Lo que no se puede hacer es dar la razón a la burguesía española por negársela a la catalanaNo hay más remedio que empezar a dotar de contenido político y cultural al discurso republicano federalista que lleva años enunciándose en abstracto pero que ahora mismo no es más que una manera de ponerse de perfil.
Escribo esta columna en plena vorágine previa al primero de octubre -por cierto, vaya con la fecha elegida para el referéndum o movilización- y sin saber cómo seguirá todo este lío. Pero algunas cosas se empiezan a quedar claras, y en particular cómo el desafío lanzado desde el nacionalismo burgués catalán está poniendo al descubierto elementos nucleares del régimen de 1978 del que, no lo olvidemos, durante tres décadas fue sostén imprescindible. Me centraré en uno; la naturaleza real de la justicia española, o, para ser más precisos, del poder judicial realmente existente. Cuando entre los pactos de la transición se abandonó la reclamación de la depuración de los aparatos represivos del franquismo, se permitió el blanqueo con barniz democrático a todo un colectivo heredado intacto de la dictadura, superponiéndole la delgada capa del “tercer turno”. De este modo, quienes en su momento santificaron la represión siguieron en ejercicio, presidieron los tribunales de oposiciones de las que provienen los nuevos jueces y ascendieron a los más altos niveles de la carrera judicial. Y así llegamos a este poder judicial de la democracia borbónica que no encuentra indicios de delito ni en lo de Bankia ni en el bombardeo con pelotas de goma a los inmigrantes en el Tarajal, pero sí en la “apología del referéndum”, innovación jurídica sólo comparable a la de la “radicalización”.
Llegados a este punto, no cabe llorar porque la ruptura no se produce conforme a nuestras “hojas de ruta” de laboratorio. Si el asalto a los cielos fue alguna vez una posibilidad, de momento se ha aplazado, luego habrá que revisar la estrategia que ya no pasa por esperar a que se ganen las elecciones por “los de abajo” para resolverlo todo. ¿Alguien espera que un “gobierno de progreso” con el PSOE venga a solucionar la cuestión? Podemos esperar sentados. Ya tenemos a Susana Díaz, Fernández Vara y García Page encabezando la marea españolista en nombre de la igualdad, es decir, la preservación de las bases del orden social de la transición y, por ende, de sus superestructuras jurídico-políticas. De manera que no hay más remedio que empezar a dotar de contenido político y cultural al discurso republicano federalista que lleva años enunciándose en abstracto pero que ahora mismo no es más que una manera de ponerse de perfil. Y eso nos lleva directamente a confrontar el régimen de 1978.
A corto plazo, hay que estar en desacuerdo con el “procés” y criticar las marrullerías parlamentarias de Junts pel Sí y se debe discrepar de las compañeras y compañeros que creen que la grieta que esto abre en el régimen favorece objetivamente a una ruptura democrática favorable a las clases populares, porque lo que hace es dividirlas. Y, desde luego, lo que no se puede hacer es dar la razón a la burguesía española por negársela a la catalana. Al final Cataluña se independizará o no, pero podemos prever lo que nos espera si no reaccionamos; cuando vengan a por nosotros nos acordaremos del poema atribuido a Bertolt Brecht.
Llegados a este punto, no cabe llorar porque la ruptura no se produce conforme a nuestras “hojas de ruta” de laboratorio. Si el asalto a los cielos fue alguna vez una posibilidad, de momento se ha aplazado, luego habrá que revisar la estrategia que ya no pasa por esperar a que se ganen las elecciones por “los de abajo” para resolverlo todo. ¿Alguien espera que un “gobierno de progreso” con el PSOE venga a solucionar la cuestión? Podemos esperar sentados. Ya tenemos a Susana Díaz, Fernández Vara y García Page encabezando la marea españolista en nombre de la igualdad, es decir, la preservación de las bases del orden social de la transición y, por ende, de sus superestructuras jurídico-políticas. De manera que no hay más remedio que empezar a dotar de contenido político y cultural al discurso republicano federalista que lleva años enunciándose en abstracto pero que ahora mismo no es más que una manera de ponerse de perfil. Y eso nos lleva directamente a confrontar el régimen de 1978.
A corto plazo, hay que estar en desacuerdo con el “procés” y criticar las marrullerías parlamentarias de Junts pel Sí y se debe discrepar de las compañeras y compañeros que creen que la grieta que esto abre en el régimen favorece objetivamente a una ruptura democrática favorable a las clases populares, porque lo que hace es dividirlas. Y, desde luego, lo que no se puede hacer es dar la razón a la burguesía española por negársela a la catalana. Al final Cataluña se independizará o no, pero podemos prever lo que nos espera si no reaccionamos; cuando vengan a por nosotros nos acordaremos del poema atribuido a Bertolt Brecht.
Publicado en el Nº 309 de la edición impresa de Mundo Obrero septiembre 2017
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