Mi abuela, que era tan sabia como todas las abuelas, solía reprendernos cuando llegábamos con alguna rodilla desollada, la ropa hecha girones y otras muchas pruebas de haber cometido alguna imprudencia jugando en grupo con casi catastróficos resultados, con la frase: y si vuestros amigos se tiran a un pozo, ¿os vais a tirar vosotras también?
Es indudable lo mucho que nos marca la infancia, y a veces, llegadas a la edad adulta frases como esta resuenan en nuestra mente de forma inesperada. A mí, no para de pasarme exactamente eso estos últimos días, precisamente ahora que una vez “desbloqueada” –como se obstinan en decir algunos- la situación política, vuelve a estar encima de la mesa precisamente eso, la política. Y más concretamente la política económica del Partido Popular.
Ese gobierno que no ha cumplido ni una vez sus tan cacareados y sacrosantos compromisos con Bruselas, pero con quienes parece ser que en Bruselas están encantados porque genera “confianza” ¿acaso no es eso un poco contradictorio?
Ese mismo gobierno que aunque ha superado durante toda la anterior legislatura el déficit y ha llevado la deuda pública al record histórico en términos absolutos de 1,102 billones de euros presume de buen gestor, y que con ese currículo tiene la desfachatez de amenazar a un concejal de economía y hacienda por, básicamente, reducir 1.074 millones la deuda de Madrid mientras aumenta el gasto social un 26,8%.
Y ahí es donde va quedando claro que la cuestión no es reducir la deuda, el objetivo no es corregir el déficit. Ni para Bruselas, ni para el gobierno del PP. No es el techo de gasto. Y que nadie los toque, y que nadie demuestre lo contrario a lo que los voceros del sistema nos repiten como un mantra a través de los medios de comunicación, las instituciones y cualquier medio a su alcance, eso sí es un objetivo. No se vaya a dar cuenta alguien que las políticas neoliberales además de injustas en lo social, son ineficientes en lo económico.
¿Alguna vez alguien se ha molestado en explicar cuál es el fundamento teórico o empírico de ese 60% del PIB, o de ese 3%, fijados para la deuda o el déficit? Busquen si tienen espíritu aventurero, pero ya les digo yo que no van a encontrar una respuesta, y menos una explicación coherente. No la hay. Lo que sí hay son innumerables directrices para recortar servicios públicos, prestaciones sociales, aumentar impuestos indirectos regresivos, ejecutar privatizaciones de bienes y servicios públicos y todas esas cosas mal llamadas políticas de “austeridad”. Esas políticas que impuestas a los países del sur de Europa con especial violencia por aquello que llamábamos Troika no han parado de destrozar las esperanzas y condiciones de vida de la clase trabajadora, todas ellas justificadas como únicas recetas posibles para corregir esos desajustes. Aplicadas con esmero y dedicación acríticas en el estado español. Y que tras dos años de letargo o calma chicha, esperando no perjudicar la reelección del gobierno del Partido Popular, ahora van a volver a salir del armario para dar una vuelta de tuerca más sobre nuestras vidas.
Y además no solamente nosotras sabemos que todas esas reformas exigidas con esa excusa han tenido consecuencias irreparables y no han cumplido ninguno de los objetivos que presuntamente tenían. En 2013 el entonces economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, reconoció en un informe titulado ‘Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers’ que llevaban 30 años calculando inadecuadamente el impacto de estas políticas, que en vez de mitigar crisis económicas lo que habían estado es agudizándolas. Es demencial pero aún se puede descargar ese informe desde la página web del FMI. Y más demencial aún es que tras ese (y podríamos hablar también de otros errores garrafales reconocidos sobre, por ejemplo el crecimiento económico y el porcentaje de deuda como los del informe Rogoff y Reinhart) reconocimiento y esa publicación nada cambiara. Es obvio que con estas políticas lo único que se consigue es poner un parche al capitalismo para sostener temporalmente la tasa de ganancia del gran capital empobreciendo a las clases populares, y que ese es, por otra parte, su único objetivo.
No estoy defendiendo ni mucho menos que sea bueno tener un déficit elevado, como no lo es el actual nivel de deuda, pero como evidentemente tampoco lo es para mí el sistema económico en el que estamos insertos. A lo que quiero llegar es a que si bien es difícil convencer a una gran mayoría social para que mañana mismo comprendan las contradicciones del sistema y sean anticapitalistas, con los datos que poseemos quizá podamos hacerles ver que, como diría mi abuela, porque todos los demás lo hagan, no tiene ningún sentido tirarse a un pozo. Y eso es exactamente lo que vuelve ahora.
Es indudable lo mucho que nos marca la infancia, y a veces, llegadas a la edad adulta frases como esta resuenan en nuestra mente de forma inesperada. A mí, no para de pasarme exactamente eso estos últimos días, precisamente ahora que una vez “desbloqueada” –como se obstinan en decir algunos- la situación política, vuelve a estar encima de la mesa precisamente eso, la política. Y más concretamente la política económica del Partido Popular.
Ese gobierno que no ha cumplido ni una vez sus tan cacareados y sacrosantos compromisos con Bruselas, pero con quienes parece ser que en Bruselas están encantados porque genera “confianza” ¿acaso no es eso un poco contradictorio?
Ese mismo gobierno que aunque ha superado durante toda la anterior legislatura el déficit y ha llevado la deuda pública al record histórico en términos absolutos de 1,102 billones de euros presume de buen gestor, y que con ese currículo tiene la desfachatez de amenazar a un concejal de economía y hacienda por, básicamente, reducir 1.074 millones la deuda de Madrid mientras aumenta el gasto social un 26,8%.
Y ahí es donde va quedando claro que la cuestión no es reducir la deuda, el objetivo no es corregir el déficit. Ni para Bruselas, ni para el gobierno del PP. No es el techo de gasto. Y que nadie los toque, y que nadie demuestre lo contrario a lo que los voceros del sistema nos repiten como un mantra a través de los medios de comunicación, las instituciones y cualquier medio a su alcance, eso sí es un objetivo. No se vaya a dar cuenta alguien que las políticas neoliberales además de injustas en lo social, son ineficientes en lo económico.
¿Alguna vez alguien se ha molestado en explicar cuál es el fundamento teórico o empírico de ese 60% del PIB, o de ese 3%, fijados para la deuda o el déficit? Busquen si tienen espíritu aventurero, pero ya les digo yo que no van a encontrar una respuesta, y menos una explicación coherente. No la hay. Lo que sí hay son innumerables directrices para recortar servicios públicos, prestaciones sociales, aumentar impuestos indirectos regresivos, ejecutar privatizaciones de bienes y servicios públicos y todas esas cosas mal llamadas políticas de “austeridad”. Esas políticas que impuestas a los países del sur de Europa con especial violencia por aquello que llamábamos Troika no han parado de destrozar las esperanzas y condiciones de vida de la clase trabajadora, todas ellas justificadas como únicas recetas posibles para corregir esos desajustes. Aplicadas con esmero y dedicación acríticas en el estado español. Y que tras dos años de letargo o calma chicha, esperando no perjudicar la reelección del gobierno del Partido Popular, ahora van a volver a salir del armario para dar una vuelta de tuerca más sobre nuestras vidas.
Y además no solamente nosotras sabemos que todas esas reformas exigidas con esa excusa han tenido consecuencias irreparables y no han cumplido ninguno de los objetivos que presuntamente tenían. En 2013 el entonces economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, reconoció en un informe titulado ‘Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers’ que llevaban 30 años calculando inadecuadamente el impacto de estas políticas, que en vez de mitigar crisis económicas lo que habían estado es agudizándolas. Es demencial pero aún se puede descargar ese informe desde la página web del FMI. Y más demencial aún es que tras ese (y podríamos hablar también de otros errores garrafales reconocidos sobre, por ejemplo el crecimiento económico y el porcentaje de deuda como los del informe Rogoff y Reinhart) reconocimiento y esa publicación nada cambiara. Es obvio que con estas políticas lo único que se consigue es poner un parche al capitalismo para sostener temporalmente la tasa de ganancia del gran capital empobreciendo a las clases populares, y que ese es, por otra parte, su único objetivo.
No estoy defendiendo ni mucho menos que sea bueno tener un déficit elevado, como no lo es el actual nivel de deuda, pero como evidentemente tampoco lo es para mí el sistema económico en el que estamos insertos. A lo que quiero llegar es a que si bien es difícil convencer a una gran mayoría social para que mañana mismo comprendan las contradicciones del sistema y sean anticapitalistas, con los datos que poseemos quizá podamos hacerles ver que, como diría mi abuela, porque todos los demás lo hagan, no tiene ningún sentido tirarse a un pozo. Y eso es exactamente lo que vuelve ahora.
Publicado en el Nº 300 de la edición impresa de Mundo Obrero noviembre 2016
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