MALDITA RDA, TE ECHAMOS DE MENOS

Miles de personas se han alojado ya en el Ostel Hostel de Berlín, un hotel en el que todo recuerda a la RDA. Los muebles han sido elegidos minuciosamente para lograr el estilo de una habitación propia del Berlín de antes de 1989. El estampado del papel de pared, las lámparas, los transistores... Un sorprendente viaje al pasado en el que se puede pedalear en «auténticas bicis de la RDA por 10 euros al día» y en el que la copa de bienvenida se brinda con Rotkäppchen, el vino con burbujas que competía, sin mucho éxito, con el champán. Pero, ¿se trata de un mero reclamo turístico o realmente hay gente que disfruta reviviendo el régimen comunista? Las tiendas con productos del este han aparecido en las calles de Berlín. Los alemanes del oeste se compran sobrias tazas Mitropa, los turistas envían postales en las que se puede leer «Spree» (la marca de detergente de la RDA) y los jóvenes berlineses se visten con camisetas de la FDJ, La Juventud Libre Alemana. El fenómeno «Ostalgie», una palabra compuesta por este (ost) y nostalgia (nostalgie), está cada vez más de moda. El mejor ejemplo de la «Ostalgie» es Intershop. De ser la única tienda en Berlín en la que se podían comprar productos de la zona occidental antes de la caída del muro, ha pasado a ser visitada por cientos de personas que buscan la sobriedad y utilitarismo del otro lado del telón. «Hasta tenemos un museo que muestra la vida tal y como era, con verdaderos productos de los 60», reconoce el Dr. Jochen Staadt, profesor de la Frei Universitat de Berlín, especializado en las relaciones entre este y oeste desde 1945. «Por una parte, creo que hay gente que tiene interés y curiosidad por saber cómo era la vida antes del 89, lo que se sentía dentro del muro. Pero también hay otros que vivieron durante el régimen que se lo pasan fenomenal viendo estas "antigüedades", pues ellos tenían esa camiseta, o ese papel de pared... Pienso que es algo natural, ya que fue parte de su día a día durante muchos años y cuando lo ven otra vez, ahora que se vive bajo condiciones completamente distintas con todo el diseño y la modernización, siemplemente lo encuentras divertido». Tal vez todo fue demasiado rápido. En cuestión de meses fue borrado de la memoria todo lo que significó la RDA. Con ello, desapareció, o así lo creyeron, la identidad misma de los «ozzis». Esta nostalgia se puede ver como «una reacción tardía» a la desaparición de la RDA pues como describe el escritor germano Thomas Brussig, «no tuvimos la oportunidad de llorar lo que pasó». «La generación Trabant» El gran icono de la «Ostalgie» es el Trabant. El coche fue la modesta respuesta comunista a la motorización sin par de occidente. Con su motor de dos tiempos y su curiosa carrocería de cartón plastificado, para Raymond G. Stokes, el autor de «Plásticos en la nueva sociedad: la RDA en los 50 y 60», el «trabi» se convirtió en un signo de la «competencia, confianza, orgullo y progresismo» del país. Después pasó a ser el símbolo de la debilidad y el fracaso económico de la RDA y del socialismo en general. Y hoy es todo un objeto de culto que logra reunir a 35.000 personas cada junio en el «Trabant Festival», protagoniza las portadas de álbumes de grupos como U2 o logra vender miles de botes –por 3,5 euros– de «esencia de Trabant». Sin embargo, no son sólo artículos lo que los alemanes echan de menos. «Hay algunas personas que sienten que perdieron algo», explica el profesor Staadt. «Son productos, sí, pero sobre todo es que antes de que el muro cayera todo estaba establecido. La gente estaba guiada, el partido o el estado te decía lo que tenías que hacer, dónde tenías que ir y planeaba por ti, por ejemplo, tu trabajo o si ibas o no a la universidad». El miedo que existe ahora es que un fenómeno que sólo era cultural pase a ser político. En las últimas elecciones, en algunas regiones más pobres, el partido comunista logró entre un 25 y un 30 por ciento de los votos. En plena crisis económica, son muchos los nostálgicos del pleno empleo o los que ven que el fin del capitalismo ha llegado. Josefina Bajer lleva seis años estudiando este fenómeno en los países que estuvieron bajo regímenes totalitarios. Desde hace dos se dedica profesionalmente a ello gracias a «N\ostalgia», donde artistas, politólogos y científicos analizan este «revival». Para ella «la nostalgia está siempre conectada con las cosas malas del presente. Recuerdan de una manera utópica, como si cualquier tiempo pasado fuera mejor». Bajer ha llegado a la conclusión de que, principalmente, lo que los alemanes echan de menos es «la solidaridad, la estabilidad, la sociabilidad, el respeto y la inclusión social». De hecho, la investigadora asegura que no hay nada malo en que los germanos expliquen a sus hijos que aquella época no fue tan horrible. «El problema reside en los que sólo miran atrás». Mientras el sentimiento crece, también aumentan los críticos a este movimiento. Quien perdió a algún familiar que intentó saltar el muro, estuvo en una cárcel o fue interrogado por la Stasi no soporta que haya turistas que quieran dormir en «la Stasi suite» del Ostel Hostel. «Las víctimas del régimen se sienten muy ofendidas al ver la ligereza con la que vuelven estos símbolos», explica Staadt. «Aun así, pienso que no hay que tomárselos muy en serio. De hecho, muchos de los nostálgicos sólo tienen entre 20 y 30 años». DE «GODDBYE LENIN!» A «LA VIDA DE LOS OTROS» La nostalgia también se ha reflejado en el cine alemán. En los últimos años, películas como «Sonnenalle», «La vida de los otros» o «Goodbye, Lenin!» reflejan las diferencias entre el oeste y el este en Alemania. Sin embargo, quizá sea este último filme el que mejor ayude a entender dicho sentimiento. En sólo ocho meses –el tiempo que pasa la madre del protagonista en el hospital– cae el muro y con él desaparecen todos los productos a los que ella estaba acostumbrada en el este.

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