DENOMINADO "CENTRO PENITENCIARIO ABENGOA" POR LAS JORNADAS DE TRABAJO INTERMINABLES Y EL CONTROL EXHAUSTIVO DE LA EMPRESA SOBRE LAS TRABAJADORASmundo obreroLa expansión de Abengoa ha ido de manos del Estado al igual que la de las otras empresas de la oligarquía española.
De la posguerra a la internacionalización pasando por el desarrollismo
Abengoa se funda en 1941 en Sevilla dedicándose inicialmente a ingeniería y montajes eléctricos. Participa como contratista en la expansión del sector eléctrico a partir de los años 50 y posteriormente como ingeniería durante la industrialización española de los 60 y 70. Su mercado del momento lo constituyen las grandes empresas estatales y otras industrias privadas vinculadas a la oligarquía franquista, a la que pertenecen las familias propietarias. La plantilla evoluciona desde 149 personas en 1950 a 866 en 1960 y 2.702 en 1970, combinando personal técnico dedicado a proyectos de ingeniería, dirección de obras y montajes con una cierta actividad manufacturera en la fabricación de algunos de los elementos que se emplean en sus obras.
A finales de los años 60 y primeros 70, Abengoa comienza su actividad internacional, primero en Argentina, posteriormente en Chile y Uruguay y, a finales de la década, en Méjico. La expansión internacional se basa inicialmente en su actividad principal: montajes e ingeniería eléctrica. En paralelo, en 1969 se introduce en el sector electrónico y telemático. En este sector desarrolla actividad en sistemas de control energético, informática militar, control de tráfico y posteriormente telefonía móvil, redes de comunicaciones, etc. Pronto esta actividad también se internacionaliza acompañando a Telefónica. De este modo la internacionalización y la entrada en nuevos sectores compensa la caída de la inversión energética tradicional en territorio español y el grupo llega a 5.600 puestos de trabajo en el año 1990.
Un caso de éxito de la “marca España”
El cambio de modelo de Abengoa surge en el periodo posterior a la crisis del 92. Se incrementa la participación en el sector energético y en la gestión de residuos, pero la mutación más importante es el paso de la ingeniería y el montaje a la producción. A partir de los años 90 Abengoa empieza a explotar actividades que antes sólo instalaba y diseñaba: desaladoras, plantas energéticas y de tratamiento de residuos. A esto se añaden otras actividades concesionales típicas: líneas eléctricas, distribución de aguas, control de tráfico urbano, … Así se produce el aumento de la plantilla hasta los 26.000 puestos actuales, de los cuales casi 20.000 están fuera de España.
Frente al modelo anterior, en el que la expansión se financió con los beneficios acumulados, la nueva fase se inserta en la financiarización. Abengoa pasa a cotizar en bolsa en 1996, y recurre a los préstamos y a los mercados de capitales para financiar su nuevo crecimiento. Primero su filial Telvent y luego la matriz llegan a cotizar en las bolsas americanas. Mientras, las familias propietarias no dudan en intentar descapitalizar la empresa, como ocurrió en 2004 con el intento de quedarse con las plusvalías de la recalificación de los terrenos donde inicialmente se ubicaba en Sevilla, operación que fue parcialmente abortada gracias a la presencia de IU en el gobierno municipal. En la práctica, antes Abengoa desarrollaba ingeniería “llave en mano” para vender una planta energética o medioambiental a un tercero; ahora se la quedaba. Como es lógico, el riesgo que antes desaparecía al entregar la planta ahora permaneció, dando lugar a una deuda muy elevada que ha quedado al descubierto: 9.000 millones de euros de deuda, más otros 10.000 en avales frente a sólo 114 millones de capitalización.
Es importante resaltar que esta expansión ha ido de manos del Estado al igual que la de las otras empresas de la oligarquía española. Se ha financiado con créditos del ICO, se ha aprovechado de los fondos de Ayuda al Desarrollo, sus operaciones internacionales han sido avaladas por el Estado y ha gozado de apoyo político ante las instituciones multilaterales. Este apoyo no es extraño si se tiene en cuenta que tanto el primo de Juan Carlos o el anterior jefe de la Casa Real, Alberto Aza, como Josep Borrell, Rafael Escuredo, Ricardo Martínez Rico –ex secretario de Hacienda de Aznar– y otros nombres ilustres han pasado por el Consejo de Administración de Abengoa o alguna de sus filiales. Incluso un asesor de Obama de origen español, Juan Verde.
¿Una empresa modélica?
Durante esta expansión, Abengoa se ha presentado como adalid de la sostenibilidad, impulsora de la I+D+i y benefactora de la cultura a través de la fundación Focus instalada en el barrio de Santa Cruz de Sevilla. Los iniciadores de la empresa eran ingenieros del ICAI, escuela de ingeniería de los jesuitas fundada por Pérez del Pulgar, ideólogo de los campos de trabajo esclavo del franquismo. No es casual que ahora la Universidad Loyola de Andalucía tenga su campus en Palmas Altas (Sevilla) junto a la sede central de la empresa. Precisamente Palmas Altas es el mayor centro de trabajo en España de Abengoa, donde se ubican tanto la sede corporativa como la mayoría de las actividades denominadas de I+D+i, con una plantilla de unas 4.000 personas de las que la mitad son ingenieras y licenciadas. Presentado en la página web de Abengoa como un “espacio empresarial sostenible que impulsa la innovación tecnológica y la investigación, la atracción del talento, a la vez que permite a sus empleados conciliar una elevada productividad con un avanzado modelo social”, en realidad es un infierno laboral donde hasta para comer hay que emplear el restaurante de la empresa. Las jornadas de trabajo interminables y el control exhaustivo de la empresa sobre las trabajadoras han llevado a denominar al centro de trabajo con el sobrenombre de “Palmatraz” o “Centro Penitenciario Abengoa”. Por supuesto no existe Comité de Empresa y el nivel de afiliación sindical es nulo, gracias a una cuidadosa selección del personal –una gran parte del mismo, especialmente las ingenieras e ingenieros, entre sectores convenientemente filtrados por la ideología oficial de la empresa– y a que en las raras veces que se ha descubierto por la empresa el atrevimiento de sindicarse, la persona ha sido inmediatamente despedida.
En fin, todo un ejemplo de lo que hay detrás de los discursos de la internacionalización, la I+D+i y la energía renovable: tráfico de influencias, finanzas y explotación. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, esta trayectoria no es una excepción sino que es el modo normal de conducirse de las grandes empresas. La financiarización no es una aberración especulativa sino el modo en el que se desenvuelve la competencia entre capitales en el capitalismo actual. Abengoa es una empresa moderna, tecnológicamente avanzada, cuya actividad se relaciona con actividades aparentemente sostenibles (energías renovables, reciclaje de residuos, telecomunicaciones) pero no deja de ser una empresa capitalista, un caso de éxito en la literatura empresarial. La reflexión sobre qué queremos decir cuando hablamos de cambiar de modelo productivo es obligada.
Abengoa se funda en 1941 en Sevilla dedicándose inicialmente a ingeniería y montajes eléctricos. Participa como contratista en la expansión del sector eléctrico a partir de los años 50 y posteriormente como ingeniería durante la industrialización española de los 60 y 70. Su mercado del momento lo constituyen las grandes empresas estatales y otras industrias privadas vinculadas a la oligarquía franquista, a la que pertenecen las familias propietarias. La plantilla evoluciona desde 149 personas en 1950 a 866 en 1960 y 2.702 en 1970, combinando personal técnico dedicado a proyectos de ingeniería, dirección de obras y montajes con una cierta actividad manufacturera en la fabricación de algunos de los elementos que se emplean en sus obras.
A finales de los años 60 y primeros 70, Abengoa comienza su actividad internacional, primero en Argentina, posteriormente en Chile y Uruguay y, a finales de la década, en Méjico. La expansión internacional se basa inicialmente en su actividad principal: montajes e ingeniería eléctrica. En paralelo, en 1969 se introduce en el sector electrónico y telemático. En este sector desarrolla actividad en sistemas de control energético, informática militar, control de tráfico y posteriormente telefonía móvil, redes de comunicaciones, etc. Pronto esta actividad también se internacionaliza acompañando a Telefónica. De este modo la internacionalización y la entrada en nuevos sectores compensa la caída de la inversión energética tradicional en territorio español y el grupo llega a 5.600 puestos de trabajo en el año 1990.
Un caso de éxito de la “marca España”
El cambio de modelo de Abengoa surge en el periodo posterior a la crisis del 92. Se incrementa la participación en el sector energético y en la gestión de residuos, pero la mutación más importante es el paso de la ingeniería y el montaje a la producción. A partir de los años 90 Abengoa empieza a explotar actividades que antes sólo instalaba y diseñaba: desaladoras, plantas energéticas y de tratamiento de residuos. A esto se añaden otras actividades concesionales típicas: líneas eléctricas, distribución de aguas, control de tráfico urbano, … Así se produce el aumento de la plantilla hasta los 26.000 puestos actuales, de los cuales casi 20.000 están fuera de España.
Frente al modelo anterior, en el que la expansión se financió con los beneficios acumulados, la nueva fase se inserta en la financiarización. Abengoa pasa a cotizar en bolsa en 1996, y recurre a los préstamos y a los mercados de capitales para financiar su nuevo crecimiento. Primero su filial Telvent y luego la matriz llegan a cotizar en las bolsas americanas. Mientras, las familias propietarias no dudan en intentar descapitalizar la empresa, como ocurrió en 2004 con el intento de quedarse con las plusvalías de la recalificación de los terrenos donde inicialmente se ubicaba en Sevilla, operación que fue parcialmente abortada gracias a la presencia de IU en el gobierno municipal. En la práctica, antes Abengoa desarrollaba ingeniería “llave en mano” para vender una planta energética o medioambiental a un tercero; ahora se la quedaba. Como es lógico, el riesgo que antes desaparecía al entregar la planta ahora permaneció, dando lugar a una deuda muy elevada que ha quedado al descubierto: 9.000 millones de euros de deuda, más otros 10.000 en avales frente a sólo 114 millones de capitalización.
Es importante resaltar que esta expansión ha ido de manos del Estado al igual que la de las otras empresas de la oligarquía española. Se ha financiado con créditos del ICO, se ha aprovechado de los fondos de Ayuda al Desarrollo, sus operaciones internacionales han sido avaladas por el Estado y ha gozado de apoyo político ante las instituciones multilaterales. Este apoyo no es extraño si se tiene en cuenta que tanto el primo de Juan Carlos o el anterior jefe de la Casa Real, Alberto Aza, como Josep Borrell, Rafael Escuredo, Ricardo Martínez Rico –ex secretario de Hacienda de Aznar– y otros nombres ilustres han pasado por el Consejo de Administración de Abengoa o alguna de sus filiales. Incluso un asesor de Obama de origen español, Juan Verde.
¿Una empresa modélica?
Durante esta expansión, Abengoa se ha presentado como adalid de la sostenibilidad, impulsora de la I+D+i y benefactora de la cultura a través de la fundación Focus instalada en el barrio de Santa Cruz de Sevilla. Los iniciadores de la empresa eran ingenieros del ICAI, escuela de ingeniería de los jesuitas fundada por Pérez del Pulgar, ideólogo de los campos de trabajo esclavo del franquismo. No es casual que ahora la Universidad Loyola de Andalucía tenga su campus en Palmas Altas (Sevilla) junto a la sede central de la empresa. Precisamente Palmas Altas es el mayor centro de trabajo en España de Abengoa, donde se ubican tanto la sede corporativa como la mayoría de las actividades denominadas de I+D+i, con una plantilla de unas 4.000 personas de las que la mitad son ingenieras y licenciadas. Presentado en la página web de Abengoa como un “espacio empresarial sostenible que impulsa la innovación tecnológica y la investigación, la atracción del talento, a la vez que permite a sus empleados conciliar una elevada productividad con un avanzado modelo social”, en realidad es un infierno laboral donde hasta para comer hay que emplear el restaurante de la empresa. Las jornadas de trabajo interminables y el control exhaustivo de la empresa sobre las trabajadoras han llevado a denominar al centro de trabajo con el sobrenombre de “Palmatraz” o “Centro Penitenciario Abengoa”. Por supuesto no existe Comité de Empresa y el nivel de afiliación sindical es nulo, gracias a una cuidadosa selección del personal –una gran parte del mismo, especialmente las ingenieras e ingenieros, entre sectores convenientemente filtrados por la ideología oficial de la empresa– y a que en las raras veces que se ha descubierto por la empresa el atrevimiento de sindicarse, la persona ha sido inmediatamente despedida.
En fin, todo un ejemplo de lo que hay detrás de los discursos de la internacionalización, la I+D+i y la energía renovable: tráfico de influencias, finanzas y explotación. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, esta trayectoria no es una excepción sino que es el modo normal de conducirse de las grandes empresas. La financiarización no es una aberración especulativa sino el modo en el que se desenvuelve la competencia entre capitales en el capitalismo actual. Abengoa es una empresa moderna, tecnológicamente avanzada, cuya actividad se relaciona con actividades aparentemente sostenibles (energías renovables, reciclaje de residuos, telecomunicaciones) pero no deja de ser una empresa capitalista, un caso de éxito en la literatura empresarial. La reflexión sobre qué queremos decir cuando hablamos de cambiar de modelo productivo es obligada.
Publicado en el Nº 293 de la edición impresa de Mundo Obrero febrero 2016
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