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Tiempo de #comunistas

Angulo de refracción
mundo obreroTenemos por delante la lectura de una novela de misterio: el caso de por qué los explotados siguen otorgando su apoyo a los explotadores y a sus cómplices y capataces.
CONSTANTINO BÉRTOLO  02/02/2016

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Hoy es preciso un alto en la derrota. Javier Egea, Troppo mare.

Las elecciones generales: pues ni sí ni no sino todo lo contrario. El sí: parece evidente que el éxito de las candidaturas donde los y las comunistas se han incorporado a organizaciones de confluencia real, las Mareas, En Comú Podem, confirma que la estrategia general que asumió IU tenía buenos fundamentos. Que a pesar de los esperables ninguneos e insolidaridades puede leerse como valor positivo haber conseguido forjar alrededor de la figura de Alberto Garzón un terreno de respeto y visibilidad que le proporciona un capital mediático destacable de cara al futuro. Que hay cerca de un millón de votantes que aun en condiciones nada favorables para nuestra propuesta siguen confiando en nosotros y nosotras, los comunistas. El no: la experiencia de Unidad Popular-IU como plataforma electoral a pesar de las buenas sensaciones de los últimos días de campaña, ha sido tan adversa, exigua y falta como nos temíamos. El todo lo contrario: subrayar una vez más la constante falta de respuesta positiva con que nuestras propuestas electorales, ya como Partido Comunista ya como Izquierda Unida, vienen siendo recibidas por la ciudadanía con derecho a voto más allá de las parcas y coyunturales fluctuaciones eufóricas o depresivas ocurridas en el interim. Una constante que, aun sin olvidar las distorsiones que la ley electoral provoca, introduce en la militancia una inevitable sensación de impotencia o fracaso, máxime si como ya ocurriera en las primeras elecciones ”democráticas” vemos como buena parte de la clase trabajadora se inclina en las urnas hacia fórmulas más seductoras o emocionales.

Repito:/¿realmente estáis seguros de estar todos preparados? Enrique Falcón. Porción del enemigo.

Este permanente desencuentro electoral entre el nosotros y “los nuestros y nuestras”, entre nosotros y los trabajadores y trabajadoras, debería de centrar nuestros análisis, preocupaciones y estudios más que nuestras presumibles discrepancias, condenas y libros de reclamación. Creo que sería un error empezar a discutir si los resultados electorales suponen o no un fracaso y quiénes son o no los responsables. Subyace en esos entendimientos el peligroso sentimiento de que somos nosotros, los comunistas, los culpables de ese desencuentro. Y creo que pensar algo así es un acto de masoquismo que lo que de verdad expresa es pura soberbia, narcisismo y, paradójicamente, un efecto perverso del culto a la personalidad. Porque no se trata de arrojar culpas sino de analizar causas sobre las que como tal Partido Comunista, desde nuestra fuerza y capacidad, quisiéramos actuar y sobre las que, desde nuestra fuerza y capacidad actual, malamente podemos actuar. Sería bueno no ponerse a buscar culpables en plan de ya lo decía yo o si no deja de llover que dimita el responsable y aceptar con humildad y el saber propio de quienes defendemos el materialismo histórico que las condiciones objetivas y subjetivas que la historia produce, y que a ella misma producen, algo tendrán que decir al respecto. Y sería bueno dejar de sentirnos protagonistas de la voluntad para acomodarnos a la condición de esforzados hacedores de una Historia que nos hace, y nos deshace, mientras nos sitúa en una realidad concreta que no por concreta es obvia sino que debe ser interpretada y transformada desde una teoría y una praxis adecuada para desencadenar esa Revolución que decimos desear y necesitar. Por ejemplo, y visto lo visto desde antes de la Transición, en la Transición y después de la Transición ¿no deberíamos volver a replantearnos qué tipo de partido Comunista es hoy el necesario? ¿Nuestro actual partido es un partido de corte leninista, eurocomunista o un mix de difícil catalogación? ¿Qué tipo y carácter de partido comunista es el que la realidad actual nos reclama?

Hasta su propia imposibilidad debe asumirla en aras de la posibilidad. Adorno. Mínima Moralia.

Preguntas y respuestas. Porque praxis son también las preguntas y porque las respuestas también son teoría. Y deberíamos reconocer que algo se nos está escapando de las manos desde hace ya mucho tiempo. Tenemos por delante la lectura de una novela de misterio: El caso de por qué los explotados siguen otorgando su apoyo a los explotadores y a sus cómplices y capataces, y para resolver ese misterio debemos de echar mano tanto de nuestra biblioteca como de nuestra inteligencia, experiencia y capacidad para desentrañar las claves materiales de ese misterio. Eso es lo que hoy necesitamos: saber leer lo que acaso no estamos leyendo. Hay causas y razones que conocemos sobradamente: la derrota en la guerra fría, la construcción del gran relato anticomunista, el Gran Deshielo que supuso la caída del socialismo con las pertinentes inundaciones de las ideologías neoliberales arrasando los imaginarios de lo común, la hegemonía cultural de un imperialismo donde solo parece existir el corto plazo y que impone como universal la idea de que la libertad empieza por la explotación del uno por uno mismo. Sospechamos incluso que la única revolución hoy entendida como aceptable y deseable para gran parte de la intelligentsia “crítica” actual es la conformada por aquellos proyectos dentro de los cuales la llamada clase media se sentiría cómoda y protagonista. Sabemos que la Revolución como Revolución del Proletariado, es decir, la Revolución Comunista, es hoy anatemizada por dogmática, obsoleta, inadecuada, peligrosa, mortal, asesina, cruel y, lo peor de todo, según la escala de valores dominantes: ineficiente. Sabemos que todo eso es lo que han hecho con nosotros, con nuestra ideología, con nuestra historia, con nuestra propuesta de transformar el mundo. Pero también sabemos, con Sartre, que una cosa es lo que han hecho con nosotros y otra cosa será lo que nosotros hagamos con ese que han hecho con nosotros. Lo que hagamos, por ejemplo, con los resultados de estas últimas elecciones generales: ¿Desgarrarnos los ropajes ¿Tirarnos los trastos a la cabeza? ¿O estudiar con atención la dinámica en la correlación de fuerzas que tiene lugar en el interior de la realidad europea y mundial donde nos movemos?

La libertad que no tiene el solitario. Pablo Neruda.

Y hay tiempo. La historia ni empezó hace cuatro años ni va a acabarse dentro de otros cuatro. Salvo que el nuevo escenario político del neobipartidismo y sus clones nos lleven de nuevo hacia las dinámicas de urgencias e histerias electorales -que es el modo de producción de lo político que más interesa a un capitalismo empeñado en imponernos los tempos de la rentabilidad a corto plazo-, los comunistas no debemos permitir que ese capitalismo histérico nos marque el calendario. Ahora necesitamos todo el tiempo que sea necesario para abordar y dar prioridad a las cuestiones ideológicas y teóricas que deben ser clarificadas para que conciencia revolucionaria y realidad social se fusionen de manera adecuada. Necesitamos tiempo, un espacio de encuentro y una herramienta para la intervención sobre la realidad. Esa herramienta, ese espacio y ese tiempo se llama Partido Comunista, el instrumento de mediación, acción y reflexión absolutamente necesario para hacernos las preguntas y las respuestas que estos tiempos están exigiendo. No carecemos ni de programa ni de propuestas pero lo que hoy se requiere es un partido en mayor estado de tensión, audaz, inteligente y decidido, sin miedo a equivocarse, capaz de dar a la estrategia lo que es de la estrategia y a la táctica lo que es de la táctica, que asuma la comunicación como debate, con voluntad de poner en práctica todo lo que sabe y todo lo que aún no sabe porque saber no saber es parte de esa dialéctica que no siempre hemos sabido utilizar con acierto. Capaz de separar lo oportuno de lo rentable, lo necesario de lo inevitable, lo accidental de lo constituyente, la verdad de los espejos. Capaz de hacer deseable una visión comunista de la vida.

Publicado en el Nº 292 de la edición impresa de Mundo Obrero enero 2016

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