MACRI AL GOBIERNO, IMPERIALISMO AL PODER
JORGE GRELA 08/02/2016
El actual presidente de Argentina, el empresario neoliberal Mauricio Macri comenzó su andadura en la más alta institución del país de forma que preanuncia su modus operandi.
Él pretendía que la transmisión del mando fuese en cierto sitio y de cierta forma, y la entonces presidenta Cristina Fernández opinaba distinto. Todo pese a que quince días antes en una reunión entre ambos, se habían, aparentemente, acordado esos ítems en el sentido de lo sostenido por Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Para demostrar fuerza y alianzas, Macri presenta ante la justicia una cautelar para que se destituyese a CFK.
Rocambolesca situación que sin embargo tiene el consentimiento del Poder Judicial que nombra presidente provisional de Argentina al que será Presidente del Senado, Federico Pinedo. Y así este representante de una de las familias más conservadoras y potentes de Argentina pasará a la historia como un presidente de medio día, ya que su mandato duró exactamente doce horas. Nieto de quien fuera Ministro de Hacienda en una época bautizada unánimemente con el desacreditado título de “Década Infame”, Pinedo toma juramento a un empresario, Mauricio Macri, con varios procesos judiciales en su contra que, según expertos, las vueltas de la justicia y las amistades agradecidas le han evitado condenas. El mismo Macri, miembro también de una familia acusada de haberse beneficiado económicamente gracias a la dictadura militar genocida encabezada por el General Jorge Rafael Videla. Dice el saber popular que “de chiquito el arbolito”.
Mauricio Macri empezó así, e indudablemente no quedó ahí la cosa. En tiempo récord está desmontando mucho de lo conquistado en estos años de keynesianismo a la argentina. Su gobierno es un elenco de representantes de multinacionales, de la oligarquía terrateniente y de la misma CIA, ya que al menos la Ministra de Exteriores está señalada como perteneciente a esa organización criminal que ha asolado el territorio continental durante décadas. Baste recordar que la Operación Cóndor tuvo la dirección directa de esta oficina de inteligencia y terrorismo. Y dicen que no es la única que reporta directamente con el Departamento de Estado de EE.UU, embajada mediante.
En los años ’70, el peronismo en su campaña electoral tenía la consigna de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, en referencia a que el candidato asumía ser un testaferro, un prestanombre de quien verdaderamente ejercería el poder.
Ahora, actualizando el sentido de esa consigna, podemos decir que “Macri al gobierno, Imperialismo al poder”.
Aprovechando que el Congreso está en receso vacacional, el presidente argentino está gobernando a golpe de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), mediante los cuales está desmontando avances democratizadores en los medios de comunicación, en la cultura. Se han quitado impuestos a las exportaciones agrícolas que benefician sobre todo a las seis multinacionales que controlan el 100% de ese negocio, se quitarán subsidios a las tarifas eléctricas, se ha devaluado casi un 50% el peso en relación al dólar, con la consiguiente subida de precios de combustibles que trae aparejado un incremento generalizado de los productos del diario vivir. Y un largo etcétera. Con la excusa de eliminar enchufismos se están cerrando programas de ayudas a los sectores más necesitados, lo cual acarrea miles de despidos.
Las protestas no se están haciendo esperar, pese a la inacción de parte importante del movimiento sindical. Paralelamente la brutal represión policial se hace presente.
Mientras el discurso oficial retoma el discurso que equipara a simple venganza la búsqueda de justicia en el caso del genocidio vivido en los años de la dictadura militar, se producen fugas de torturadores y narcotraficantes presos, y hay una aparente inutilidad policial para dar con sus paraderos y combatir esa lacra.
Sabiendo que no dan puntada sin hilo, cabe plantearse una hipótesis preocupante.
Esa mezcla explosiva de fuerzas policiales preparadas para la represión social pero no para combatir el delito organizado, puede abrir la puerta a que sea la propia sociedad, convenientemente azuzada por los imperios mediáticos, la que pida a gritos la ayuda de los EE.UU (DEA, por ejemplo), y con ello preparar terreno para instalar bases militares yanquis en argentina.
Al mismo tiempo, ahora se comienza a ver la peligrosidad de la Ley Antiterrorista aprobada por el gobierno Kirchner, que permite señalar como terroristas a organizaciones que usen la violencia. Con ello un sindicato, partido político, organización piquetera o asociación de vecinos que convoque a una movilización y en ella se produzcan actos de violencia pueden ser ilegalizadas. Es decir que la represión policial quizá sea una simple provocación.
De esta forma se buscaría militarizar la sociedad, que el Estado sea un estado policial, única manera en que las reformas que están llevando adelante sean posibles de aplicar en todo su esplendor.
Viendo las cosas desde un punto de vista regional, el politólogo Atilio Borón dice que “el proceso de integración regional está siendo efectivamente debilitado por la eficacia del enemigo y por las incapacidades de los gobiernos populares que no terminan de radicalizar los procesos de cambio. Argentina tiene una importancia trascendental para la política exterior de los Estados Unidos, importancia que adquiere en este momento histórico porque debilitando el eje Buenos Aires-Caracas se deja prácticamente aislada a la revolución bolivariana a excepción del apoyo que recibe de los países del Alba que, por cierto, son países muy débiles”.
Está claro que la contraofensiva del Imperialismo se está dando cada vez de forma más articulada y está en pleno desarrollo en el plano militar, en el plano económico y en el plano mediático y cultural, dice el Partido Comunista Argentino en su informe del 17 de diciembre pasado.
Como formula el economista Jorge Beinstein “la resistencia popular tiene la respuesta”. Y los ejes fundamentales son unidad, organización y radicalidad programática.
Él pretendía que la transmisión del mando fuese en cierto sitio y de cierta forma, y la entonces presidenta Cristina Fernández opinaba distinto. Todo pese a que quince días antes en una reunión entre ambos, se habían, aparentemente, acordado esos ítems en el sentido de lo sostenido por Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Para demostrar fuerza y alianzas, Macri presenta ante la justicia una cautelar para que se destituyese a CFK.
Rocambolesca situación que sin embargo tiene el consentimiento del Poder Judicial que nombra presidente provisional de Argentina al que será Presidente del Senado, Federico Pinedo. Y así este representante de una de las familias más conservadoras y potentes de Argentina pasará a la historia como un presidente de medio día, ya que su mandato duró exactamente doce horas. Nieto de quien fuera Ministro de Hacienda en una época bautizada unánimemente con el desacreditado título de “Década Infame”, Pinedo toma juramento a un empresario, Mauricio Macri, con varios procesos judiciales en su contra que, según expertos, las vueltas de la justicia y las amistades agradecidas le han evitado condenas. El mismo Macri, miembro también de una familia acusada de haberse beneficiado económicamente gracias a la dictadura militar genocida encabezada por el General Jorge Rafael Videla. Dice el saber popular que “de chiquito el arbolito”.
Mauricio Macri empezó así, e indudablemente no quedó ahí la cosa. En tiempo récord está desmontando mucho de lo conquistado en estos años de keynesianismo a la argentina. Su gobierno es un elenco de representantes de multinacionales, de la oligarquía terrateniente y de la misma CIA, ya que al menos la Ministra de Exteriores está señalada como perteneciente a esa organización criminal que ha asolado el territorio continental durante décadas. Baste recordar que la Operación Cóndor tuvo la dirección directa de esta oficina de inteligencia y terrorismo. Y dicen que no es la única que reporta directamente con el Departamento de Estado de EE.UU, embajada mediante.
En los años ’70, el peronismo en su campaña electoral tenía la consigna de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, en referencia a que el candidato asumía ser un testaferro, un prestanombre de quien verdaderamente ejercería el poder.
Ahora, actualizando el sentido de esa consigna, podemos decir que “Macri al gobierno, Imperialismo al poder”.
Aprovechando que el Congreso está en receso vacacional, el presidente argentino está gobernando a golpe de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), mediante los cuales está desmontando avances democratizadores en los medios de comunicación, en la cultura. Se han quitado impuestos a las exportaciones agrícolas que benefician sobre todo a las seis multinacionales que controlan el 100% de ese negocio, se quitarán subsidios a las tarifas eléctricas, se ha devaluado casi un 50% el peso en relación al dólar, con la consiguiente subida de precios de combustibles que trae aparejado un incremento generalizado de los productos del diario vivir. Y un largo etcétera. Con la excusa de eliminar enchufismos se están cerrando programas de ayudas a los sectores más necesitados, lo cual acarrea miles de despidos.
Las protestas no se están haciendo esperar, pese a la inacción de parte importante del movimiento sindical. Paralelamente la brutal represión policial se hace presente.
Mientras el discurso oficial retoma el discurso que equipara a simple venganza la búsqueda de justicia en el caso del genocidio vivido en los años de la dictadura militar, se producen fugas de torturadores y narcotraficantes presos, y hay una aparente inutilidad policial para dar con sus paraderos y combatir esa lacra.
Sabiendo que no dan puntada sin hilo, cabe plantearse una hipótesis preocupante.
Esa mezcla explosiva de fuerzas policiales preparadas para la represión social pero no para combatir el delito organizado, puede abrir la puerta a que sea la propia sociedad, convenientemente azuzada por los imperios mediáticos, la que pida a gritos la ayuda de los EE.UU (DEA, por ejemplo), y con ello preparar terreno para instalar bases militares yanquis en argentina.
Al mismo tiempo, ahora se comienza a ver la peligrosidad de la Ley Antiterrorista aprobada por el gobierno Kirchner, que permite señalar como terroristas a organizaciones que usen la violencia. Con ello un sindicato, partido político, organización piquetera o asociación de vecinos que convoque a una movilización y en ella se produzcan actos de violencia pueden ser ilegalizadas. Es decir que la represión policial quizá sea una simple provocación.
De esta forma se buscaría militarizar la sociedad, que el Estado sea un estado policial, única manera en que las reformas que están llevando adelante sean posibles de aplicar en todo su esplendor.
Viendo las cosas desde un punto de vista regional, el politólogo Atilio Borón dice que “el proceso de integración regional está siendo efectivamente debilitado por la eficacia del enemigo y por las incapacidades de los gobiernos populares que no terminan de radicalizar los procesos de cambio. Argentina tiene una importancia trascendental para la política exterior de los Estados Unidos, importancia que adquiere en este momento histórico porque debilitando el eje Buenos Aires-Caracas se deja prácticamente aislada a la revolución bolivariana a excepción del apoyo que recibe de los países del Alba que, por cierto, son países muy débiles”.
Está claro que la contraofensiva del Imperialismo se está dando cada vez de forma más articulada y está en pleno desarrollo en el plano militar, en el plano económico y en el plano mediático y cultural, dice el Partido Comunista Argentino en su informe del 17 de diciembre pasado.
Como formula el economista Jorge Beinstein “la resistencia popular tiene la respuesta”. Y los ejes fundamentales son unidad, organización y radicalidad programática.
Publicado en el Nº 292 de la edición impresa de Mundo Obrero enero 2016
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