EL IMPERIALISMO TIENE PACIENCIA, CIPAYOS, MEDIOS ECONÓMICOS Y CARECE DE ESCRÚPULOSmundo obreroEl proceso bolivariano no tuvo descanso, con golpes de estado primero, guerra económica después, para finalizar cuando Nicolás Maduro gana las presidenciales y la oposición no reconoce el resultado.
JORGE GRELA 05/02/2016
La famosa frase latina bien puede simbolizar la inquietud generada en muchos corazones de la izquierda mundial ante el resultado de las legislativas venezolanas de diciembre.
En algunos casos parece ser que al arrollador triunfo de la derecha antichavista le sigue la melancolía militante que, con un romanticismo digno de la orquesta del Titanic, comprenda que se hunde pero sigue tocando.
Menos romántico y con la vista puesta en el triunfo, decía el Che Guevara que no se debe vivir celebrando victorias sino superando derrotas. Y para ello es necesario analizar detenidamente lo sucedido en la patria de Simón Bolívar.
No es posible quedarnos con la foto fija del resultado electoral, cosa que la derecha pretende, ya que eso paraliza y garantiza nuevas derrotas. Tampoco debemos, en este mundo globalizado, circunscribir nuestra visión sólo a la parcela territorial venezolana.
Y son muchas las preguntas que debemos hacernos. Sin que ello se malinterprete ni que se responda con frases hechas que sólo servirían para alejarnos de la realidad.
¿Las victorias del pueblo son para siempre? El Imperialismo, el neoliberalismo, la oligarquía financiera, las multinacionales no ceden absolutamente ningún terreno ni dan por perdida ninguna zona geográfica. Tienen paciencia, cipayos, medios económicos y carecen de escrúpulo alguno para obtener sus beneficios.
Sin ánimo de equiparar procesos, recordemos que cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró vencer la dictadura sangrienta de los Somoza, y al aire de libertad comenzó a incorporarle medidas sociales y económicas en beneficio del pueblo nicaragüense, el Imperio encarnado en ese entonces por la administración Regan desató una guerra sin tregua usando todas las vías a su alcance, incluyendo el tráfico de drogas para financiar la operación. Aunque el gobierno sandinista logró que en tribunales internacionales se condenara a los EE.UU, éste siempre se ha negado a reconocer el veredicto y por tanto a asumir el coste del resarcimiento. En el marco de este brutal ataque, se producen las elecciones de 1990 en las que el FSLN pierde, gana la derecha que perdona a EE.UU dicha deuda y se retrocede social y políticamente. El pueblo votó por miedo. Pasaron veintiséis años hasta que los sandinistas lograran recuperar el gobierno.
Volviendo a Venezuela. El proceso bolivariano no tuvo descanso, con golpes de estado primero, guerra económica después, para finalizar cuando Nicolás Maduro gana las presidenciales y la oposición no reconoce el resultado. Ese no reconocimiento desemboca en la organización de las guarimbas (algaradas violentas), se producen asesinatos de diputados chavistas, ataques contra propiedades estatales y se incrementa a fondo la guerra económica. Sin olvidar la activa presencia del paramilitarismo colombiano así como la acción de elementos desestabilizadores con vínculo directo con la Embajada yanqui y, según denuncia la periodista argentina Stella Calloni, amparados por organizaciones no gubernamentales y fundaciones financiadas por multinacionales u organizaciones neoliberales tanto norteamericanas como europeas (ver su artículo “Golpes electorales, La injerencia extranjera es un fraude”).
El propio presidente Maduro señaló “nos ganó la guerra económica”.
Ante este panorama, cabe preguntarse, como lo hace el analista cubano Fidel Díaz, si en una situación así es factible hablar de democracia (ver “Venezuela, nosotros y la democracia”). Y si puede una revolución social avanzar cuando el poder real lo sigue detentando la oligarquía. Continúa diciendo Diaz que “el voto no fue de castigo contra una deficiente gestión, sino un voto de supuesta salvación, de alivio, ante una prolongada angustia en la vida cotidiana del venezolano; Maduro no tuvo una gestión deficiente, sino imposible”.
Esa actitud de no aceptar la legalidad democrática se sigue produciendo, ya que en la actual Asamblea Nacional (Parlamento) se ha permitido la toma de posesión de tres diputados de la oposición a quienes el Poder Judicial Electoral suspendió la investidura por fraude electoral. A consecuencia de ello, el Tribunal Supremo de Justicia declaró en desacato a la dirección de la Asamblea Nacional, y por tanto las actuaciones de dicho Parlamento son nulas mientras no sean separados de él los tres diputados afectados.
La Oposición tiene varias caras visibles. Desde el recién nombrado Presidente de la AN, el neoliberal Allup, que como primera medida ordena retirar de la sala de deliberaciones los retratos de Simón Bolívar y Hugo Chávez, y que declara abiertamente que su objetivo es que en seis meses se haga caer al gobierno de Nicolás Maduro, hasta un suave Capriles que insiste en tomar el lenguaje bolivariano y de contenido social, ambos son caras de la misma moneda.
Por supuesto que dejar como todo análisis a lo malo que es el Imperialismo y a los grandes medios periodísticos, financieros, militares, económicos que éste tiene, nos desarma en nuestra preparación y respuesta. Por tanto el gobierno y el pueblo bolivariano de Venezuela tienen que, junto a mayores medidas de cambio estructural de la economía, impulsar la unidad y la organización. En esa dirección avanza el presidente Maduro al señalar “Yo les pido que nos mantengamos cada vez más alertas en la conciencia, que vayamos generando nuevos niveles de unión, organización y que nos preparemos en la semana y meses que están por venir, para definir a favor de la patria las batallas que nos van a tocar dar”.
Razón tiene Stella Calloni al indicar la necesidad de establecer acciones de “Solidaridad urgente con Venezuela -cuya invasión ya se está pidiendo- con Brasil, con Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y todos aquellos que estén en peligro de golpes, blandos, duros, en esta Guerra de Baja Intensidad donde los medios del poder aplican esquemas de terrorismo mediático para sembrar el terreno que necesita el golpismo imperial”.
En algunos casos parece ser que al arrollador triunfo de la derecha antichavista le sigue la melancolía militante que, con un romanticismo digno de la orquesta del Titanic, comprenda que se hunde pero sigue tocando.
Menos romántico y con la vista puesta en el triunfo, decía el Che Guevara que no se debe vivir celebrando victorias sino superando derrotas. Y para ello es necesario analizar detenidamente lo sucedido en la patria de Simón Bolívar.
No es posible quedarnos con la foto fija del resultado electoral, cosa que la derecha pretende, ya que eso paraliza y garantiza nuevas derrotas. Tampoco debemos, en este mundo globalizado, circunscribir nuestra visión sólo a la parcela territorial venezolana.
Y son muchas las preguntas que debemos hacernos. Sin que ello se malinterprete ni que se responda con frases hechas que sólo servirían para alejarnos de la realidad.
¿Las victorias del pueblo son para siempre? El Imperialismo, el neoliberalismo, la oligarquía financiera, las multinacionales no ceden absolutamente ningún terreno ni dan por perdida ninguna zona geográfica. Tienen paciencia, cipayos, medios económicos y carecen de escrúpulo alguno para obtener sus beneficios.
Sin ánimo de equiparar procesos, recordemos que cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró vencer la dictadura sangrienta de los Somoza, y al aire de libertad comenzó a incorporarle medidas sociales y económicas en beneficio del pueblo nicaragüense, el Imperio encarnado en ese entonces por la administración Regan desató una guerra sin tregua usando todas las vías a su alcance, incluyendo el tráfico de drogas para financiar la operación. Aunque el gobierno sandinista logró que en tribunales internacionales se condenara a los EE.UU, éste siempre se ha negado a reconocer el veredicto y por tanto a asumir el coste del resarcimiento. En el marco de este brutal ataque, se producen las elecciones de 1990 en las que el FSLN pierde, gana la derecha que perdona a EE.UU dicha deuda y se retrocede social y políticamente. El pueblo votó por miedo. Pasaron veintiséis años hasta que los sandinistas lograran recuperar el gobierno.
Volviendo a Venezuela. El proceso bolivariano no tuvo descanso, con golpes de estado primero, guerra económica después, para finalizar cuando Nicolás Maduro gana las presidenciales y la oposición no reconoce el resultado. Ese no reconocimiento desemboca en la organización de las guarimbas (algaradas violentas), se producen asesinatos de diputados chavistas, ataques contra propiedades estatales y se incrementa a fondo la guerra económica. Sin olvidar la activa presencia del paramilitarismo colombiano así como la acción de elementos desestabilizadores con vínculo directo con la Embajada yanqui y, según denuncia la periodista argentina Stella Calloni, amparados por organizaciones no gubernamentales y fundaciones financiadas por multinacionales u organizaciones neoliberales tanto norteamericanas como europeas (ver su artículo “Golpes electorales, La injerencia extranjera es un fraude”).
El propio presidente Maduro señaló “nos ganó la guerra económica”.
Ante este panorama, cabe preguntarse, como lo hace el analista cubano Fidel Díaz, si en una situación así es factible hablar de democracia (ver “Venezuela, nosotros y la democracia”). Y si puede una revolución social avanzar cuando el poder real lo sigue detentando la oligarquía. Continúa diciendo Diaz que “el voto no fue de castigo contra una deficiente gestión, sino un voto de supuesta salvación, de alivio, ante una prolongada angustia en la vida cotidiana del venezolano; Maduro no tuvo una gestión deficiente, sino imposible”.
Esa actitud de no aceptar la legalidad democrática se sigue produciendo, ya que en la actual Asamblea Nacional (Parlamento) se ha permitido la toma de posesión de tres diputados de la oposición a quienes el Poder Judicial Electoral suspendió la investidura por fraude electoral. A consecuencia de ello, el Tribunal Supremo de Justicia declaró en desacato a la dirección de la Asamblea Nacional, y por tanto las actuaciones de dicho Parlamento son nulas mientras no sean separados de él los tres diputados afectados.
La Oposición tiene varias caras visibles. Desde el recién nombrado Presidente de la AN, el neoliberal Allup, que como primera medida ordena retirar de la sala de deliberaciones los retratos de Simón Bolívar y Hugo Chávez, y que declara abiertamente que su objetivo es que en seis meses se haga caer al gobierno de Nicolás Maduro, hasta un suave Capriles que insiste en tomar el lenguaje bolivariano y de contenido social, ambos son caras de la misma moneda.
Por supuesto que dejar como todo análisis a lo malo que es el Imperialismo y a los grandes medios periodísticos, financieros, militares, económicos que éste tiene, nos desarma en nuestra preparación y respuesta. Por tanto el gobierno y el pueblo bolivariano de Venezuela tienen que, junto a mayores medidas de cambio estructural de la economía, impulsar la unidad y la organización. En esa dirección avanza el presidente Maduro al señalar “Yo les pido que nos mantengamos cada vez más alertas en la conciencia, que vayamos generando nuevos niveles de unión, organización y que nos preparemos en la semana y meses que están por venir, para definir a favor de la patria las batallas que nos van a tocar dar”.
Razón tiene Stella Calloni al indicar la necesidad de establecer acciones de “Solidaridad urgente con Venezuela -cuya invasión ya se está pidiendo- con Brasil, con Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y todos aquellos que estén en peligro de golpes, blandos, duros, en esta Guerra de Baja Intensidad donde los medios del poder aplican esquemas de terrorismo mediático para sembrar el terreno que necesita el golpismo imperial”.
Publicado en el Nº 292 de la edición impresa de Mundo Obrero enero 2016
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