El premio medioambiental mejor dotado de Europa sienta un precedente contra la mentalidad de usar y tirar. Los ganadores de esta edición han demostrado que el hormigón no es ni aburrido ni gris.
El constante boom en el ramo de la construcción es, junto al consumo privado, el pilar de la economía alemana. Y no las exportaciones. Los históricos bajos intereses hipotecarios y la necesidad de espacio pagable para los refugiados mantienen ocupados al ámbito de la construcción. La Federación Industrial Alemana (BDI) calcula que se necesitan anualmente entre 350.000 y 400.000 nuevas viviendas.
Por otro lado, se demuelen muchos edificios y los escombros se depositan en vertederos. "Es todo un desperdicio de recursos”, comentan Angelika Mettke y Walter Feeß. Por eso, la catedrática de Cottbus-Seftenberg se puso manos a la obra para investigar sobre el reciclaje de hormingón.
La empresa de Feeß fue la primera de su ramo en la región de Baden-Wuetermberg que se atrevió a reciclar hormigón, asfalto y otros escombros. Por su esfuerzo, ambos recibirán el Premio Alemán de Medio Ambiente. "Si la innovación y el compromiso fuesen adoptados por todo el ramo de la construcción, un tercio de las materias primas necesarias podrían suplirse a medio plazo con materiales reciclados”, dijo el jurado, justificando así el premio.
¿Edificios sin hormigón? Impensables. Este material tiene muchas ventajas. Las paredes y partes del suelo son más rápidas de construir con hormigón líquido que piedra a piedra. En estado sólido, el hormigón almacena calor, desprende frío, aisla de los ruidos y crea un clima agradable. Protege contra la humedad, es moldeable, duradero y ópticamente discreto. Además, debido a su uso se respeta el hábitat de la flora y la fauna.
Reciclar en vez de tirar
Mettke, que creció en la RDA, cree que es un "escándalo” que, tras la caída del Muro de Berlín, tuvo que ver cómo los edificios típicos de la RDA eran destruidos. "En las planchas de hormigón hay tantos materiales y energía que para mí es todo un reto conservarlos en la cadena de reciclaje, sobretodo en edificios públicos”, comenta Mettke. El problema es que el hormigón está contaminado, porque el material absorbe sustancias nocivas del aceite, combustibles y pinturas.
Feeß desarrolló un lavadero para ganar las materias primas poco contaminadas y así introducirlas en el proceso de reciclaje. Por su innovación recibió el premio medioambiental "El Ángel Verde 2016”, y su empresa es la primera en Alemania que recibió la licencia por parte de la Unión Europea para la producción y el empleo de hormigón reciclado.
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