Ni dios ni amo
MUNDO OBREROCuando pasan infinidad de aberraciones, todavía hay quien se sorprende que llevemos más de ochenta mujeres asesinadas.
BENITO RABAL 23/12/2015
Cuando, en un bar, un grupo de amigos, ya maduritos, ven pasar a una chica joven a través de la cristalera y se les dispara la testosterona y sueltan una sarta de barbaridades imaginándosela a su antojo y merced sexual y ninguno de los presentes les recuerda que la chica en cuestión podría ser su hija.
Cuando el marido o compañero dice ufano que él ayuda en casa, queriendo decir que pone la mesa o saca los platos del lavavajillas, mientras la mujer o compañera friega, barre, hace la comida, recoge los platos, hace las camas, cambia las sábanas, arregla a los niños, les lleva al médico, hace la compra o le lava el culo a la abuela que , con la edad, ya no está muy en sus cabales, y lo dice satisfecho como si la casa no fuera también suya, es más, como si estuviera allí de invitado y, graciosamente, le echara una mano a su anfitriona.
Cuando se dice eso de “me gustan todas las mujeres, incluso la mía”. Cuando se cuentan chistes de suegras, pero nunca de suegros, significando que éstos - ¡pobrecitos! – será que siempre son buenos y ellas, por mujeres, malas. Cuando no hay en el diccionario ni un solo insulto o adjetivo peyorativo que se refiera al hombre, sino siempre a la mujer. Cuando se dice “¡esto es la polla!” para resaltar la excelencia y “es un coñazo” para justo lo contrario.
Cuando los anuncios de coches siempre se refieren a lo masculino y si en éstos aparecen mujeres o es que tienen pinta de estudiantes, lo que quiere decir que su padre les ha comprado el automóvil, o van cargadas de hijos. Cuando es la mujer quien aparece como reclamo erótico en la publicidad como si fuera el premio por comprar el producto.
Cuando por el mismo puesto de trabajo, la mujer cobra menos que el hombre aunque posiblemente tenga más capacidad.
Cuando se critican las escasas leyes contra la violencia machista diciendo que es que las mujeres a veces abusan y, aunque tal vez sea cierto en algún caso particular, éste se pierde entre el número de víctimas como una gota de agua en el océano.
Cuando se sigue dando prebendas y privilegios a una secta como es la católica cuyo primer postulado es que la mujer fue creada a partir de la costilla del hombre, no de un órgano vital como podría ser el corazón o el hígado, sino de un huesecillo sin casi importancia. Cuando para que la mujer adquiera la categoría de diosa y pueda entrar a la zona Vip del Reino de los Cielos, ésta no ha tenido que gozar del sexo jamás, sino más bien al contrario, ser virgen. Cuando la virginidad es símbolo de pureza y en el caso del hombre, su promiscuidad, de experiencia. Cuando la ausencia de placer femenino es aclamada en cada pueblo en la figura de su patrona, siempre con puñales en el corazón, siempre con lágrimas en los ojos.
Cuando hoy en día todavía hay un número elevado de embarazos en adolescentes, mientras en los colegios e institutos hay máquinas expendedoras de bollos y alimentos repletos de grasa saturadas, azúcares y componentes cancerígenos, pero no de preservativos. Cuando para adquirir la píldora del día después, demasiadas veces se requiere pasar por un examen humillante. Cuando se elimina la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que no es que fuera para tirar cohetes, pero algo hacía a favor de la igualdad, y se cambia por la de Religión.
Cuando no son las propias mujeres quienes deciden sobre su cuerpo, sobre si quieren ser madres o no.
Cuando la prostitución se sigue nombrando como el oficio más antiguo del mundo y no como la forma de esclavitud más antigua del mundo. Cuando la mayoría de la prensa, incluso la más defensora de la moral pacata, ofrece desde sus páginas la oportunidad de disfrutar de esa esclavitud bajo el manto de anuncios de masajes o relax.
Cuando se guardan minutos de silencio pero no se ponen los medios, materiales y culturales, para frenar la violencia machista.
Cuando todo eso pasa, y pasan otra infinidad de aberraciones más, todavía hay quien se sorprende que llevemos más de ochenta mujeres asesinadas en lo que va de este año que ya termina.
Cuando el marido o compañero dice ufano que él ayuda en casa, queriendo decir que pone la mesa o saca los platos del lavavajillas, mientras la mujer o compañera friega, barre, hace la comida, recoge los platos, hace las camas, cambia las sábanas, arregla a los niños, les lleva al médico, hace la compra o le lava el culo a la abuela que , con la edad, ya no está muy en sus cabales, y lo dice satisfecho como si la casa no fuera también suya, es más, como si estuviera allí de invitado y, graciosamente, le echara una mano a su anfitriona.
Cuando se dice eso de “me gustan todas las mujeres, incluso la mía”. Cuando se cuentan chistes de suegras, pero nunca de suegros, significando que éstos - ¡pobrecitos! – será que siempre son buenos y ellas, por mujeres, malas. Cuando no hay en el diccionario ni un solo insulto o adjetivo peyorativo que se refiera al hombre, sino siempre a la mujer. Cuando se dice “¡esto es la polla!” para resaltar la excelencia y “es un coñazo” para justo lo contrario.
Cuando los anuncios de coches siempre se refieren a lo masculino y si en éstos aparecen mujeres o es que tienen pinta de estudiantes, lo que quiere decir que su padre les ha comprado el automóvil, o van cargadas de hijos. Cuando es la mujer quien aparece como reclamo erótico en la publicidad como si fuera el premio por comprar el producto.
Cuando por el mismo puesto de trabajo, la mujer cobra menos que el hombre aunque posiblemente tenga más capacidad.
Cuando se critican las escasas leyes contra la violencia machista diciendo que es que las mujeres a veces abusan y, aunque tal vez sea cierto en algún caso particular, éste se pierde entre el número de víctimas como una gota de agua en el océano.
Cuando se sigue dando prebendas y privilegios a una secta como es la católica cuyo primer postulado es que la mujer fue creada a partir de la costilla del hombre, no de un órgano vital como podría ser el corazón o el hígado, sino de un huesecillo sin casi importancia. Cuando para que la mujer adquiera la categoría de diosa y pueda entrar a la zona Vip del Reino de los Cielos, ésta no ha tenido que gozar del sexo jamás, sino más bien al contrario, ser virgen. Cuando la virginidad es símbolo de pureza y en el caso del hombre, su promiscuidad, de experiencia. Cuando la ausencia de placer femenino es aclamada en cada pueblo en la figura de su patrona, siempre con puñales en el corazón, siempre con lágrimas en los ojos.
Cuando hoy en día todavía hay un número elevado de embarazos en adolescentes, mientras en los colegios e institutos hay máquinas expendedoras de bollos y alimentos repletos de grasa saturadas, azúcares y componentes cancerígenos, pero no de preservativos. Cuando para adquirir la píldora del día después, demasiadas veces se requiere pasar por un examen humillante. Cuando se elimina la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que no es que fuera para tirar cohetes, pero algo hacía a favor de la igualdad, y se cambia por la de Religión.
Cuando no son las propias mujeres quienes deciden sobre su cuerpo, sobre si quieren ser madres o no.
Cuando la prostitución se sigue nombrando como el oficio más antiguo del mundo y no como la forma de esclavitud más antigua del mundo. Cuando la mayoría de la prensa, incluso la más defensora de la moral pacata, ofrece desde sus páginas la oportunidad de disfrutar de esa esclavitud bajo el manto de anuncios de masajes o relax.
Cuando se guardan minutos de silencio pero no se ponen los medios, materiales y culturales, para frenar la violencia machista.
Cuando todo eso pasa, y pasan otra infinidad de aberraciones más, todavía hay quien se sorprende que llevemos más de ochenta mujeres asesinadas en lo que va de este año que ya termina.
Publicado en el Nº 291 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2015
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