Jean Claude Juncker, flamante presidente de la Comisión Europea, ha presentado un “libro blanco” sobre el futuro de la Unión. En él esboza los cinco posibles escenarios de evolución del proyecto político de la UE que se abren a la vista después del Brexit y de otros desarrollos políticos recientes y por venir. Estos cinco escenarios son: seguir como hasta ahora; el retorno al Mercado Común abandonando toda pretensión de mayor integración; la geometría variable, es decir, mayor o menor integración según el país; limitar la integración a aquello que “hace bien” la UE; y, por último, un avance en la federalización tecno-autoritaria en la línea planteada por el documento de los “cinco presidentes”. Esta última opción, evidentemente la favorita de Juncker, debe ser de momento descartada por la tozudez de los hechos, aunque la vía alternativa de la geometría variable es la forma en la que buscaría continuidad. Lo mismo ocurre con la de limitar la integración a aquello que la UE hace “bien” que equivaldría a renunciar a la pretensión de la UE de regular muchísimos detalles que afectan a intereses locales generando desafección en los núcleos de poder de cada uno de los países. Sirva como ejemplo la regulación de los derechos de los consumidores que ha desembocado en las sentencias del Tribunal de Luxemburgo contrarias a las cláusulas suelo. Seguro que nuestra europeísta banca está de acuerdo con recuperar la soberanía nacional en este particular. De modo que esta puede ser una solución de compromiso, a la que se le añadan mecanismos de “cooperación reforzada” entre los más euro-entusiastas, entre los cuales, sin duda, estará España mientras se mantenga la hegemonía del combinado PP-PSOE-C’s-PNV con el apoyo “externo” de Junts pel Sí.
Resulta curioso, sino fuera premonitorio, que en el escenario de limitar la integración a lo que la UE hace “bien”, se incluya entre estas “bondades” la de avanzar en la coordinación y cooperación en el ámbito militar. Algo que se da por supuesto en todos los escenarios salvo en el del retroceso hacia la pura unión comercial. Y es que, mientras las diferentes burguesías nacionales europeas deshojan la margarita sobre la forma en que compatibilizan sus intereses particulares con sus objetivos globales, una cosa les está quedando cada vez más clara: hay que rearmarse. Y esto nos lleva a un terreno aparentemente contradictorio: mientras Trump amenaza exigiendo mayor contribución al presupuesto de la OTAN, los socios de la UE responden con avanzar en el gasto militar y en la coordinación interna de los ejércitos. ¿Señala esto una tendencia hacia la independencia militar de Europa? Sí y no, todavía no lo sabemos. Pero de momento, el rearme es bueno para la Bolsa como vemos en Wall Street cada vez que Trump lanza una baladronada, puede ser bueno para la desfalleciente industria francesa, lo que haría dudar a Le Pen, y seguro que lo es para la alemana. Incluso para los Astilleros de Cádiz lo que dejaría las dificultades de Kichi con Jordi Évole en una mera broma.
Resulta curioso, sino fuera premonitorio, que en el escenario de limitar la integración a lo que la UE hace “bien”, se incluya entre estas “bondades” la de avanzar en la coordinación y cooperación en el ámbito militar. Algo que se da por supuesto en todos los escenarios salvo en el del retroceso hacia la pura unión comercial. Y es que, mientras las diferentes burguesías nacionales europeas deshojan la margarita sobre la forma en que compatibilizan sus intereses particulares con sus objetivos globales, una cosa les está quedando cada vez más clara: hay que rearmarse. Y esto nos lleva a un terreno aparentemente contradictorio: mientras Trump amenaza exigiendo mayor contribución al presupuesto de la OTAN, los socios de la UE responden con avanzar en el gasto militar y en la coordinación interna de los ejércitos. ¿Señala esto una tendencia hacia la independencia militar de Europa? Sí y no, todavía no lo sabemos. Pero de momento, el rearme es bueno para la Bolsa como vemos en Wall Street cada vez que Trump lanza una baladronada, puede ser bueno para la desfalleciente industria francesa, lo que haría dudar a Le Pen, y seguro que lo es para la alemana. Incluso para los Astilleros de Cádiz lo que dejaría las dificultades de Kichi con Jordi Évole en una mera broma.
Publicado en el Nº 304 de la edición impresa de Mundo Obrero marzo 2017
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