Cuando este verano el ejército de Israel inició la fase terrestre de la operación Margen Protector, uno de los objetivos principales de la misión era acabar con los denominados “túneles del terror”. En un principio, apenas habíamos visto en los medios imágenes de los túneles, y nos explicaron vagamente para qué servían. Pero lo que posteriormente se supo de ellos fue tremendo.
En primer lugar (hola, Unicef y ONG que velan por los derechos del niño), Hamás empleó menores en su construcción; al menos 160 fallecieron, según el Instituto para Estudios Palestinos (luego, cuando Netanyahu aludió a esa cifra, el Instituto se retractó y dijo que era el número total de muertes registradas). De acuerdo con el Ejército israelí, el coste de cada túnel podía llegar a los 3 millones de dólares. La mayoría de la financiación venía de Qatar, como informa Paul Alster. Además, Hamás se sirvió de material enviado a la Franja por Israel y de material de la UNRWA.
Se calcula que Hamás había construído una red de más de 30 túneles interconectados a lo largo de la frontera entre Gaza e Israel para llevar a cabo ataques simultáneos contra poblaciones y bases militares isrelíes cercanas a la Franja, así como para secuestrar israelíes, con el objetivo de reeditar un intercambio como el de Guilad Shalit. En lo de atacar militares tuvieron éxito. Los objetivos de Hamás fueron publicados por el Washington Post:
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