CONVERSANDO CON UN EDITOR DE LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA ALEMANA
Hemos tenido la posibilidad - escribe Sara Rosenberg - de estar en la librería Contrabandos –en Madrid- escuchando a un viejo editor de la RDA. El editor de la que fue la más grande editorial del tiempo en que los libros se leían por miles (...).
Por SARA ROSENBERG (*) / CANARIAS-SEMANAL-.ORG
Hoy hemos estado en la librería Contrabandos –en Madrid- escuchando a un viejo editor de la RDA.
El editor de la que fue la más grande editorial del tiempo en que los libros se leían por miles y las editoriales publicaban veinte o treinta mil libros que se agotaban, baratos y accesibles a todo el mundo. Libros subvencionados por el estado, por una política de estado contraria a la mercantilización del libro.
Quiero decir –con una nostalgia para nada inactiva- que ese tiempo nos habla de sociedades que estaban pensándose a sí mismas, en las que el libro no era solamente un valor de cambio -medido por cuánto se vende y gracias a la publicidad/propaganda y al sometimiento a la ideología hegemónica- sino que existía una preocupación por la calidad de la escritura y la literatura, del arte, de la ciencia, de la construcción del ser humano nuevo, que salía y debía salir rápidamente de la barbarie fascista. El tiempo urgía.
En aquella sociedad –la RDA- el libro era un valor importante para la vida de un país destruido por la guerra. Una sociedad en construcción. Con la conciencia de la construcción y la necesidad de aprender a hacer todo de otra manera, con otras relaciones sociales de producción que traerían o debían traer otra noción de cultura. Y había que hacerlo contando y comprendiendo el atroz legado de los años de nazismo y fascismo. Era la condición humana, el medio y la enfermedad que era necesario transformar.
Me hubiera encantado vivir ese tiempo. Y cuando leo a los poetas, a los escritores que estaban imaginando e inaugurando un nuevo mundo siento un gran placer y una admiración enormes. Brecht retorna a Alemania. Son internacionalistas, capaces de entender y construir un mundo desde una perspectiva diferente a las limitadas fronteras del conocimiento inmediato; nada que ver con lo que significa saciar las horas muertas de lectores aburridos y pendientes de lo que dicen en los medios de embrutecimiento de masas que ha de ser leído según la orden-marketing.
La lectura es campo de debate y de conocimiento , de construcción de un nuevo ser humano, colectivo, revolucionarios, subversivo. Pudo ser o no ser, hubo errores y aciertos, hubo que cerrar para abrir, hubo que luchar en contra de la invasión cultural de la potencia hegemónica –EUA- nacida de la segunda guerra mundial para ser decididamente una potencia en pie de guerra contra el comunismo. La llamada guerra fría fue una guerra brutal y constante.
Hubo que luchar contra el concepto de ser humano liberal, un ser humano fácil de manipular usando sus más bajos instintos- aquello que Marx llamó el reino de la necesidad- y contra el ser humano tallado por el nazismo que había sido conducido con facilidad desde el liberalismo a la complicidad y a la acción criminal contra sus semejantes. El hombre y la mujer del nazismo. Estados Unidos utilizará la experiencia de control de masas y beberá de las raíces goebelianas para organizar su poderosa empresa cultural e ideológica que terminará hegemonizando el mundo hasta nuestros días.
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