El comunismo y la aparición del nacionalismo en el mundo musulmán fueron considerados por los militares coloniales españoles como un potencial peligro.
“¡Qué altaneras cabezas! ¡Qué henchidos pechos!
¡Qué fulgor de estrellas y de cruces y de placas y encomiendas!”
(‘La metamorfosis de su Excelencia’, Jorge Zalamea)
El reinado de Mohamed VI está viviendo sus horas más duras desde que accediera al trono de Marruecos en julio de 1999. La situación tuvo su detonante en la muerte de Mohssine Fikri, un vendedor ambulante de pescado al que la Policía requisó su mercancía. Fikri perdió la vida tratando de rescatar de un camión de la basura lo que se le había quitado por orden policial. Desde entonces, no han parado de sucederse de forma periódica las manifestaciones en diferentes puntos del Rif, pidiendo el fin de la corrupción y las desigualdades. La situación ha derivado en una completa militarización de la provincia de Alhucemas, ubicada a caballo entre Ceuta y Melilla... Con la excusa del presente contexto retrocedemos en el tiempo y rescatamos un trozo de nuestra historia.
Entre 1911 y 1926 la ocupación española chocó con una violenta oposición de las tribus del Rif lideradas por Abd al-Krim, que se materializó en el llamado Desastre de Annual (1921) donde las tropas españolas fueron derrotadas por los rebeldes rifeños. Aun disponiendo estos de una organización incipiente, muy poca artillería y ningún avión ni barco, pusieron en evidencia al ejército colonial español, mucho más numeroso, bajo el mando de un amigo personal del rey Alfonso XII, el general Silvestre que se suicidó al comprobar el nivel de la derrota: miles de muertos y cientos de militares españoles fueron hechos prisioneros.
El golpe fue tan duro que dejó a España en estado de shock. Mientras tanto el líder de los alzados, Abd el-Krim, pudo seguir sumando victorias y territorios a su causa. A medida que se prolongaba la guerra y las bajas de multiplicaban, la sociedad fue tomando posiciones frente a un conflicto que tenía un doble componente: nacional y de clase. La burguesía española se deshacía en homenajes a los soldados que eran enviados al frente pero, a su vez, hacía todo lo posible para que sus hijos no participasen en las luchas; quien tenía recursos pagaba el relevo para que los pobres sustituyesen en África a los hijos de los acaudalados. Solo la izquierda del movimiento obrero –aunque no toda- se oponía a la movilización. Los comunistas, todavía divididos en dos grupos antes de que en noviembre de aquel año (1921) cuajase la unificación en el PCE, dieron a sus militantes la orden de desafiar la política gubernamental repartiendo panfletos en los que se pedía la paz.
Después de la derrota española en Annual (1921) y con la aparición de un nuevo elemento internacional: la República del Rif, muy disputada por las riquezas de su subsuelo, la inteligencia militar hubo de ponerse manos a la obra ante una amenaza añadida –inventada muchas veces- que admitía la posibilidad de intromisiones extranjeras, la presencia de espías, informadores, etc.
En este ambiente viciado, el comunismo y la aparición del nacionalismo en el mundo musulmán fueron considerados por los militares coloniales españoles como un potencial peligro. Aunque los planteamientos ideológico-políticos de los anticolonialistas del mundo musulmán (turcos, árabes, bereberes, iraníes…) y de los comunistas tenían muy poco que ver entre sí, la inteligencia militar española tendió a unir tales corrientes de pensamiento en una misma categoría, a saber: la de máximos enemigos de España. La importancia de la supuesta ayuda bolchevique a los rebeldes marroquíes marcó el estereotipo del enemigo comunista en la cosmovisión de los militares colonialistas. El general Franco se refirió al apoyo de “sectores comunistas” a Abd el Krim para justificar la resistencia de éste, al mismo tiempo que aseveró la existencia de “agentes comunistas” sobre el terreno apoyando la insurrección.
No se conserva completo el expediente de investigación sobre los hechos de Annual llevado a cabo por el general Juan Picasso, pero sí la acusación del fiscal militar José García Moreno basado en él. Resumido en su conclusión más esencial, el informe señalaba que el desastre de Annual se debió a la negligencia e irresponsabilidad del alto mando. Mientras las tropas pasaban hambre, entre los jefes y oficiales la corrupción era una práctica generalizada…
Los militares “africanistas”, habían descubierto la idea del ‘comunismo tapadera’ o incluso del ‘comunismo redentor’.
#ComunismoTapadera
¡Qué fulgor de estrellas y de cruces y de placas y encomiendas!”
(‘La metamorfosis de su Excelencia’, Jorge Zalamea)
El reinado de Mohamed VI está viviendo sus horas más duras desde que accediera al trono de Marruecos en julio de 1999. La situación tuvo su detonante en la muerte de Mohssine Fikri, un vendedor ambulante de pescado al que la Policía requisó su mercancía. Fikri perdió la vida tratando de rescatar de un camión de la basura lo que se le había quitado por orden policial. Desde entonces, no han parado de sucederse de forma periódica las manifestaciones en diferentes puntos del Rif, pidiendo el fin de la corrupción y las desigualdades. La situación ha derivado en una completa militarización de la provincia de Alhucemas, ubicada a caballo entre Ceuta y Melilla... Con la excusa del presente contexto retrocedemos en el tiempo y rescatamos un trozo de nuestra historia.
Entre 1911 y 1926 la ocupación española chocó con una violenta oposición de las tribus del Rif lideradas por Abd al-Krim, que se materializó en el llamado Desastre de Annual (1921) donde las tropas españolas fueron derrotadas por los rebeldes rifeños. Aun disponiendo estos de una organización incipiente, muy poca artillería y ningún avión ni barco, pusieron en evidencia al ejército colonial español, mucho más numeroso, bajo el mando de un amigo personal del rey Alfonso XII, el general Silvestre que se suicidó al comprobar el nivel de la derrota: miles de muertos y cientos de militares españoles fueron hechos prisioneros.
El golpe fue tan duro que dejó a España en estado de shock. Mientras tanto el líder de los alzados, Abd el-Krim, pudo seguir sumando victorias y territorios a su causa. A medida que se prolongaba la guerra y las bajas de multiplicaban, la sociedad fue tomando posiciones frente a un conflicto que tenía un doble componente: nacional y de clase. La burguesía española se deshacía en homenajes a los soldados que eran enviados al frente pero, a su vez, hacía todo lo posible para que sus hijos no participasen en las luchas; quien tenía recursos pagaba el relevo para que los pobres sustituyesen en África a los hijos de los acaudalados. Solo la izquierda del movimiento obrero –aunque no toda- se oponía a la movilización. Los comunistas, todavía divididos en dos grupos antes de que en noviembre de aquel año (1921) cuajase la unificación en el PCE, dieron a sus militantes la orden de desafiar la política gubernamental repartiendo panfletos en los que se pedía la paz.
Después de la derrota española en Annual (1921) y con la aparición de un nuevo elemento internacional: la República del Rif, muy disputada por las riquezas de su subsuelo, la inteligencia militar hubo de ponerse manos a la obra ante una amenaza añadida –inventada muchas veces- que admitía la posibilidad de intromisiones extranjeras, la presencia de espías, informadores, etc.
En este ambiente viciado, el comunismo y la aparición del nacionalismo en el mundo musulmán fueron considerados por los militares coloniales españoles como un potencial peligro. Aunque los planteamientos ideológico-políticos de los anticolonialistas del mundo musulmán (turcos, árabes, bereberes, iraníes…) y de los comunistas tenían muy poco que ver entre sí, la inteligencia militar española tendió a unir tales corrientes de pensamiento en una misma categoría, a saber: la de máximos enemigos de España. La importancia de la supuesta ayuda bolchevique a los rebeldes marroquíes marcó el estereotipo del enemigo comunista en la cosmovisión de los militares colonialistas. El general Franco se refirió al apoyo de “sectores comunistas” a Abd el Krim para justificar la resistencia de éste, al mismo tiempo que aseveró la existencia de “agentes comunistas” sobre el terreno apoyando la insurrección.
No se conserva completo el expediente de investigación sobre los hechos de Annual llevado a cabo por el general Juan Picasso, pero sí la acusación del fiscal militar José García Moreno basado en él. Resumido en su conclusión más esencial, el informe señalaba que el desastre de Annual se debió a la negligencia e irresponsabilidad del alto mando. Mientras las tropas pasaban hambre, entre los jefes y oficiales la corrupción era una práctica generalizada…
Los militares “africanistas”, habían descubierto la idea del ‘comunismo tapadera’ o incluso del ‘comunismo redentor’.
#ComunismoTapadera
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