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Explotación, huelgas, privilegios y otras cosas del pasado por Sol Sanchez



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La definición del concepto “privilegio” es, según la RAE: exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.

Teniendo esa definición en mente se entiende aún menos la cantidad de trabajadores de diferentes sectores que han ido engrosando, en los grandes titulares de lo que en nuestro país queda de prensa escrita (es decir prensa liberal, de derechas varias y de ultraderecha conservadora radical) esa nueva categoría de “trabajadores privilegiados”. La primera vez que recuerdo haber escuchado la utilización del término contra un colectivo de trabajadores y trabajadoras fue allá por el ya lejano 2010, y fueron los controladores aéreos los afortunados. Durante semanas sus condiciones laborales y sus salarios fueron exhibidos en la plaza pública en una constante invitación a que el resto de trabajadores proyectase las frustraciones de carecer de esas condiciones laborales, de esos “privilegios”, y descargase su furia contra aquellos y aquellas que tenían la desfachatez de oponerse a su pérdida y precarización. Incluso se mandaron efectivos del ejército para combatir los efectos de una huelga; eso sí nos hubiera debido poner furiosos.

Pero no fue así. Y se abrió una grieta, una vía de agua en el casco del barco de la clase trabajadora que entonces no supimos reparar y en estos años se ha ido convirtiendo en un torrente. Y cada vez más colectivos son sepultados bajo el agua que aún no hemos sabido achicar. Porque los grandes titulares acusatorios se convierten en una pequeña nota de las últimas páginas pares cuando han de desmentir o aclarar… ¿acaso alguien recuerda qué pasó con todas aquellas denuncias y represalias del gobierno? pues que más de una veintena de juzgados han ido archivando una a una todas las causas pendientes y eximiendo a los controladores de cualquier responsabilidad, pero la veda ya estaba abierta sin fecha de caducidad.

Y a los controladores les siguieron entre otros los trabajadores de la educación, de la sanidad, los bomberos, los estibadores, los mineros y sus exorbitantes pensiones y hasta los taxistas. Y cualquiera que se haya atrevido a defender sus derechos ha sido puesto automáticamente en la picota. Con diferentes relatos pero una misma cantinela de fondo. No se adaptan, perjudican nuestra economía porque con sus antiguas y locas reivindicaciones hacen a nuestro país poco competitivo y lastran nuestro desarrollo económico.

Vale, venga, para ellos la perra gorda. Rindámonos al dios todopoderoso de la competitividad, entreguémonos a la orgía de la desregulación y liberalización, al carajo los convenios y la negociación colectiva, no más huelgas, no más paros, se acabaron las presiones para defender los derechos laborales, renunciemos a esos llamados “privilegios” que todavía resisten como pueden en cada vez menos sectores productivos… ¿Cuál será el resultado?

Les presento el sector en el que desde 2015 somos líderes mundiales en competitividad según el Foro Económico Mundial; el sector turístico. En los últimos diez años, según escalábamos puestos en el ranking, las condiciones laborales de los y las trabajadoras del sector se iban degradando hasta la precarización absoluta en algunos casos como el de las camareras de piso, que cobran como máximo 2€ por habitación. Precarización absoluta en el sector más boyante de la economía española, o explotación de toda la vida si lo prefieren. Y también tenemos los ejemplos de eso que se ha bautizado como nueva economía y economía colaborativa. Empresas como Deliveroo, Cabify o Uber, donde o bien eres un falso autónomo jugándote la vida sobre una bici, o directamente lo único de “colaborativo” que encuentras es la colaboración activa y diligente en tu propia explotación como trabajador o trabajadora que está en un limbo legal (en el mejor de los casos) que ni siquiera te otorga la categoría de asalariado o asalariada.

Así que ante este panorama, por mucho que nos quieran convencer de que somos unas personas anticuadas, que la economía ha cambiado mucho y nuestras herramientas y conceptos ya no sirven en esta nueva realidad, lo que yo veo es que sólo ha cambiado el envoltorio del paquete en el que va intacta la explotación de siempre, la de toda la vida. Será quizá por ello que esa huelga apolillada y rancia de los estibadores que acaba de finalizar, ha conseguido mantener y subrogar hasta el último puesto de trabajo. Que privilegio y cuanta desfachatez. El próximo día hablamos del artículo 35 de la Constitución (derecho al trabajo) y si da tiempo de algún banquero y de la diferencia entre derechos y privilegios.


Publicado en el Nº 308 de la edición impresa de Mundo Obrero julio-agosto 2017

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