Ni dios ni amo
LOS QUE DETENTAN EL PODER, VAN SIEMPRE JUNTOS DE LA MANOJuntosA la gente le gustan las certezas... y el Pequeño Rey no vacila en cuanto a saber de qué lado tiene que estar. Esa es la clave por la que siguen mandando.
BENITO RABAL 18/03/2015
A decir verdad, el pequeño Rey no para de trabajar. Todo el día anda el joven de barba entrecana reuniéndose aquí y allá, demostrando que se gana el sueldo y de paso el de su delgada esposa y sus rubias hijillas. Claro que el sueldo es mucho y el trabajo tampoco es muy agotador si lo comparamos con el de cualquiera de sus súbditos, que además, encima deben estar agradecidos a no se quién por tenerlo.
Dado que el Pequeño Rey, y digo lo de pequeño, no por su estatura, que demuestra haber estado siempre bien alimentado, sino por contraposición con el Gran Rey que es su padre y que sin ser Rey sigue siéndolo –y cobrando-, ha sido educado para hacer lo que hace, pues es normal que lo haga al menos de forma correcta. A saber, tiene buena percha, el gesto adusto, le caen bien los uniformes, habla idiomas, hace deporte y eso sí, se reúne sólo con quien se tiene que reunir.
De una ciudad a otra, de país en país, el representante máximo de la Marca España, se junta con empresarios de la comunicación y domesticación de masas, con capitanes de empresa del saqueo, con los piratas de la energía o con los de la usura bancaria. Habla de competitividad, del potencial de su reino y del esfuerzo de sus vasallos. Y la verdad es que lo hace bien. Lo hace bien para sus compinches, porque hasta ahora no le he visto ni en la cola del paro, ni en manifestación alguna contra los desahucios, por la escuela pública o en defensa de la sanidad para todos. Ni le he visto, ni le veré a pesar que la realidad del país está ahí y no en los salones del Ritz.
A su hermana, la Infanta de mano larga, la ha apartado del protocolo, pero no dice como la Reina de Alicia en el país de las maravillas: ”¡Que le corten la cabeza!”; a los que no tienen trabajo les da sus condolencias, pero apuesta por contratos y sueldos más que precarios que permitan crecer a las empresas del Ibex 35 y a ellos no llegar ni a mediados del mes; habla de libertad de pensamiento, pero no se pierde ni un funeral, ni misa, ni beatificación que se precie, olvidando que también le pagamos los ateos y creyentes de otras sectas.
Sorprende cómo un Jefe de Estado que entiende que el Estado es sólo el de los ricos, a la vez haya conseguido salvar la credibilidad en la institución que representa. Pero es que a la gente le gustan las certezas, confían en lo que no duda y el Pequeño Rey no vacila en cuanto a saber de qué lado tiene que estar.
Esa es la clave por la que siguen mandando. Porque los que detentan el poder, van siempre juntos de la mano. Por injusto y cruel que sea el mundo que defienden, por más que les acompañe la mierda y la corrupción, el engaño y la estafa, no hay un resquicio en su unidad. Esa es su fuerza.
Llevamos años sabiendo eso, conociendo que los pasos adelante que ha dado la humanidad han sido cuando nos hemos unido contra todo aquello que nos somete. De nosotros han aprendido nuestros enemigos y son ellos los que juntos nos siguen oprimiendo.
Llevamos tiempo sabiéndolo y sin embargo nos cuesta convencernos que hay solo una bandera bajo la que marchar y es la de la creencia en un mundo justo.
Las diferencias ya las solucionaremos cuando acabemos con aquellos que nos impiden construirlo.
Dado que el Pequeño Rey, y digo lo de pequeño, no por su estatura, que demuestra haber estado siempre bien alimentado, sino por contraposición con el Gran Rey que es su padre y que sin ser Rey sigue siéndolo –y cobrando-, ha sido educado para hacer lo que hace, pues es normal que lo haga al menos de forma correcta. A saber, tiene buena percha, el gesto adusto, le caen bien los uniformes, habla idiomas, hace deporte y eso sí, se reúne sólo con quien se tiene que reunir.
De una ciudad a otra, de país en país, el representante máximo de la Marca España, se junta con empresarios de la comunicación y domesticación de masas, con capitanes de empresa del saqueo, con los piratas de la energía o con los de la usura bancaria. Habla de competitividad, del potencial de su reino y del esfuerzo de sus vasallos. Y la verdad es que lo hace bien. Lo hace bien para sus compinches, porque hasta ahora no le he visto ni en la cola del paro, ni en manifestación alguna contra los desahucios, por la escuela pública o en defensa de la sanidad para todos. Ni le he visto, ni le veré a pesar que la realidad del país está ahí y no en los salones del Ritz.
A su hermana, la Infanta de mano larga, la ha apartado del protocolo, pero no dice como la Reina de Alicia en el país de las maravillas: ”¡Que le corten la cabeza!”; a los que no tienen trabajo les da sus condolencias, pero apuesta por contratos y sueldos más que precarios que permitan crecer a las empresas del Ibex 35 y a ellos no llegar ni a mediados del mes; habla de libertad de pensamiento, pero no se pierde ni un funeral, ni misa, ni beatificación que se precie, olvidando que también le pagamos los ateos y creyentes de otras sectas.
Sorprende cómo un Jefe de Estado que entiende que el Estado es sólo el de los ricos, a la vez haya conseguido salvar la credibilidad en la institución que representa. Pero es que a la gente le gustan las certezas, confían en lo que no duda y el Pequeño Rey no vacila en cuanto a saber de qué lado tiene que estar.
Esa es la clave por la que siguen mandando. Porque los que detentan el poder, van siempre juntos de la mano. Por injusto y cruel que sea el mundo que defienden, por más que les acompañe la mierda y la corrupción, el engaño y la estafa, no hay un resquicio en su unidad. Esa es su fuerza.
Llevamos años sabiendo eso, conociendo que los pasos adelante que ha dado la humanidad han sido cuando nos hemos unido contra todo aquello que nos somete. De nosotros han aprendido nuestros enemigos y son ellos los que juntos nos siguen oprimiendo.
Llevamos tiempo sabiéndolo y sin embargo nos cuesta convencernos que hay solo una bandera bajo la que marchar y es la de la creencia en un mundo justo.
Las diferencias ya las solucionaremos cuando acabemos con aquellos que nos impiden construirlo.
Publicado en el Nº 282 de la edición impresa de Mundo Obrero marzo 2015
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