural tienden a favorecer salidas no democráticas que sólo benefician a la derecha. Una derecha que aprovecha esta situación para desviar la atención sobre la raíz del problema para así recortar los derechos y las conquistas sociales que con tanto esfuerzo nos ganamos en la calle y en las instituciones. Por eso una primera e imprescindible tarea de esta Asamblea es la reivindicación de la política. Pero también de la sociedad civil, de los sindicatos de clase, de las instituciones y, en definitiva, de la democracia. Los avances sociales de la izquierda se han hecho caminando juntos en la calle y en las instituciones. Hoy esa andadura común es más fácil gracias a la comunicación y, en particular, a la Red con su enorme potencial. Pero de la misma manera que internet no puede, afortunadamente, sustituir la empatía de un cruce de miradas personales en una conversación, tampoco la calle debe relevar el papel de las instituciones y la democracia representativa. Y no hablamos de un sistema electoral injusto, que lo es, ni de las graves carencias de un sistema de representación que requiere urgentemente de una nueva reinicialización del sistema y de las formaciones políticas. Hoy las estructuras partidarias ya no son útiles en su actual concepción cupular y distanciamiento ciudadano. El presente pasa por consultas primarias ciudadanas en las que los votantes y simpatizantes puedan intervenir y cohabitar con la democracia representativa de manera habitual y decisoria. Nuestra organización no ha sido ajena a episodios de cierta esquizofrenia en aras a salvaguardar un concepto que utilizan los partidos contra la política: las bases. ¿Las bases de los partidos son sus afiliados? ¿O lo son todas y cada una de las personas que les votan, a las que se deben con su contrato-programa y que además son quienes mantienen económicamente a los partidos gracias a la ley de financiación que tiene en cuenta los votos recibidos y no su número de afiliados? Esas son las bases a las que se puede y se debe consultar y que probablemente nunca hubieran tolerado que el PP gobernara en Extremadura con el consentimiento de IU. O que se entrara a formar parte o no de los gobiernos de Asturias o Andalucía. Pero las bases de IU han sido trinas y al final quien ha terminando trinando ha sido la propia política de IU. Los preludios de la Asamblea de IU no han sido ni son halagüeños. La dirección actual encabezada por Cayo Lara y controlada por el PCE prefiere un Congreso de autosatisfacción onanista porque somos más que ayer pero sin los del mañana. Saben y sabemos que las circunstancias del crecimiento de IU se deben al demérito de los demás y que, aun así, no hemos sido capaces de aprovechar la debacle del PSOE y el enorme espacio a la izquierda que sigue sin ser representado por nada ni por nadie. En estos años el crecimiento real de nuestro espacio se ha producido, fundamentalmente, cuando se ha aplicado la política de “frente común” que defendió desde la dirección Gaspar Llamazares. Catalunya con el acuerdo ya histórico desde su recomposición de ICV-EUiA y que además asume el espacio verde de Equo. En Aragón con una alianza con los nacionalistas de la CHA y en Galicia donde Alternativa, con el importante factor “Beiras” ha sido un buen ejemplo (inacabado) para seguir esa misma política. Por todo eso ni es justo ni es cierto decir que la mejora en el apoyo electoral de IU sea mérito de la actual dirección. Se le podría reconocer en todo caso que al menos en parte, y más en los mencionados territorios que en el conjunto del Estado, han aceptado la política y el discurso de Gaspar Llamazares y de Izquierda Abierta. Pero junto a eso, convive la tentación de un totalitarismo centralista para “limpiar” de la futura dirección cualquier atisbo positivo de ese mismo pasado. Sin hablar de esa propuesta que llega a la Asamblea para que las federaciones pierdan poder y la futura dirección sea central en un 70% quedando los territorios en una paupérrima representación del 30%. También hemos visto como en los debates previos de IU subyace un ataque sistemático a los sindicatos de clase que desde la dirección y el PCE soportan más que aceptan que hayan recobrado su protagonismo social encabezando con dos huelgas generales y multitud de movilizaciones la oposición a Rajoy. Y desde luego no parece lógica la política de exclusión hacia Izquierda Abierta y otros que ha proclamado el PCE y que avala Cayo Lara. No sabemos si, como los malos políticos, deben dispersar la jugada para no asumir responsabilidades. Veamos sólo tres de las más recientes. Primero, la escisión impulsada en Euskadi por la actual dirección que ha hecho perder la representación a IU. Segundo, el intento fallido por “controlar” Madrid de la mano del cesado-dimitido-abandonado, y repuesto de nuevo, secretario de Organización Miguel Reneses. Y tercero, el fracasado intento de “golpe” contra la equivocada pero democrática dirección de Extremadura. Todo un ejemplo de “amabilidad” en lo interno de la actual dirección. Eso sí de todo ello podemos echar la culpa a Gaspar Llamazares no sea que los “nuestros” sean conscientes de que el verdadero responsable de estas crisis está en Olimpo. En esa tesitura es lógico que se plantee una candidatura propia de Izquierda Abierta y su entorno en la Asamblea de este fin de semana. Una candidatura que podría recabar el apoyo no sólo de Izquierda Abierta sino de aquellos con quienes compartimos proyecto y política a lo largo y ancho del Estado. No es el caso de Extremadura ni de la CUT, desde luego. Pero en la mayoría de federaciones hay una simpatía por el proyecto político y la pluralidad que representa y debería encabezar Gaspar Llamazares. Si esa simpatía se transforma en avales y en votos, Izquierda Unida estará en mejores condiciones de hacer frente, un frente para avanzar en la izquierda. En resumen, el futuro de IU pasa por el reencuentro con la política, los sindicatos y la reformulación de una organización que debe dar respuestas a los ciudadanos y no sólo, aunque también, acompañarlos en sus movilizaciones. Un futuro en el que la política de acuerdos se concrete fuera y dentro de IU. Dentro, impulsando una organización más amable que la que ya ha comenzado a diseñarse en esta Asamblea con un portazo a las diferencias. Y fuera, consolidando también la política de acuerdos como eje central de la reconstrucción de la izquierda española y europea. Para ello será necesario hacerlo con IU, si IU quiere, pero también con muchos que hoy forman parte de la izquierda plural y ecologista para alumbrar juntos una nueva propuesta política con nuevas formas de organización, participación y decisión que se impongan a las viejas siglas y a las viejas formas de partido que ya ha liquidado la sociedad. El éxito de la izquierda no depende de IU, pero si quiere puede ser corresponsable del éxito común que hoy pasa por derrotar a la derecha política y económica que nos asola a golpe de mercado. Para ello es imprescindible la articulación de frentes amplios con todas las izquierdas que quieran construir una alternativa de progreso, sin exclusiones ni imposiciones. Una alternativa para gestionar y gobernar España y sus territorios en todos los ámbitos y una alternativa para estar presente en Europa y derrotar a la derecha en la calle y en las instituciones. Una alternativa para ir siempre de frente.
* Rubén Fernández y José Mendi pertenecen al Consejo Político Federal de IU y son miembros de Izquierda Abierta
Se desarrolla este Congreso en un ambiente social de protesta y contestación ciudadana a las políticas del Partido Popular y también en una situación de retroceso institucional y de credibilidad de las izquierdas en nuestro país. Pero estas contradicciones llegan para lo bueno y lo malo a la propia IU. Una formación que ocupa un espacio imprescindible de transformación y representación en la izquierda y que, al mismo tiempo, no es capaz de ampliarlo a pesar de las facilidades que organizaciones como el PSOE le han cedido en sus etapas de gobierno y de oposición. ¿Por qué si somos tan buenos y necesarios no somos más ni llegamos a más? Esa es la pregunta a la que deberíamos responder y respondernos en este cónclave. En primer lugar debemos saber si el instrumento es el adecuado y, en segundo lugar, si el contenido es el idóneo para esa herramienta llamada Izquierda Unida. Hoy están en cuestión todos los mecanismos de participación. Podríamos afirmar que se duda más del sistema de representación que del sustrato ideológico que se sustenta en este sistema. Esa “indignación” de la ciudadanía con, o mejor dicho, contra la política tiene un caldo de cultivo favorable en la desilusión por las promesas deshechas (“no nos falles”…) y en la demagogia populista que de la mano de la derecha impregna los tejidos progresistas (críticas a los políticos, su dedicación, los sindicatos de clase etc.). Condiciones que en momentos convulsos de crisis social, económica y cultural tienden a favorecer salidas no democráticas que sólo benefician a la derecha. Una derecha que aprovecha esta situación para desviar la atención sobre la raíz del problema para así recortar los derechos y las conquistas sociales que con tanto esfuerzo nos ganamos en la calle y en las instituciones. Por eso una primera e imprescindible tarea de esta Asamblea es la reivindicación de la política. Pero también de la sociedad civil, de los sindicatos de clase, de las instituciones y, en definitiva, de la democracia. Los avances sociales de la izquierda se han hecho caminando juntos en la calle y en las instituciones. Hoy esa andadura común es más fácil gracias a la comunicación y, en particular, a la Red con su enorme potencial. Pero de la misma manera que internet no puede, afortunadamente, sustituir la empatía de un cruce de miradas personales en una conversación, tampoco la calle debe relevar el papel de las instituciones y la democracia representativa. Y no hablamos de un sistema electoral injusto, que lo es, ni de las graves carencias de un sistema de representación que requiere urgentemente de una nueva reinicialización del sistema y de las formaciones políticas. Hoy las estructuras partidarias ya no son útiles en su actual concepción cupular y distanciamiento ciudadano. El presente pasa por consultas primarias ciudadanas en las que los votantes y simpatizantes puedan intervenir y cohabitar con la democracia representativa de manera habitual y decisoria. Nuestra organización no ha sido ajena a episodios de cierta esquizofrenia en aras a salvaguardar un concepto que utilizan los partidos contra la política: las bases. ¿Las bases de los partidos son sus afiliados? ¿O lo son todas y cada una de las personas que les votan, a las que se deben con su contrato-programa y que además son quienes mantienen económicamente a los partidos gracias a la ley de financiación que tiene en cuenta los votos recibidos y no su número de afiliados? Esas son las bases a las que se puede y se debe consultar y que probablemente nunca hubieran tolerado que el PP gobernara en Extremadura con el consentimiento de IU. O que se entrara a formar parte o no de los gobiernos de Asturias o Andalucía. Pero las bases de IU han sido trinas y al final quien ha terminando trinando ha sido la propia política de IU. Los preludios de la Asamblea de IU no han sido ni son halagüeños. La dirección actual encabezada por Cayo Lara y controlada por el PCE prefiere un Congreso de autosatisfacción onanista porque somos más que ayer pero sin los del mañana. Saben y sabemos que las circunstancias del crecimiento de IU se deben al demérito de los demás y que, aun así, no hemos sido capaces de aprovechar la debacle del PSOE y el enorme espacio a la izquierda que sigue sin ser representado por nada ni por nadie. En estos años el crecimiento real de nuestro espacio se ha producido, fundamentalmente, cuando se ha aplicado la política de “frente común” que defendió desde la dirección Gaspar Llamazares. Catalunya con el acuerdo ya histórico desde su recomposición de ICV-EUiA y que además asume el espacio verde de Equo. En Aragón con una alianza con los nacionalistas de la CHA y en Galicia donde Alternativa, con el importante factor “Beiras” ha sido un buen ejemplo (inacabado) para seguir esa misma política. Por todo eso ni es justo ni es cierto decir que la mejora en el apoyo electoral de IU sea mérito de la actual dirección. Se le podría reconocer en todo caso que al menos en parte, y más en los mencionados territorios que en el conjunto del Estado, han aceptado la política y el discurso de Gaspar Llamazares y de Izquierda Abierta. Pero junto a eso, convive la tentación de un totalitarismo centralista para “limpiar” de la futura dirección cualquier atisbo positivo de ese mismo pasado. Sin hablar de esa propuesta que llega a la Asamblea para que las federaciones pierdan poder y la futura dirección sea central en un 70% quedando los territorios en una paupérrima representación del 30%. También hemos visto como en los debates previos de IU subyace un ataque sistemático a los sindicatos de clase que desde la dirección y el PCE soportan más que aceptan que hayan recobrado su protagonismo social encabezando con dos huelgas generales y multitud de movilizaciones la oposición a Rajoy. Y desde luego no parece lógica la política de exclusión hacia Izquierda Abierta y otros que ha proclamado el PCE y que avala Cayo Lara. No sabemos si, como los malos políticos, deben dispersar la jugada para no asumir responsabilidades. Veamos sólo tres de las más recientes. Primero, la escisión impulsada en Euskadi por la actual dirección que ha hecho perder la representación a IU. Segundo, el intento fallido por “controlar” Madrid de la mano del cesado-dimitido-abandonado, y repuesto de nuevo, secretario de Organización Miguel Reneses. Y tercero, el fracasado intento de “golpe” contra la equivocada pero democrática dirección de Extremadura. Todo un ejemplo de “amabilidad” en lo interno de la actual dirección. Eso sí de todo ello podemos echar la culpa a Gaspar Llamazares no sea que los “nuestros” sean conscientes de que el verdadero responsable de estas crisis está en Olimpo. En esa tesitura es lógico que se plantee una candidatura propia de Izquierda Abierta y su entorno en la Asamblea de este fin de semana. Una candidatura que podría recabar el apoyo no sólo de Izquierda Abierta sino de aquellos con quienes compartimos proyecto y política a lo largo y ancho del Estado. No es el caso de Extremadura ni de la CUT, desde luego. Pero en la mayoría de federaciones hay una simpatía por el proyecto político y la pluralidad que representa y debería encabezar Gaspar Llamazares. Si esa simpatía se transforma en avales y en votos, Izquierda Unida estará en mejores condiciones de hacer frente, un frente para avanzar en la izquierda. En resumen, el futuro de IU pasa por el reencuentro con la política, los sindicatos y la reformulación de una organización que debe dar respuestas a los ciudadanos y no sólo, aunque también, acompañarlos en sus movilizaciones. Un futuro en el que la política de acuerdos se concrete fuera y dentro de IU. Dentro, impulsando una organización más amable que la que ya ha comenzado a diseñarse en esta Asamblea con un portazo a las diferencias. Y fuera, consolidando también la política de acuerdos como eje central de la reconstrucción de la izquierda española y europea. Para ello será necesario hacerlo con IU, si IU quiere, pero también con muchos que hoy forman parte de la izquierda plural y ecologista para alumbrar juntos una nueva propuesta política con nuevas formas de organización, participación y decisión que se impongan a las viejas siglas y a las viejas formas de partido que ya ha liquidado la sociedad. El éxito de la izquierda no depende de IU, pero si quiere puede ser corresponsable del éxito común que hoy pasa por derrotar a la derecha política y económica que nos asola a golpe de mercado. Para ello es imprescindible la articulación de frentes amplios con todas las izquierdas que quieran construir una alternativa de progreso, sin exclusiones ni imposiciones. Una alternativa para gestionar y gobernar España y sus territorios en todos los ámbitos y una alternativa para estar presente en Europa y derrotar a la derecha en la calle y en las instituciones. Una alternativa para ir siempre de frente.
* Rubén Fernández y José Mendi pertenecen al Consejo Político Federal de IU y son miembros de Izquierda Abierta
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