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A VEINTE AÑOS DE LA CAIDA DEL MURO, ENTRE LA FIESTA Y EL DESENCANTO



El Economista
1989: el año de la Revolución Pacífica, abriría una nueva etapa de la humanidad con el fin del bloque comunista.
La poca competencia derivó en quiebras; miles, sin empleo
1989: el año de la Revolución Pacífica, abriría una nueva etapa de la humanidad con el fin del bloque comunista.
En la URSS, la Perestroika de Mijail Gorbachov entraba en su segundo año, en la cual el Mandatario soviético daría además carta a abierta a sus aliados europeos para decidir su futuro político.
La caída del Muro sellaría con broche de oro el final de la Guerra Fría.
“Recuerdo de esa noche y los siguientes días, cómo las calles de Berlín Occidental eran atestadas de Trabbis -los emblemáticos autos del régimen comunista de Alemania del Este-, y a miles de personas en las tiendas comprando jeans y plátanos; siendo felices”, recuerda Elfriede Fehr, quien nació de hecho en la socialista República Democrática Alemana (RDA).
Sus padres huyeron un año después a Alemania occidental; no exentos de sacrificios. Fehr creció en Bonn y luego se mudaría a Berlín Occidental.
Casi 50 años después, ella misma llegaría a los pies del Muro con sus dos pequeños hijos Ulrike e Ingo, y lo golpearían festivamente con pequeños martillos. Sus padres y sus abuelos, sin embargo, murieron sin poder regresar nunca a su natal Sünna, en la ahora exRDA.
La dura realidad
Al paso de 20 años, el júbilo fue bajando de tono y para muchos llegó incluso el desencanto. El alto costo de la reunificación alemana -el 3 de octubre de 1990-, aunque previsto en cierto modo debido a la precariedad de la economía de la RDA (que había sido financiada hasta entonces por la Unión Soviética), comenzó a hacerse evidente.
Hasta hoy en día, los alemanes siguen pagando dicho costo.
“No sufrimos de hambre en el Este; para nada. Pero ahora en lugar de dos tipos de pan, había 100 tipos”, cuenta Thomas Czaska, quien en 1989 tenía 25 años y era profesor de Matemáticas en Berlín Oriental.
Sin embargo, narra que luego de la reunificación, en la ex RDA “la industria sufrió mucho; cayó casi a cero”. Muchos, como sus propios padres, “se fueron a la calle”.
Herbert Mertin, líder de la bancada del Partido Liberal Alemán en el estado federado de Renania-Palatinado, explica que en el proceso de reunificación, y aún hoy, se han transferido millonarias cantidades de dinero al Este para seguridad social, mejoramiento de infraestructura, agricultura e industria.
Sin embargo, expone que durante los años posteriores a 1990 y ante la falta de competitividad de las empresas orientales, muchas quebraron y la gente quedó desempleada.
Admite que en múltiples de esos casos la ayuda estatal no llegó rápido. En consecuencia los jóvenes o aquellos trabajadores bien capacitados, emigraron, y aún continúan haciéndolo, a otras zonas de Alemania en busca de nuevas y mejores oportunidades.
Esta situación fue muy marcada sobre todo en las áreas rurales y la problemática se sigue arrastrando en diversas zonas de los estados federados excomunistas, que no han alcanzado un nivel de desarrollo comparado siquiera con el de los estados más pobres del antiguo Oeste.
Mertin se refiere a cosas que en efecto “no resultaron”, pero que “no pueden considerarse errores”, porque reunificar dos estados con dos sistemas distintos era una tarea tremenda.
El motor de Europa
Pero es en otras áreas de la ex RDA donde estos recursos sí han tenido resultados positivos, principalmente en las zonas urbanas.
De modo que lo que vemos hoy es una evolución económica dispareja, y mientras que pueblos como Schwerin o Rostock se encuentran deprimidos, ciudades como Leipzig, Dresden o la misma Berlín han recuperado no sólo su esplendor sino que forman parte del motor económico alemán.
Dresden, por ejemplo, se convirtió en el Sillicon Valley de Alemania y es líder europeo en la producción e investigación de la microelectrónica.
Sectores como el de tecnologías medioambientales, ópticas, de información y comunicación, nanotecnología e investigación médica, han encontrado en algunas ciudades de la antigua RDA, un impulso exponencial.
En cifras duras, el crecimiento anual de 2.2% del PIB del Este muestra dicho dinamismo.
La reunificación convirtió a Alemania en la potencia que había sido hasta la Segunda Guerra Mundial, indica Lorena Ruano, académica del CIDE a El Economista. Y no sólo creció su peso económico -es la primera economía europea-, sino también su peso político.
Para Stephan Sberro, internacionalista del ITAM, luego de la reunificación, Alemania se comprometería a no tomar una posición independiente de Europa, y ello fue la semilla del Tratado de Maastritch, por el cual se creó en 1992 la Unión Europea.
Derribando el “muro psicológico”
Para la mayoría de los alemanes y para el gobierno, la reunificación es ya un hecho, exitoso incluso. No obstante, otros más no lo pueden considerar un proceso terminado hasta que los antiguos estados comunistas logren siquiera el nivel de desarrollo de aquellos estados federados occidentales más pobres.
Este reto económico es admitido por el gobierno, que también acepta que no sólo por estas disparidades regionales, sino por aspectos culturales y políticos, existe aún un “muro psicológico”.
Dicha barrera los divide entre personas de primera categoría o wessis (del Oeste), y los de segunda, llamados ossis (del Este).
Así se han identificado ellos mismos en los años posteriores a la reunificación.
“Sufrimos mucho con las diferencias en la manera de pensar; por el hecho de que los alemanes de la zona occidental nos veían inferiores (a las personas provenientes de la Alemania comunista)”, menciona Czaska.
Los wessis se quejan del alto monto de recursos que han sido transferidos a la ex RDA y del Impuesto de Solidaridad que sale de sus bolsillos para ayudar a los ossis, que son vistos como poco productivos y hasta poco preparados.
Por su parte, los habitantes del Este miran a sus contrapartes como materialistas, y ante la discriminación se sienten extraños en su propio país.
Un estudio reciente de la organización Solidaridad del Pueblo, muestra que apenas 25% de la población de la ex RDA se siente completamente ciudadana de la Alemania reunificada.
Además, 10% declaró incluso que deseaba volver a la era comunista.
En ese panorama de insatisfacción es comprensible el florecimiento de la Ostalgie, una moda, un movimiento “contradictoriamente” de consumo, que ha revivido marcas y artículos simbólicos de la vieja Alemania socialista.
El precio por la paz
“Sabemos que aún vamos a tener que pagar por muchos años. Pero fue algo formidable desaparecer esa frontera sin ninguna guerra, sin una sola bala”, expresa Herbert Mertin.
Ésas son discusiones que para la profesora Elfriede Fehr hoy se dejarán de lado. Ella y su familia celebran esta noche una cena con sus parientes para conmemorar su reencuentro de hace dos décadas.
“Celebramos así el 9 de noviembre de 1999 y lo haremos de nuevo, y así cada 10 años de de los años por venir en nuestras vidas”, afirmó.
Los números de la unión
La Alemania comunista antes de 1989
33%, nivel del PIB per cápita comparado con el de Alemania Occidental
25%, la productividad comparada con la de Occidente
El Este se aproxima al Oeste
71%, nivel del PIB per cápita del Este en comparación con el Oeste
11.8%, desempleo del Este, el más bajo desde 1991 6%, desempleo del Oeste
Reconstrucción de la ex RDA
120,000 millones de dólares, transferencias del Oeste al Este hasta 1999
235,000 millones de dólares, transferencia 2005-2019
5.5%, Impuesto de Solidaridad con el que se grava desde 1991 el ingreso de cada ciudadano para la reconstrucción
68,000 millones de dólares, recaudación del Impuesto de Solidaridad (2006-2008)

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