Arturo Pérez Reverte, como casi cada domingo, ha utilizado Twitter para
comentar la actualidad de la semana. El autor de El capitán Alatriste ha
volcado su desacuerdo con las medidas del Ejecutivo y ha vuelto a ser
alabado por los usuarios de esa red social.
"La Cultura, la Educación, la Sanidad, las clases altas, medias y bajas,
expoliadas. Y el disparate administrativo-político-autonómico, ni tocarlo.
A ver si lo he entendido, señor presidente... Hasta por morirme debo pagar
un 21 %... A ver si lo entiendo. Insisto.
Alemania tiene 80 millones de fulanos y 150.000 políticos. España, 47
millones y 445.000 políticos. Sin contar asesores, cómplices y colegas. O en
Alemania faltan políticos, o aquí sobran. Si en Alemania faltan, apenas
tengo nada que decir. Si en España sobran, tengo algunas preguntas. Señor
presidente.
¿Para qué sirven 390 senadores (con la brillantez media y la eficacia
política media de un Iñaki Anasagasti, por ejemplo)? Subpregunta: si un
concejal de Villacantos del Botijo, por ejemplo, necesita contratar a 15
asesores... ¿Para qué puñetas sirve ese concejal, aparte de para dar de
comer a numerosos compadres y parientes?
¿Para qué sirven 1.206 parlamentarios autonómicos y 1.031 diputados
provinciales? ¿Sabe usted lo que cobra toda esa gente? ¿Y lo que come? Ese
tinglado regional, repartido en diecisiete chiringuitos distintos,
duplicados, nos cuesta al año 90.000 millones de euros. Con ahorrar sólo la
mitad... Eche usted cuentas, señor presidente. Que yo soy de Letras.
En vista de eso, ¿cómo es posible que el Gobierno de este putiferio de
sangüijuelas y sangüijuelos se la endiñe a las familias y no a ellos? Que en
vez de sangrar a esa chusma, se le endiñe a la Dependencia, a la Sanidad, a
la Educación, a la Cultura, al pequeño comercio? ¿A la gente que de verdad
lucha y trabaja, en vez de a esa casta golfa, desvergonzada y
manifiestamente incompetente?
A ese negocio autonómico absurdo e insostenible, del que tanta gentuza lleva
viviendo holgadamente desde hace más de treinta años. 17 parlamentos, 17
defensores del pueblo, embajadas propias, empresas, instituciones. Negocios
casi privados (o sin casi) con dinero público. El único consuelo es que a
esa pandilla depredadora la hemos ido votando nosotros. No somos inocentes.
Son proyección y criaturas nuestras.
Treinta años engordándolos con nuestra imbecilidad y abulia política. Cuando
no con complicidad ciudadana directa: Valencia, Andalucía... Con unos
tribunales de Justicia cuando no politizados o venales, a menudo lentos y
abúlicos. El golfo, impune. Y el ciudadano, indefenso. Esos políticos de
todo signo (hasta sindicalistas, rediós) puestos en cajas de ahorros para
favorecer a partidos y amiguetes. Impunes, todos.
Me creeré a un presidente de Gobierno, sea del color que sea, cuando
confiese públicamente que este Estado-disparate es insostenible. Cuando
alguien diga, señor presidente, mirándonos a los ojos, "voy a luchar por un
gran pacto de Estado con la oposición"; "me voy a cargar esta barbaridad,
racionalizándola, reduciéndola, controlándola, adecuándola a lo real y
necesario"; "voy a desmontarles el negocio a todos los que pueda. Y a los
que no pueda, a limitárselo al máximo. A lo imprescindible"; "aquí hay dos
autonomías históricas que tendrán algo más de cuartelillo, dentro de un
orden. Y el resto, a mamarla a Parla".
"Y el que quiera entrar en política para servir al pueblo, que se lo pague
de su bolsillo".
Pero dudo que haga eso, señor presidente. Es tan prisionero de su propia
chusma político-autonómica como el PSOE lo es de la suya. Ese toque de
jacobinismo es ya imposible. Tiene gracia. No paran de hablar de soberanía
respecto a Europa quienes son incapaces de ejercerla en su propio país.
Sobre sus políticos. Dicho en corto, señor presidente: no hay cojones.
Seguirán pagándolo los mismos, cada vez más, y seguirán disfrutándolo los de
siempre. El negocio autonómico beneficia a demasiada gente.
Usted, señor presidente, como la oposición si gobernara, como cualquiera que
lo haga en España, seguirá yendo a lo fácil. A cargar a una población
triturada, con cinco millones de parados, lo que no se atreven a cargar
sobre sus desvergonzados socios y compadres. Seguirá haciéndonos aun más
pobres, menos sanos, menos educados. Hasta el ocio para olvidarlo y la
cultura para soportarlo serán imposibles.
Así que cuando lo pienso, a veces se me va la olla y me veo deseando una
intervención exterior. Que le vayan a frau Merkel con derechos históricos,
defensores del pueblo, inmersiones lingüísticas, embajadas y golferías
autonómicas. De tanto reírse, le dará un ataque de hipo. De hippen, o como
se diga allí.
Lo escribía el poeta Cavafis en Esperando a los bárbaros. Quizá los bárbaros
traigan una solución, después de todo. Para esto, que nos invadan los
bárbaros de una puta vez. Que todo se vaya al carajo y el Sentido Común
reconozca a los suyos. Si quedan.
Recristo. Qué a gusto me he quedado esta tarde, señor presidente. Lola acaba
de abrir el bar. Esta noche me emborracho. Como Gardel en el tango. Fiera
venganza la del tiempo. Parece un título de Lope de Vega. Un tango adecuado
para este pasaje".
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