El brutal acto de asesinato por fusilamiento contra un grupo de redactores de un periódico satírico dificilmente tiene cabida en nuestras cabezas.
Más allá de la identificación ideológico/religiosa/étnica de los/as ejecutores/as pesa ahora el dolor y la repulsa por el asesinato colectivo.
Despreciamos las armas y despreciamos las guerras pero más hondo aún es el desprecio hacia personas capaces de matar a otras personas no armadas ni en zona de guerra.
No va a ser la rabia la que ciegue nuestra razón y nuestros corazones. La razón nos seguirá diciendo que hay que trabajar y luchar por un mundo de iguales, sin opresores/as, sin asesinos/as, por un mundo en el que la cultura sea un valor máximo y la ética una razón de vida. El corazón nos dirá que hay que llorar, que hay que sentir y que no hay que flaquear para seguir buscando la utopía.
Lloramos a estos muertos como lloramos a los normalistas mexicanos desaparecidos o a las personas asesinadas por drones en Siria, Kurdistán, Ucrania o a las que lo fueron en Sbreniza, Sudán, Ruanda, Sudáfrica o quienes murieron por querer cruzar fronteras sin papeles o las mujeres asesinadas por su maltratador.
No hay muertos/as de primera ni de segunda, son todos/as muertos/as causados por la estupidez humana en cualquiera de sus formas. Son muertos/as de una sociedad enferma por causa de un sistema que no funciona.
Hoy toca gritar por esos periodistas y por la libertad de expresión.
ABT
Secretaría de Relaciones Internacionales.
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