Cuando
parecía que la guerra de Siria ya no podía ser peor para una
población exhausta, las masacres se están intensificando en todos
los frentes. Todas las fuerzas reaccionarias se esfuerzan por
destruir cualquier opción de los pueblos a vivir libres del yugo de
la dictadura y a ahogar en sangre el sueño de libertad y justicia
social que estalló en la revolución de 2011. Con el régimen de
Bashar Al Assad restituido y blanqueado gracias al apoyo de sus
aliados, Rusia e Irán, y después de haber utilizado los kurdos como
fuerza de choque contra Daech, muestran descaradamente su objetivo:
liquidar esta experiencia revolucionaria
Al
norte, hace un mes que Turquía ataca el cantón kurdo de Afrin, ante
el silencio cómplice de Rusia, que tiene presencia militar en el
enclave y veía con malos ojos el apoyo de Estados Unidos a los
kurdos. Tampoco Irán ni Estados Unidos - ni las potencias de la UE
supuestamente aliados de los kurdos han pasado de pedir al socio de
la OTAN «contención». La ofensiva turca se hace con tanques
Leopard de fabricación alemana. Poco importa ahora que las milicias
kurdas se dejaran la piel en la lucha contra el Estado Islámico,
ahora muy debilitado militarmente, como tampoco importó que los
kurdos iraquíes combatieran a los yihadistas en Mosul: tampoco se
les recompensó por el sacrificio cuando en septiembre de 2017
votaron mayoritariamente por su independencia en referéndum, un
resultado que nadie reconoció.
A
diferencia de lo que ocurrió con la batalla de Kobane el 2014-2015
cuando era el Estado Islámico quien atacaba la ciudad kurda, ahora
todo el mundo calla ante la nueva masacre. A Afrin han muerto ya
cientos de civiles y combatientes kurdos, y hay que recordar que en
la región y viven entre 400.000 y 500.000 sirios desplazados por la
guerra. Afrin -bajo control del Partido de la Unión Democrática
(PYD) kurdo y sus milicias, las Unidades de Protección Popular (YPG)
– fue el primer cantón kurdo donde se organizó un autogobierno
desde que las tropas de El Asad se retiraron en 2012 para combatir la
revolución. Es también la única zona industrial bajo dominio
kurdo. La Coalición Nacional Siria de fuerzas opositoras (conocida
como Etilaf), formada principalmente por grupos islamistas, apoya la
ofensiva turca en continuidad con sus posiciones chovinistas contra
los kurdos.
¿Qué
pretende el presidente turco, Recep Tayip Erdogan con el ataque a
Afrin? En primer lugar una nueva guerra que desvíe la atención de
los problemas internos: los continuos escándalos de corrupción, la
inflación y el paro, las críticas a su política de acaparamiento
del poder tras el golpe fallido de 2016 (hay que recordar que ganó
el referéndum de reforma constitucional del año pasado con sólo el
51.4% de los votos). Los islamistas de su partido AKP, han tenido que
aliarse con los ultranacionalistas del MHP. Asimismo la ofensiva ha
sido el pretexto para mantener el estado de emergencia, vigente desde
el intento de golpe y ha criminalizado toda la oposición como
«traidora»: ya son 800 los detenidos dentro de Turquía para
protestar contra los ataques contra Afrin. Con la guerra, Erdogan
aglutina apoyos (desde la patronal hasta la mayoría de partidos) y
con él a la política de concentración del poder en un solo hombre
al más puro estilo bonapartista.
La
utilización por los turcos de unidades del Ejército Sirio Libre
(ESL) profundizará la brecha mortal entre los kurdos y la rebelión
popular contra Asad. La política de la dirección del ESL buscando
un aliado exterior -en este caso Turquía- como protección, paga el
alto precio de destruir la base de unidad de los dos factores
revolucionarios de todo el proceso. Las potencias y el régimen han
utilizado a kurdos y rebeldes los unos contra los otros, sabiendo que
de esta lucha fratricida ambos serían derrotados. Por su parte la
dirección del PYD pide al régimen que detenga el ataque turco en
defensa ... ¡de la integridad territorial siria! Es decir del estado
que les ha oprimido y marginado durante décadas. Al cerrar este
artículo, el régimen sirio mostraba imágenes de varias unidades
militares de «fuerzas populares» pro Al Asad entrando en Afrin,
pretendidamente para combatir la invasión turca. ¿Alguien duda de
que estas armas acabarán girando contra los Kurdos?
La
situación en Afrin muestra el error de la política del PYD, basada
en el pragmatismo y en la confianza que Rusia y Estados Unidos los
separarían del destino del resto de pueblos de Siria. Pero lo que ha
ocurrido es que una vez la revolución ha sido ahogada por las
potencias internacionales, regionales, el régimen de Asad y las
direcciones islamistas reaccionarias, ahora Putin y Trump los
abandonan ante la agresión turca. Y ahora todo lo que los kurdos han
conseguido está amenazado.
Guta,
masacrada
Asimismo,
el régimen emprende una brutal ofensiva sobre Idlib y las posiciones
que aún no controla en las proximidades de Damasco: Duma y los
barrios de Guta Este, sometidos a un asedio feroz desde 2013 y a
intensos bombardeos diarios que caen sobre una población exhausta,
además del poder totalitario de grupos salafistas como Hay’at
Tahir al-sham y Jaish al Islam, que han asesinado y secuestrado
cientos de activistas revolucionarios. El régimen y sus aliados
bombardean hospitales y en lo que va de año se han registrado ya al
menos tres ataques con cloro, cuando se suponía que Al Asad había
entregado todo su arsenal químico. Desde mediados de noviembre las
400.000 personas que viven en Guta han sido bombardeadas por tierra y
aire diariamente por el régimen y sus aliados. En Idlib y las zonas
rurales de Hamma 200.000 civiles han sido desplazados sólo durante
el mes de enero. El 20 de febrero se produjo la peor masacre en un
bombardeo de Al Asad, con más de un centenar de muertos en un solo
día. Y tanto Turquía como Estados Unidos callan sobre las masacres
del régimen. Intercambio de cromos entre Turquía y Al-Assad, como
ya ocurrió con la caída de Alepo: ahora, Turquía tiene manos
libres en el norte para atacar a los kurdos, mientras el régimen
-con Rusia y Irán- las tiene para acabar con la resistencia .
Al
igual que condenamos la invasión turca en Afrin, condenamos los
ataques régimen a Guta y Idlib, que supuestamente eran zonas de
«des-escalada» según los acuerdos de Astaná, patrocinados por
Rusia, Irán y Turquía, que ahora callan sobre las agresiones. Hay
un consenso de todos los poderes regionales e internacionales para
liquidar el movimiento popular revolucionario y estabilizar el
régimen de Damasco con Al Asad al frente a nombre de la «guerra
contra el terror». Al Asad también tiene carta blanca para sus
crímenes.
El
hecho es que una alianza entre los kurdos y los rebeldes sirios pudo
cambiar el destino de la guerra. El 2012-13 el régimen parecía
acorralado, no tenía ni siquiera capacidad para convencer a su gente
a enrolarse en el ejército, que se desangraba con deserciones. Por
ello recurrió a vender el país a Irán y Rusia, que entraron en la
guerra a su lado siguiendo cálculos de interés geopolítico propio.
Pero las fuerzas rebeldes antepusieron la alianza con Turquía y
nunca reconocieron la realidad nacional kurda. Y a política de la
dirección kurda buscó alianzas con Rusia, Estados Unidos, que ahora
lo abandonan, e incluso el propio régimen, que sólo espera su
momento para volver a poner los kurdos bajo la bota.
Con
este mar de fondo, Israel ataca posiciones del régimen e iraníes,
tras la excusa del dron iraní en su espacio aéreo. Un ataque
informado y negociado con Rusia -que no utilizó sus baterías
antiaéreas- y Estados Unidos, aliados incondicionales del sionismo.
Hay quien ve contradicciones. Explicando la realidad en un análisis
de bloques y superestructural, es imposible entender lo que ocurre.
Por el contrario si utilizamos la lucha de clases y los intereses
estratégicamente irreconciliables como explicación, todo cuadra: La
ofensiva de todos los poderes regionales tiene por objetivo principal
acabar de destruir los factores progresivos de la situación: la
resistencia al régimen y el pueblo kurdo. En este marco pueden
volver a reaparecer los intereses estratégicos por el imperialismo:
los del estado de Israel, que exige también la subordinación de
Siria a su dictado en un intento de impedir que crezca la influencia
iraní.
Ante
este consenso contrarrevolucionario es necesario articular la
solidaridad de todos los revolucionarios sirios, sean árabes, kurdos
o de cualquier otro grupo, que están contra el régimen de Asad y
las potencias regionales e internacionales en apoyo a la lucha por
las libertades, la justicia social y los derechos de las minorías
oprimidas.
11 de marzo de 2018
Layla
Nassar
(Miembro
de Lucha Internacionalista)
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