Echar la culpa a los rusos es tendencia. Igual da si es para una cosa o la contraria, es una fórmula que siempre da entidad a las maquinaciones.
“Hable de George Orwell. Cite Rebelión en la granja y 1984…”
(‘40 consejos útiles para
convertirse en un exitoso
anticomunista’. J. Slavyanski)
Si usted, mi querido amigo, todavía no ha sido ‘hackeado’ por los rusos, no se ofenda, pero usted no es nadie... El asunto de la omnipresencia rusa, un axioma porque sí, ha llegado a manejarse con tal grado de eficacia y soltura que ya se ha superado incluso el umbral del ridículo. Así, puede que hayas perdido unas elecciones porque no tenías nada que vender o eso que le querías vender al electorado era una moto sin ruedas. Es más, puede que no fueras la candidata o el candidato que las elecciones perdidas requerían, pero como reconocer eso es muy duro y exige dar ciertas explicaciones, pues es más sencillo retomar viejos métodos exculpatorios, ya ensayados y de probada vigencia. Para buscar maléficos y meter canguis, nada mejor que volver a los manuales de aquellos tiempos de guerra fría –que a fin de cuentas el anticomunismo es un asunto muy socorrido- y echarle la culpa a los del frío, que como todo el mundo sabe llevan la maldad esculpida en su ADN.
Echar la culpa a los rusos es tendencia. Igual da si es para una cosa o la contraria, es una fórmula que siempre da entidad a las maquinaciones. En su tiempo toda la maldad de los rusos quedaba resumida en las pobladas cejas del ex Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brézhnev, que le daban un aire así como de Puerto Hurraco (Badajoz). Hoy, en cambio, ya mucho más modernos y cibernéticos, los de la CIA & asociados se trabajan la cosa un poco más y han sacado el rostro de Putin mezclado con el de ‘Terminator’ (mitad ciborg mitad Vladímir), que queda muy apropiado para vender la imagen de deshumanización y hasta de señalarle como una máquina capaz de espachurrar niños. El afiche lo peta en las redes y hasta en lugares tan distantes como Oklahoma y Betanzos no hay otro tema de conversación.
Si te quieres cargar a tu compañero de sección o al lateral izquierdo del equipo rival, no tienes más que acusarle de trabajar para los rusos. Es un proceder que siempre asegura resultados puesto que nadie contrastará la veracidad de tus estupideces. Un ejemplo, se hartaron de decir los portavoces del ‘mundo libre’ que los rusos empezarían masacres al llegar a la ciudad siria de Alepo, pero resultó que no. Alguien cambió los papeles del guión anunciado y fue Rusia quien denunció el hallazgo de fosas comunes con decenas de cuerpos mutilados y con disparos en la cabeza en Alepo. "Encontramos grandes fosas comunes con decenas de sirios que sufrieron torturas salvajes y represalias. Muchos de ellos están mutilados", dijo Ígor Konashenkov, portavoz castrense ruso (tan fiable, pongamos por caso, como un portavoz castrense de los EEUU o de la OTAN). En resumen, que los muertos de las fosas comunes habían sido matados por los 'buenos', pero los telediarios nos privaron de saberlo.
Hoy todo es muy descarado y escandaloso, en realidad basta con que salga en la tele para que la gran mentira sea recibida como una gran verdad. Nadie preguntará, hoy ya nadie pregunta, todo se da por hecho y hasta por inevitable. Tanto es así que el Diccionario Oxford ha entronizado el neologismo ‘Posverdad’, que fue elegida como palabra del año 2016. Se trata de la post-truth o de la posverdad, un híbrido bastante ambiguo cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. ¡Y para creencia personal enraizada, junto con la religión, ninguna otra como la maldad atávica de los comunistas!
A diferencia de aquellos episodios velados y de contención que se nos trasladaba en la guerra fría con tramas como ‘El Cuarto Protocolo’ o ‘El Topo’, hoy se funciona muy en plan de gritos, igual que en ‘Sálvame de Luxe’. No hay contrapeso a la mentira, como vemos, y por tanto estamos atrapados en una constante no verdad sostenida con el mayor de los descaros.
Antaño los espías eran reclutados de forma discreta en el Trinity College de Cambridge, hoy eso ha cambiado y si eres capaz de hacer mucho ruido y ser trending topic con algún líbelo anticomunista –y más en un año que acabe en 17- pues ya tienes ganado el cielo de los followers. Es fácil, haz la prueba… #GritaComunista
(‘40 consejos útiles para
convertirse en un exitoso
anticomunista’. J. Slavyanski)
Si usted, mi querido amigo, todavía no ha sido ‘hackeado’ por los rusos, no se ofenda, pero usted no es nadie... El asunto de la omnipresencia rusa, un axioma porque sí, ha llegado a manejarse con tal grado de eficacia y soltura que ya se ha superado incluso el umbral del ridículo. Así, puede que hayas perdido unas elecciones porque no tenías nada que vender o eso que le querías vender al electorado era una moto sin ruedas. Es más, puede que no fueras la candidata o el candidato que las elecciones perdidas requerían, pero como reconocer eso es muy duro y exige dar ciertas explicaciones, pues es más sencillo retomar viejos métodos exculpatorios, ya ensayados y de probada vigencia. Para buscar maléficos y meter canguis, nada mejor que volver a los manuales de aquellos tiempos de guerra fría –que a fin de cuentas el anticomunismo es un asunto muy socorrido- y echarle la culpa a los del frío, que como todo el mundo sabe llevan la maldad esculpida en su ADN.
Echar la culpa a los rusos es tendencia. Igual da si es para una cosa o la contraria, es una fórmula que siempre da entidad a las maquinaciones. En su tiempo toda la maldad de los rusos quedaba resumida en las pobladas cejas del ex Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brézhnev, que le daban un aire así como de Puerto Hurraco (Badajoz). Hoy, en cambio, ya mucho más modernos y cibernéticos, los de la CIA & asociados se trabajan la cosa un poco más y han sacado el rostro de Putin mezclado con el de ‘Terminator’ (mitad ciborg mitad Vladímir), que queda muy apropiado para vender la imagen de deshumanización y hasta de señalarle como una máquina capaz de espachurrar niños. El afiche lo peta en las redes y hasta en lugares tan distantes como Oklahoma y Betanzos no hay otro tema de conversación.
Si te quieres cargar a tu compañero de sección o al lateral izquierdo del equipo rival, no tienes más que acusarle de trabajar para los rusos. Es un proceder que siempre asegura resultados puesto que nadie contrastará la veracidad de tus estupideces. Un ejemplo, se hartaron de decir los portavoces del ‘mundo libre’ que los rusos empezarían masacres al llegar a la ciudad siria de Alepo, pero resultó que no. Alguien cambió los papeles del guión anunciado y fue Rusia quien denunció el hallazgo de fosas comunes con decenas de cuerpos mutilados y con disparos en la cabeza en Alepo. "Encontramos grandes fosas comunes con decenas de sirios que sufrieron torturas salvajes y represalias. Muchos de ellos están mutilados", dijo Ígor Konashenkov, portavoz castrense ruso (tan fiable, pongamos por caso, como un portavoz castrense de los EEUU o de la OTAN). En resumen, que los muertos de las fosas comunes habían sido matados por los 'buenos', pero los telediarios nos privaron de saberlo.
Hoy todo es muy descarado y escandaloso, en realidad basta con que salga en la tele para que la gran mentira sea recibida como una gran verdad. Nadie preguntará, hoy ya nadie pregunta, todo se da por hecho y hasta por inevitable. Tanto es así que el Diccionario Oxford ha entronizado el neologismo ‘Posverdad’, que fue elegida como palabra del año 2016. Se trata de la post-truth o de la posverdad, un híbrido bastante ambiguo cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. ¡Y para creencia personal enraizada, junto con la religión, ninguna otra como la maldad atávica de los comunistas!
A diferencia de aquellos episodios velados y de contención que se nos trasladaba en la guerra fría con tramas como ‘El Cuarto Protocolo’ o ‘El Topo’, hoy se funciona muy en plan de gritos, igual que en ‘Sálvame de Luxe’. No hay contrapeso a la mentira, como vemos, y por tanto estamos atrapados en una constante no verdad sostenida con el mayor de los descaros.
Antaño los espías eran reclutados de forma discreta en el Trinity College de Cambridge, hoy eso ha cambiado y si eres capaz de hacer mucho ruido y ser trending topic con algún líbelo anticomunista –y más en un año que acabe en 17- pues ya tienes ganado el cielo de los followers. Es fácil, haz la prueba… #GritaComunista
Publicado en el Nº 307 de la edición impresa de Mundo Obrero junio 2017
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