Es difícil esconderse de la Torre de Televisión de Berlín. Su presencia se adivina desde varios kilómetros a la redonda, observando de día y de noche, como lo haría un padre sobreprotector y omnipresente. Desde su interior, la panorámica de 360 grados a más de 200 metros de altura permite, a su vez, controlar la ciudad con la mirada. Representa sin duda un signo de los tiempo, es tan siglo XX, tan orwelliana... Su estructura lucha por arañar las estrellas como pocas edificaciones en Europa, una obsesión propia de la década en la que fue erigida. Han pasado 50 años desde entonces –aunque las labores de construcción se demoraran hasta 1969–, pero el gran icono del Berlín oriental sigue definiendo el skyline de la capital alemana.
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