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LA CAIDA DE LA URSS FUE UNA TRAGEDIA




Nikolái Rizhkov, presidente del Consejo de Ministros de la URSS entre 1985 y 1990, critica, en una entrevista con ABC, la política de Gorbachov durante la caída del Muro de Berlín y su papel en el derrumbe de la Unión Soviética.


RAFAEL MAÑUECO MOSCÚ
«Sabíamos que Alemania se reunificaría tarde o temprano. El proceso era inevitable, pero había que haber conseguido otras condiciones. Mijaíl Gorbachov -entonces presidente de la URSS- lo negoció mal», considera Nikolái Rizhkov, presidente del Consejo de Ministros soviético entre 1985 y diciembre de 1990 y miembro del Politburó del Partido Comunista (PCUS), máximo órgano de dirección.
Según sus declaraciones a ABC, Gorbachov debió conseguir más dinero para que las tropas soviéticas retiradas de la República Democrática Alemana (RDA) hubieran tenido «un cobijo digno al regresar a Rusia, no tiendas de campaña a campo abierto como les asignaron». Rizhkov recrimina también a su antiguo jefe el que «no obtuviera el compromiso de que la nueva Alemania unificada quedase fuera de la OTAN».
Rizhkov acompañó a Gorbachov durante toda la «perestroika» (reformas), pero éste le sustituyó por Valentín Pávlov nada más comenzar 1991. Tan sólo ocho meses después, Pávlov traicionó al jefe del Kremlin uniéndose al GKChP, la junta golpista que intentó hacerse con el poder para tratar de parar la desintegración de la URSS. El resultado fue el contrario, la aceleración de aquel proceso de disgregación.
Rizhkov, senador en la actualidad e integrado plenamente en la órbita del régimen de Vladímir Putin, al igual que éste, está convencido de que la desaparición de la Unión Soviética constituyó «una tragedia». Piensa que «los elementos de democracia que introdujo la perestroika y la libertad de palabra de la glasnost terminaron destruyendo desde dentro el sistema comunista».
«La caída del Muro fue un paso más, aunque significativo, en la evolución de los acontecimientos que condujeron, dos años más tarde, al final del estado soviético», señala Rizhkov. A su juicio, «los regímenes del llamado campo socialista empezaron a desmoronarse ya antes, Polonia fue el ejemplo más claro».
«Sin perestroika en la URSS, en Berlín no hubiera caído el Muro», dijo ayer Gorbachov en Moscú, corroborando en parte lo manifestado por Rizhkov, en la apertura de una conferencia dedicada a analizar las consecuencias de los levantamientos que derribaron los gobiernos comunistas en la Europa del Este durante 1989. «Sin 1985 -año en el que Gorbachov llegó al poder- no hubiésemos tenido 1989», recalcó el último líder de la URSS, dejando claro que un dirigente soviético con otro talante hubiera actuado de otra manera.
Recordando aquellos acontecimientos, Gorbachov subrayó el hecho de que todo discurriera «sin derramamiento de sangre». «A cada lado de la línea fronteriza que separaba las dos Alemanias había más de dos millones de efectivos armados hasta los dientes y más». El ex presidente de la URSS cree que, si las tropas soviéticas hubieran intervenido para tratar de contener a los manifestantes que se abalanzaron sobre la pared de hormigón, como ya hizo el Ejército Rojo en Hungría y Checoslovaquia, «podía haber estallado una tercera guerra mundial».
A la pregunta de este corresponsal sobre el punto de vista de Rizhkov a propósito de la necesidad de que Alemania se hubiera mantenido fuera de la OTAN. Gorbachov respondió: «En Washington me preguntaron si en la URSS seguíamos teniendo miedo de Alemania y yo respondí que no y tampoco de EE.UU. Así que, tratándose de estados soberanos, cada uno decide por sí mismo si estar o no en la OTAN o en cualquier otro sitio».
Rizhkov, sin embargo, está seguro de que «si Alemania no hubiera sido miembro de la Alianza, la ampliación del bloque hacia las fronteras rusas no hubiera alcanzado la actual envergadura y puede que la cuestión sobre el posible ingreso de Ucrania y Georgia no hubiese estado ahora sobre la mesa».
El ex primer ministro soviético estima que el ocaso de Gorbachov comenzó precisamente en 1989. Pero éste dice no arrepentirse de nada. «Mi política fue honesta, abierta, dirigida a desarrollar la democracia y en contra del uso injustificado de la fuerza», afirma el último líder de la Unión Soviética.
A la reunión convocada ayer en la Fundación Gorbachov acudieron dirigentes de la organización de derechos humanos «Memorial», la jefa del Grupo de Helsinki, Liudmila Alexéyeva, el carismático periodista polaco Adam Michnik, especialistas del Centro Carnegie, como María Lipman, y muchos otros politólogos aperturistas.

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