El pueblo se levanta en Grecia: ¡Por la victoria de Syriza para romper con el capitalismo, para transformar la sociedad!
Martes, 13 Enero 2015 18:08
El 25 de enero están convocadas elecciones anticipadas en Grecia y todas las encuestas apuntan a una más que posible victoria de Syriza. La pertinaz resistencia de los trabajadores y jóvenes griegos frente a los salvajes planes de recortes impuestos por la UE y la burguesía griega ha sido una constante fuente de inspiración para millones de oprimidos de todo el mundo. Ahora, una derrota electoral de la derecha griega y la llegada de Syriza al gobierno constituiría un mazazo a la política de retrocesos sociales impuesta por la Troika en toda Europa.
Supondría una inyección de moral a la clase obrera del continente y tendría implicaciones políticas históricas. En el caso del Estado español, reforzaría una posible victoria de Podemos en las elecciones municipales, autonómicas y generales previstas para 2015.
El desencadenante formal de la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas ha sido la incapacidad del gobierno de coalición entre Nueva Democracia (ND) y Pasok de obtener la mayoría parlamentaria suficiente para elegir a su candidato a presidente, Stavros Dimas. Todas las maniobras para evitar el adelanto electoral, incluyendo intentos de sobornos y oferta de entrada en el gobierno a otras formaciones, fracasaron. La debilidad parlamentaria del gobierno de coalición encabezado por Samaras es un reflejo de su fracaso y la perdida de base social, después de actuar como cadena de transmisión de los intereses de la burguesía griega y del capital financiero europeo.
Catástrofe social sin precedentes en tiempos de paz
La política económica impuesta por la Troika ha llevado a la sociedad griega a una situación catastrófica. Más de la mitad de la población ha sido empujada a vivir por debajo de la línea de pobreza. El frío y hambre han regresado como en los peores años de la posguerra. Hay 1,5 millones parados (33% de la población activa) y sólo el 10% recibe ayuda del Estado. El número de personas en hogares en los que nadie trabaja ha pasado de 545.000 en 2010 a más de un millón en 2012. Hay más de 500.000 trabajadores sin cobrar sus salarios desde hace varios meses, los pensionistas tienen que esperar entre uno y cuatro años para empezar a cobrar su pensión.
El ingreso medio de las familias ha descendido un 40% desde el inicio de la crisis, algo nunca visto en tiempos de paz. Mil hogares al día se quedan sin luz por falta de pago y son ya más de 350.000 hogares en los que, por ejemplo, los niños tienen que encender velas para poder estudiar. Dos mil trescientas personas al día pierden el acceso gratuito a la sanidad pública, situación en la que se encuentra el 30% de la población. La mortalidad infantil ha aumentado un 43% desde el inicio de la crisis, y faltan 6.500 profesionales en la sanidad, donde la bajada salarial de los médicos, entre 2010 y 2014, llegó al 40%. Enfermedades erradicadas, como la malaria y la peste, han vuelto. El 40% de la población “ahorra” en comida para poder comprar medicinas. En 2013 el 7,4% de los hogares no pudo permitirse una alimentación completa (con carne, pollo o pescado una vez al día). Esta situación intolerable ha llevado, según cifras oficiales, a 2.500 personas al suicidio en cuatro años, más de una al día. Yanis Varoufakis, profesor de economía de la Universidad de Atenas, señala que “Grecia se encuentra en una situación parecida a 1943, bajo la ocupación nazi, cuando los griegos apenas tenían para comer”.
Los planes de recortes continúan
Esta catástrofe social, que ha sido justificada como una "terapia necesaria” para salir de la crisis, no ha resuelto ningún desequilibrio fundamental del capitalismo griego. De hecho, la economía del país es mucho más débil que antes de la crisis, habiendo perdido entre un 25% y un 30% de su PIB desde 2009. La deuda pública, teóricamente el problema más urgente que había que resolver, no ha parado de crecer, llegando al 177% del PIB.
Lo que sí se ha producido es una transferencia gigantesca de riqueza de los más pobres a los más ricos. Se calcula que apenas el 1% del dinero del “rescate” ha entrado en la economía real del país, mientras el restante 99% sirvió para garantizar la devolución con intereses de los préstamos de los bancos europeos y sanear al sistema financiero griego a costa, obviamente, de hundir las condiciones de vida y de trabajo de la inmensa mayoría.
Pese a toda la devastación, los recortes y “rescates” planeados por los estrategas del capital en absoluto ha concluido. La entrega del dinero correspondiente al último tramo del segundo rescate, que terminaba en diciembre de 2014 y que se ha prorrogado a febrero de 2015, está condicionada a nuevos recortes, entre ellos el despido de 5.500 empleados públicos, el endurecimiento de la legislación laboral, el levantamiento de la moratoria a los desahucios de primera vivienda (se calcula que 800.000 griegos pueden perder su casa o su negocio si se levanta dicha moratoria) y la ampliación del tipo general del IVA (23%) a sectores con tipo reducido.
Estas exigencias desmienten abiertamente la tesis, a la que el gobierno moribundo de Samaras se agarra como a un clavo ardiendo, de que “ya ha pasado lo peor de la crisis y de los recortes”. Actuando a la desesperada, tratando de evitar ser barrido por una insurrección popular, el gobierno de Samaras ha escenificado diferencias con la Troika respecto al grado de dureza de los nuevos ajustes. Pero esas maniobras de despiste, a estas alturas de la historia, no han servido para darle más oxígeno. El descontento social ha seguido en aumento y los presupuestos de 2015, pese a no tener el visto bueno de la Troika, fueron el desencadenante de la última huelga general del 27 de noviembre, que tuvo un fuerte seguimiento, un 20% más que la convocada en el mes de abril. Esta huelga estuvo precedida de importantes manifestaciones y conflictos, especialmente en el terreno educativo, con más de 500 institutos de secundaria ocupados para rechazar los recortes.
Años de resistencia y lucha de la clase obrera
Desde que comenzó la crisis la clase obrera griega ha hecho todo lo posible para derrotar la ofensiva capitalista: 36 huelgas generales desde 2010, además de multitud de luchas sectoriales y de empresa que han tenido un tremendo impacto, incluyendo ocupaciones de fábricas. Con el fin de doblegar la moral y la capacidad de resistencia de la clase obrera la burguesía incrementó drásticamente la represión policial, la criminalización de la izquierda y la acción de las bandas fascistas de Amanecer Dorado... Este endurecimiento se acentuó tras fracasar su intento de estabilizar la situación política convocando elecciones generales en mayo de 2012. Pretendían dotar al gobierno de una clara “legitimidad democrática” para poder contraponerla a la contestación social en la calle. Pero el ascenso de Syriza, los malos resultados de Nueva Democracia (ND) y el colapso de los socialdemócratas (PASOK), no les permitió formar gobierno. Tuvieron que convocar nuevas elecciones un mes después. La burguesía respondió con una campaña de miedo, augurando caos y guerra civil lo que les permitió, a corto plazo y por los pelos, salvar la situación formando un débil gobierno de coalición entre ND, PASOK y Dimar.
La actitud represiva del gobierno contra el movimiento obrero dio un salto con la militarización de la impresionante huelga indefinida del Metro y de la Marina Mercante en el invierno de 2012/13. En mayo de 2013, ante la perspectiva de la huelga indefinida del profesorado, el gobierno envío policías a las casas los docentes amenazándoles con cartas de despido. Inmediatamente después decretó el cierre de la televisión pública (ERT). Los trabajadores ocuparon las instalaciones televisivas e hicieron un llamamiento a apoyar su lucha, desatando un movimiento de solidaridad sin precedentes. Esta respuesta obrera provocó una crisis de gobierno, con la salida de Dimar y un debilitamiento todavía mayor de la exigua mayoría parlamentaria. Otro acontecimiento de enorme impacto fue el asesinato a manos de un fascista de Amanecer Dorado, el 18 de septiembre de 2013, del cantante de rap Pavlo Fryssas, conocido por su militancia de izquierdas. Después de numerosas manifestaciones espontáneas, los dirigentes de los principales sindicatos y partidos de izquierda convocaron una movilización antifascista con decenas de miles de trabajadores y jóvenes exigiendo la disolución de Amanecer Dorado. Había tanta indignación que el gobierno corría el riesgo de ser arrollado. Por eso detuvieron a parte de la dirección de Amanecer Dorado. El objetivo no era defender la “democracia” sino tratar de mantener la estabilidad del desacreditado régimen burgués.
La irrupción de Amanecer Dorado en la escena política (en 2012 obtuvo un 7% del voto y las encuestas le dan entre el 4,8 y el 7% para las elecciones del 25 de enero) confirma la enorme polarización política existente. Este movimiento fascista se nutre de la desesperación de sectores de capas medias, empobrecidos por la crisis, y de trabajadores y jóvenes desclasados y lumpenizados. Obviamente, un elemento clave para su desarrollo es el apoyo de sectores de la clase dominante y sus vínculos con el aparato del Estado. Para la burguesía constituyen un complemento importantísimo a la represión “oficial” del Estado.
Una situación prerrevolucionaria
Lo más destacable es que ni la represión oficial ni la utilización de las bandas fascistas han sido capaces de paralizar el movimiento obrero griego. Por el contrario, el brutal auge de la lucha de clases han sido una gran escuela de aprendizaje para la clase obrera y para los sectores oprimidos de la sociedad: han podido corroborar en carne propia cuál es la verdadera cara de la clase dominante, la falsedad de sus “convicciones democráticas”, su violencia y su insensibilidad hacia la mayoría y su absoluta falta de alternativa a la barbarie capitalista de donde extraen sus privilegios y beneficios. Esta experiencia representa una grandísima conquista política de la clase obrera.
Grecia vive una situación prerrevolucionaria desde hace tiempo: la clase dominante, extraordinariamente debilitada, no puede gobernar como lo ha hecho hasta ahora; la socialdemocracia ha colapsado y a la derecha oficial, en crisis, le surge la competencia de formaciones fascistas; la clase obrera y los sectores oprimidos están decididos a dar la batalla hasta el final, han avanzado en su conciencia revolucionaria y organización demostrando que tienen el poder y la fuerza para paralizar la sociedad y emprender el camino de la transformación socialista. Pero el factor de la dirección revolucionaria, que podría dar un carácter unificado a la rebelión social impulsando una estrategia y un programa para la toma del poder de los trabajadores, todavía está ausente de la situación.
Lo más importante de la situación en Grecia es que la correlación de fuerzas es muy favorable a la clase obrera. Un sector cualitativamente decisivo de los trabajadores y la juventud ha sacado la conclusión de que es necesario romper con el capitalismo y está dispuesto a luchar por ello. El rápido incremento del voto a Syriza en los últimos años es la mejor prueba de este proceso de fondo. La victoria de Syriza en las elecciones europeas de mayo de 2014 (en las que por primera vez en la historia reciente de Europa un partido a la izquierda de la socialdemocracia ganaba unas elecciones de carácter general) ha animando todavía más el movimiento, señalando una vía de salida para echar al gobierno títere de la Troika y empezar un proceso de transformación social profundo.
La oportunidad histórica de Syriza
En septiembre de 2014 Tsipras presentó, en un acto público en Salónica, las líneas generales de su programa de gobierno conocido desde entonces como el “programa de Salónica”. El aspecto central y que ha señalado como irrenunciable es la puesta en marcha de medidas urgentes para atajar la pobreza y revertir las contrarreformas de los últimos años para “aliviar la crisis humanitaria”. En materia laboral contempla un plan de empleo para la creación de 300.000 puestos de trabajo en dos años; el restablecimiento del salario mínimo interprofesional de antes del Memorándum, así como la legislación laboral previa, empezando por la restauración de los convenios colectivos; el aumento inmediato del subsidio de desempleo, el incremento de las pensiones inferiores a 700 euros y el restablecimiento de la paga de navidad; la recuperación de la atención médica gratuita para todos los ciudadanos, un programa de vivienda para los sin techo, electricidad gratis para los que no puedan pagarla, eliminación de los desahucios y la supresión del impuesto sobre el fuel de la calefacción... El programa de Syriza también contempla, y esto es muy significativo, la renacionalización de sectores estratégicos como el agua, la electricidad y algunos medios de transporte.
Todas estas medidas son totalmente necesarias y legítimas; son un buen arranque para empezar a emprender una política a favor de la mayoría social, objetivo que obviamente requerirá de muchos más pasos. Si Syriza gana y se forma un gobierno encabezado por Tsipras y las medidas del programa de Salónica realmente se ponen en marcha, eso implicaría, ya de entrada, el inicio de reversión del proceso de desmantelamiento de las conquistas sociales de la clase obrera Griega. Sería una victoria de trascendencia histórica, una rotunda señal de que “sí se puede” enviada al conjunto de los trabajadores europeos, y un verdadero mazazo contra la estrategia de la burguesía mundial y europea.
Esto es lo que explica la reacción brutal de Merkel y los capitalistas europeos ante la posible victoria de Syriza, con su nueva andanada de amenazas intolerables y de desprecio hacia la democracia. El contexto actual del capitalismo mundial es muy distinto al de la posguerra; ahora, cualquier reforma significativa a favor de los trabajadores choca con los intereses de la clase dominante. Además, la burguesía internacional percibe que un gobierno de Syriza estaría desde el primer momento muy presionado por abajo. Las declaraciones de Tsipras a favor de una negociación con la Troika no va a frenar la lucha en las calles, todo lo contrario. La experiencia pasada de los gobiernos de Unidad Popular de Allende en Chile, de los primeros años de presidencia de Chávez en Venezuela, incluso el triunfo del Frente Popular en el estado español en 1936, a pesar de sus objetivos moderados y de su respeto por las normas del juego capitalista, no impidieron que las masas lo tomaran como un triunfo propio, como la señal para llevar a cabo todas las transformaciones sociales necesarias para resolver sus acuciantes necesidades. Y esa señal, llevaba inevitablemente a un choque fundamental con las bases del capitalismo y la apertura de un proceso de revolución socialista.
El cinismo de la burguesía no tiene límites: no es Syriza sino el sistema capitalista y los partidos en que se basa, ND y el PASOK, los que han llevado la sociedad griega a una catástrofe social y económica sin precedentes y al caos más absoluto. Por eso, las maniobras no van a parar en un intento desesperado de impedir la victoria de Syriza.
No hay términos medios: la importancia decisiva de un programa socialista
Si la clase dominante no es capaz de detener la victoria de Syriza y evitar la formación de un gobierno de la izquierda, su ofensiva será todavía más brutal. Uno de los aspectos más sensibles para la burguesía europea es la actuación que tendría un gobierno de Syriza respecto al pago de la deuda. El programa de Syriza es la aplicación de una quita de más del 50% y supeditar el pago del resto de la deuda a la vuelta de una situación de crecimiento económico. En sí mismo, el problema de la deuda de los países periféricos es un factor de inestabilidad para el capitalismo europeo y mundial que no está resuelto en absoluto. La deuda pública griega, como la española o italiana, es realmente impagable. Todos los economistas serios lo reconocen. En un momento determinado, la aplicación de una quita como alternativa a una cadena de impagos desordenada es el mal menor para el sector financiero, siempre y cuando pueda seguir saqueando al país en cuestión. De hecho, ya se han aplicado quitas a la deuda griega recientemente. Pero hay quitas y quitas. Si un eventual gobierno de Syriza aplica una quita del 50% y el pago del otro 50% queda condicionado al crecimiento económico, en un contexto de enorme presión en la calle para aumentar el gasto social, el desafío a los intereses de la banca europea sería evidente.
La cuestión fundamental es entender que no habrá posibilidad de conciliar los intereses de los capitalistas con los intereses de la mayoría social. Seguir pagando la deuda a los banqueros, los mismos que han provocado la crisis y la prolongan indefinidamente es contradictorio con un programa a favor de la mayoría social. Lo que es elemental e irrenunciable para los capitalistas choca con lo que es elemental e irrenunciable para un movimiento obrero movilizado y que se volcará en aprovechar la oportunidad histórica de recuperar todo lo perdido en los últimos años. No hay términos medios. No hay capitalismo de rostro humano.
Si el gobierno de Tsipras adopta como criterio fundamental para su programa “calmar” a los mercados moderando su programa cometería un gravísimo error. Aquí hay un peligro muy claro. La única manera de calmar a los capitalistas sería renunciando a satisfacer las exigencias de cambio de la mayoría social, lo que sería un suicidio para el gobierno de Syriza. Y la única forma satisfacer las necesidades de cambio de la mayoría social es emprender un proceso de transformación económico y político completo. No hay una tercera vía.
En este sentido, la conquista del gobierno es un paso adelante extraordinario, pero sólo un primer paso. Los capitalistas griegos conservan las principales fuentes de poder que son la propiedad privada del sector financiero y de los grandes medios de producción y el control del aparato estatal. Como ocurrió con los gobiernos de Allende en Chile o de Hugo Chávez en Venezuela, la burguesía utilizará todo el poder económico y su aparato del estatal para sabotear, desestabilizar y tratar de derribar a un gobierno que refleje las aspiraciones de cambio de las masas y que desafíe los intereses vitales de los capitalistas.
La única manera de contrarrestar esta inevitable ofensiva de la reacción es defendiendo una alternativa claramente socialista, apelando a la clase obrera a hacerse con el control directo de las palancas de poder político y económico. Lo que está en juego en Grecia es la lucha por quién controla esta sociedad, los capitalistas o los trabajadores. Frente al sabotaje, a la huelga de inversiones, a la fuga de capitales hay que oponer la nacionalización completa y bajo control obrero de todos los sectores fundamentales de la economía. Frente a la amenaza de asfixia financiera externa hay que llamar activamente a la solidaridad de la clase obrera europea, a que sigan el mismo camino que en Grecia instaurando un gobierno favorable a sus intereses. Frente a la amenaza de salida de euro hay que levantar la alternativa de una Federación Socialista Europea.
La posible victoria de Syriza en las elecciones legislativas del 25 de enero representa un punto de inflexión histórico y la confluencia de toda una serie de procesos: la profundidad de la crisis capitalista y la ausencia de una perspectiva de salida satisfactoria para las masas; el descrédito profundo de las instituciones burguesas y de los representantes políticos de la burguesía; la arrogancia, la avaricia y el parasitismo del sector financiero; la desintegración de la socialdemocracia y, sin duda el factor más importante, la voluntad de lucha y de transformación social de la juventud, de la clase trabajadora griega y de amplios sectores de las capas medias empobrecidas. Un gobierno de Syriza recibiría una enorme presión del movimiento obrero y la juventud. Las masas lo verían como un logro de su lucha y una oportunidad histórica para poner fin a la pesadilla actual. Todos los elementos de revolución que existen en la situación política griega se podrían desarrollar a un nivel superior. Las embestidas de la reacción contra un gobierno dispuesto a resistirse a la política de recortes podrían radicalizar aún más el movimiento obrero, abriendo un nuevo periodo de la lucha de clases donde el derrocamiento del capitalismo se pondría en el orden del día con toda crudeza. Ahora más que nunca es necesario levantar la bandera de la lucha por la transformación socialista de la sociedad
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