El director de Mundo Obrero, Ginés Fernández abrió esta sesión del IV Foro, celebrado el pasado 27 de enero en Córdoba, planteando el objetivo marcado por el PCE y MO de la conmemoración del Centenario de la Revolución Socialista de Octubre desde el aspecto de la memoria y la remembranza, pero sobre todo desde el estudio y la reflexión que nos aporta el hecho más importante del siglo XX y que cambió las bases del mundo en beneficio de la clase trabajadora y contra el capital a principios de siglo. En esta cuestión se centrarán las actividades que realizó MO sobre el centenario. También agradeció al Instituto Ángel de Saavedra la cesión del local y al PCE de Córdoba el esfuerzo por la organización del acto y a los camaradas José Manuel Mariscal y Julio Anguita su compromiso con el periódico a través de la presencia en el IV Foro.
JULIO ANGUITA comenzó su intervención insistiendo en que todo análisis, todo debate que no conduzca a la acción inmediata política es, simplemente, un ejercicio académico que quedará en los anaqueles de las librerías. El ex coordinador general de IU y ex secretario general de PCE habló de cómo Lenin sí supo unirlo. En un tono pedagógico resumió en tres verbos la síntesis de la filosofía política de Lenin. El primero, dijo, es “designar”, es decir, señalar quién es el enemigo, “cosa que hoy se ha perdido en muchos lugares de la izquierda, quién es el enemigo que tenemos que batir”. Una vez que se señala y se designa, viene la segunda parte: se describe, se analiza, se va mostrando qué partes tiene, qué componentes… a fin de que la gente lo vaya reconociendo y vaya asumiendo que realmente, ése es el enemigo. El tercer verbo, añadió, es “definir”, que significa resolver, construir la alternativa. “Para mí el genio de Lenin tiene esto en máximo grado, es decir: designa, describe y define. Digo esto porque en estos momentos, si Lenin tuviese que señalar cuál es el enemigo diría globalización”. Siguiendo esa línea, Anguita explicó que hoy Lenin habría comenzado por designar y definir la globalización para luego poner la práctica para enfrentarse a ella, y hacerlo sobre todo en un aspecto fundamental: el aspecto ideológico. Anguita recalcó, que partiendo del reconocimiento de que la lucha es económica, para él la lucha es fundamentalmente ideológica: lucha de idea contra idea. “Sin eso estamos perdidos”, advirtió.
Puso varios ejemplos de algunos paladines esa batalla ideológica. Empezó por Margaret Thatcher cuando con su famosa TINA “No hay alternativa” le dijo a los mineros y obreros ingleses “No tenéis alternativa”. Detrás de esa frase, ironizó Anguita, “está la gravedad de que hasta hace relativamente poco tiempo, los comunistas y la izquierda éramos satán, el demonio, los malignos… ahora somos tontos. Esto significa que el enemigo nos ha perdido el respeto, se ha crecido porque considera que su filosofía ha ido avanzando en nuestras propias vidas”. Cuando Margaret Thatcher dice “No hay alternativa” lo que dice es “¿Qué es lo que ustedes traen al mundo, cuáles son sus valores, su práctica?” pero Thatcher, -continúo argumentando el ideólogo cordobés- que es un personaje importante dentro del mundo del conservadurismo y del neoliberalismo, dice algo más: No existe la sociedad, solamente hay hombres, mujeres y familias. consecuentemente sólo hay derechos individuales, desaparecen los derechos sociales. Y dice más: “la economía es el método objetivo para cambiar el corazón y el alma”. El corazón y el alma, los valores y las visiones alternativas, la economía sirve para cambiar todo nuestro pensamiento.
De ahí pasó a otro ejemplo más reciente y más cercano cuando hace cuatro años participó en un debate, en la Fundación Canal en Madrid, con el que entonces era el Consejero de Economía de la Comunidad Autónoma de Madrid, Percival Manglano, un prohombre del Partido Popular que dijo: “El mercado corrige a la democracia”. Y había gente allí que asentía con la cabeza. “Estábamos entrando ya en lo que hoy tenemos, es decir, empezaban a destilar unas ideas que hoy tienen cabida en una inmensa multitud de personas, estoy hablando también de trabajadores, el dominio ideológico”.
También citó a uno de los hombres poderosos de Alemania, Hans Tietmeyer, quien fue presidente del Deutsche Bundesbank alemán cuando en 1994 sentenció que los políticos deben aprender que no pueden enfrentarse a lo que digan los mercados. “Más claro, agua”, apuntó Anguita. Y en esa línea recordó otra frase célebre, esta vez pronunciada por un primer ministro de Portugal: “Hemos alcanzado en términos de competitividad el límite de lo sostenible en bienestar social”, donde expresaba que la competitividad es contradictoria con el bienestar social.
Anguita utilizó estos ejemplos para ilustrar cómo estamos ante algo más que la hipermundialización. “La fuerza que hoy tiene la globalización se debe a que es una visión del mundo, es una cosmovisión. El Manifiesto Comunista, el marxismo, fue y es una visión del mundo, tiene sus valores, es una explicación histórica de la lucha de clases, con un fin, con un sujeto al que se le atribuye la transformación social y la revolución; pero la globalización en estos momentos, no es sólo el desarrollo del comercio mundial, es una visión del mundo con sus valores, sus contravalores, su filosofía y, por tanto, tiende a luchar en el terreno ideológico, tiende a meternos en la cabeza sus valores”.
Habló del dios Mercado. “El mercado es el que decide y contra él no se puede ir -Tietmeyer: los políticos deben aprender a obedecer las órdenes de los mercados- y hoy vemos en los telediarios que los mercados no van a consentir esto o lo otro… pero ¿qué son los mercados? Los mercados son poderes económicos, personas con nombre y apellidos pero se utiliza una palabra para evitar señalar que son personas concretas; esto se llama una perífrasis, cuando yo no quiero mencionar una cosa por su nombre real utilizo una aproximación. Compañeros y compañeras, camaradas, cuando llegamos a la globalización ¿cómo es ésta definida?: La globalización plantea la existencia de fuerzas que nadie ya puede controlar y que está transformando el sistema mundial”.
Y también de un segundo dios: la competitividad. La competitividad es que hay que vender como sea. “Si utilizamos la lógica más normal llegaremos a una conclusión: si todos los que estamos aquí queremos ser competitivos y tenemos que exportar más que importar ¿a quién le vendemos? Si todos tenemos que vender más que comprar ¿quién compra? Es decir, embarca a una lucha tremenda por conquistar los mercados. Éste es el funcionamiento de la máquina ahora, lo que se llama hacer posible que podamos vender, los salarios tienen que bajar. Además, dentro de su lógica llevan razón –no es que yo esté de acuerdo- pero a mí me gusta colocarme en la lógica de mi enemigo, y digo enemigo que no adversario ¿por qué pienso eso? porque si quiero atacarlo y enfrentarme, tengo que saber cuál es la lógica de su pensamiento. Lenin estaría de acuerdo con esto porque es lo que planteó toda su vida.
Al tercer dios lo llamó el crecimiento sostenido. “Hay que crecer, hay que crecer… pero, qué tontería es ésta, cómo que hay que crecer ¿permanentemente? pero la naturaleza ¿no es finita? hasta cuándo vamos a estar explotando los recursos ¿qué es eso de crecer y crecer? Se puede crecer en educación, en salud, en cultura, en bienestar social… pero en fabricar es imposible. Hay algo más”. Las pruebas demuestran que el crecimiento económico no conlleva necesariamente que la gente gane más, las últimas estadísticas lo dicen una y otra vez: España ha crecido económicamente pero las diferencias cada vez son mayores. Llegado a este punto criticó el hecho de que una parte de la izquierda haya asumido y reproduzca lo de mercado, competitividad y crecimiento sostenido.
Anguita apeló a Gramsci cuando explicaba que los poderes dominan por una razón fundamental, porque tienen hegemonía, definiendo hegemonía como la supremacía de un grupo social que se manifiesta de dos formas: como dominio o como dirección intelectual y moral. Argumentó cómo hoy la globalización, sus portavoces, sus economistas, sus periodistas, sus partidos políticos, sus intelectuales son los que van consiguiendo la aceptación de los valores de la globalización como los únicos que existen. Pero se disfraza de una cosa muy interesante: de sentido común.
Sobre el sentido común, dijo que es un arma de dos filos, porque con él se ha dado apoyo a las mayores infamias y barbaridades que existen; aunque hay otro “sentido común” que también existe en la gente, el sentido común de que todo el mundo tiene derecho a vivir, tiene derecho a comer, a tener un trabajo… pero el que se está imponiendo es el de yo tengo que ser competitivo, tengo que enfrentarme con el otro, no meterme en política, tengo que conseguir vivir lo mejor que pueda, ser insolidario…
Conduciendo ya el tema hacia una conclusión final planteó la cuestión clave: ¿A dónde va la globalización si no lo remediamos? “Lo estamos viendo, ya ha habido una primera experiencia: se llama Unión Europea”. Recordó que en el año 1992 el PCE ya se opuso al Tratado de Maastricht y que la Unión Europea ha terminado por ser un conglomerado de intereses económicos que está por encima de los gobiernos. “Cuando fuerzas políticas, en las que estamos nosotros, plantean que si gobernásemos subiríamos los salarios y demás, olvidan que eso no es posible dentro del Euro. No es posible. Quiero decir, que lo que se está construyendo en la UE es el dominio del capital, pero no un dominio político, no es una unión política hija del acuerdo y del consenso, no es un gobierno europeo emanado de la voluntad popular, es un gobierno “de hecho” no un gobierno de derecho. Pues bien, el mundo camina a un gobierno mundial porque esta economía mundializada de la globalización necesita de un gobierno pero ese gobierno no es político, no puede serlo, será un gobierno económico dominado por cinco o seis señores de la guerra que, en este caso, serán señores de las multinacionales. Y enlazó con el comienzo de su exposición, diciendo que para enfrentarse a la globalización desde el espíritu, la creación y el genio de Lenin supone, en estos momentos precisos, aquí y ahora, conocer a nuestro enemigo y cómo nos vamos a enfrentar a él. “Consiste, por tanto en que la lucha de ideas es fundamental y desmontar eso cuesta mucho trabajo… pero se puede hacer”. Hay que tener la información, hay que tener una organización que sea capaz de estar en todos sitios dando una serie de informaciones, hay que asumir que a nuestro pueblo hay que decirle las cosas muy claras, desde el estudio, desde el análisis, hay que enfrentarlo a que él tome decisiones. Hay que señalar quién es el enemigo, no hay equivocación, no hay duda”.
También advirtió que si se empieza a jugar pensando únicamente en cuestiones electorales, habremos perdido la guerra y todas las batallas, “vamos a tardar décadas en levantar cabeza porque estamos en el comienzo de una derrota, porque la lucha ideológica la vamos perdiendo. No es que la vayamos perdiendo los que estamos en esta mesa ni los camaradas, la vamos perdiendo la inmensa mayoría de los trabajadores organizados cuando se asumen estos valores. Hay que decirle a la gente, con toda la tranquilidad, con toda la dulzura, que habrá que vivir de otra manera para que vivamos todos; pero al pobretico que gana esos pocos cientos de euros… ¡no va contigo! Es que a veces lo defienden, yo he oído en la calle decir: “No, no, no, es que nos quieren quitar…” ¿A ti qué te van a quitar? ¿el hambre? asumen, son solidarios ¿por qué? porque nadie les ha explicado lo que hay”.
“Ésa es nuestra lucha” sintetizó Anguita. Si queremos ser fieles a lo que representó la revolución del diecisiete y a Lenin, hay que asumir este combate. Hay que enfrentarse a la globalización desde el terreno de la información, del conocimiento, de la didáctica, de la organización y de tener muy claro que ése es el enemigo al que hay que enfrentarse; pero además en una guerra que no tiene ni tregua ni cuartel; en la guerra ideológica no hay pacto, nunca puede haberlo. Puede haber pacto en la guerra política, en la negociación… en la guerra de ideas, jamás. O hay vencedores o vencidos, la Historia nos muestra eso. Por tanto, creo que rememorar hoy la Revolución de 1917 y la figura de Lenin -y de nosotros, dirigentes- es asumir que tenemos un enemigo poderoso que domina y controla los medios de comunicación, que se ha metido en parte de nuestras cabezas, que se ha erigido en cosmovisión con unos valores y que, con esta realidad que tenemos, nos enfrentamos a ella, con la definición clarísima de que es el enemigo o nosotros. No hay términos medios.
JOSÉ MANUEL MARISCAL, Secretario General del Partido Comunista de Andalucía, inició su intervención hablando de la revolución, y del último medio siglo de contrarrevolución liberal en sus diferentes versiones. Lo hizo con la intención de celebrar el centenario de la revolución soviética mirando al futuro y aprendiendo de las enseñanzas “que nos puedan iluminar para hacer hoy la revolución”. Empezó aludiendo a la derrota del proyecto de 1917 como uno de los logros de la contraofensiva que se inició en los años 70 con los Chicago boys en el Chile de Pinochet como experimento. Contó que cuando Reagan copió la idea ya había roto Nixon con el patrón oro y con Bretton Woods y que desde entonces se sucedieron las crisis de la deuda de la década de los 80 en América Latina; las crisis financieras de los 90 en Rusia, México, Brasil o, en forma de guerra económica, en los hasta entonces llamados tigres del sureste asiático, hasta llegar a la gran recesión de nuestros días. Una sucesión continua de crisis que han dado como resultado un vuelco en la correlación de fuerzas, de momento.
“Ha habido intentos propagandísticos para convencernos de que un capitalismo justo y razonable era posible. Pero las tercera vías de Blair y Clinton (señor) y sus bienpensantes seguidores son las que nos han traído hasta aquí. Como bien dice Nancy Fraser, la derrota de Clinton (señora) marca el fin del neoliberalismo progresista”.
A partir de ahí, Mariscal adelantó que iba a lanzar “diez breves ideas para hacernos preguntas complejas” y las fue exponiendo una tras otra para provocar la reflexión y el debate en el auditorio.
1. El proceso revolucionario de 1917 en Rusia, culminado en Octubre, fue contra los catecismos y la ortodoxia marxista de la época. La caterva de marxistas que llamaban loco a Lenin fue sellando sus labios poco a poco conforme se desarrollaban los acontecimientos, desde la Estación Finlandia hasta el Palacio de Invierno. Si Lenin hubiese hecho caso de los catecismos de la época no habría centenario que celebrar. Por eso Gramsci escribió “la Revolución contra El Capital”. Por eso hay que huir de lo que Fernández Buey llamaba los leninismos embalsamatorios. El leninismo es justo lo contrario que seguir un catecismo.
2. La lucha de clases nunca se expresa de una forma absoluta, nítida. Las “impurezas” son las que determinan la política de alianzas. La revolución soviética (y todos los procesos revolucionarios de este siglo) demuestra que alianzas y política son caras de la misma moneda. La hoz y el martillo, el símbolo de nuestra tradición comunista es la mejor expresión de las alianzas. Algo que nada tiene que ver con lo que hoy se llama (y yo me niego a llamar) política de alianzas. Si el sujeto es la clase, las alianzas hay que desarrollarlas en términos de clase. Somos materialistas, ni idealistas ni positivistas.
3. “Todo el poder a los soviets” fue una consigna que implicaba la existencia de un contrapoder capaz de hacerse con el mando de un país. Los soviets no fueron creados por Lenin ni por el Partido Bolchevique sino que surgieron de la fuerza creadora de las masas, pero constituyeron el núcleo democrático para otra institucionalidad, un contrapoder para la ruptura. ¿Qué contrapoder construimos para la revolución democrática que demandamos para el Estado Español?
4. Todo proceso revolucionario conlleva formas de violencia. Especialmente por parte de aquellos sectores cuyos privilegios peligran. Sectores que han demostrado durante el siglo soviético hasta dónde están dispuestos a llegar para mantener dichos privilegios. Lo primero a lo que tuvieron que hacer frente los revolucionarios de octubre fue a un ejército blanco apoyado por los EEUU, Francia, Japón y el Imperio Británico. La contraofensiva imperialista de hoy en América Latina tiene formas más sutiles que entonces, pero la violencia sigue siendo un arma recurrente de las clases parasitarias en todo momento y lugar.
5. El Socialismo es un proceso, no se decreta. La explicación de los hechos históricos debe basarse en las fuerzas motoras profundas: la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas productivas. La sociología es un elemento más de análisis, no un fin en sí misma.
6. La Revolución Soviética sitúa al ser humano en el centro. El objetivo es la emancipación del hombre y de la mujer. El proletariado es el agente más propicio para lograr dicho objetivo por su situación en las relaciones de producción del capitalismo. Si algo ha sido mercantilizado durante este siglo y, especialmente tras la contrarrevolución neoliberal es la propia vida.
7. La Revolución Soviética es un ejemplo de cómo combinar la lucha económica con la lucha democrática. Espontaneismo y conciencia fueron términos ampliamente utilizados para debatir sobre la táctica adecuada que fuese capaz de usar la lucha contra un régimen autocrático como el zarista como catalizador de la lucha por el socialismo.
8. El análisis del contexto europeo y de los procesos revolucionarios en otros países fue un aspecto central para los encuentros y desencuentros de los revolucionarios de 1917. No en vano, hace 100 años el mundo estaba en guerra, Lenin describió la misma como una guerra de rapiña y explicó en “El Imperialismo, fase superior...” las motivaciones profundas que permitían utilizar la demanda de Paz desde una perspectiva de clase. Paz entre los pueblos, guerra entre las clases.
9. El acierto estratégico de los bolcheviques de 1917 no hubiese sido posible sin el análisis profundo de la derrota de 1905. Hay que aprender de las derrotas, para lo cual lo primero es reconocer que ésta se ha producido. Hay que saber, también, ser minoría en un momento histórico dado, como minoría eran los Bolcheviques en los Soviets en febrero de 1917.
10. Repensar la revolución es repensar el poder. Estado, mercado, violencia y democracia se combinan hoy para aplastar a los pueblos. Alcanzar un gobierno sin conquistar el poder es un ejercicio que puede llevar a la melancolía y a la frustración. Para derrocar al gobierno provisional hubo de existir el contrapoder de los Soviets.
A partir de ahí, el Secretario General del PCA, habló del papel del Partido como vanguardia y como parte del mundo obrero. Lo hizo partiendo del gran salto estratégico que introdujeron las “tesis de abril” tras la revolución rusa de febrero de 1917, a partir del cuál el partido no es entonces visto como una vanguardia externa al movimiento obrero, sino como una parte del movimiento obrero mismo que se hace vanguardia al confrontar en él sus orientaciones con otras líneas políticas. En el punto, argumentó que, salvando las distancias históricas, “el PCE debe asumir la necesidad de generar, y participar en, espacios que permitan confrontar nuestras orientaciones con otras líneas políticas”.
Esto conlleva -dijo- dos movimientos para el partido: hacia dentro, para el reforzamiento de un referente nítido, tan fuerte en lo ideológico como en lo organizativo, que explique los hechos en las fuerzas motoras profundas que operan en el capitalismo: el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases; hacia fuera para trabajar en la ampliación por la base del bloque rupturista. Ambos movimientos deben retroalimentarse y estar dirigidos, en esta fase de acumulación de fuerzas, a trabajar el factor subjetivo del proceso de ruptura democrática: la organización y la consciencia de las masas.
Hacer que ambos movimientos se alimenten de forma mutua tiene también como objetivo ligar la lucha de clases con la lucha democrática, puntualizó: “los comunistas no entendemos un bloque rupturista que no incorpore en su seno al pueblo trabajador y sus intereses de clase”.
Mariscal finalizó provocando de nuevo para incitar a la acción. Lo hizo apelando a “la amenaza cierta de que la salida de la crisis se realice como revolución pasiva radica en que el bloque dominante sea capaz de separar en intereses diversos a las capas subalternas, incorporando parte de sus demandas de forma fragmentada”.
JULIO ANGUITA comenzó su intervención insistiendo en que todo análisis, todo debate que no conduzca a la acción inmediata política es, simplemente, un ejercicio académico que quedará en los anaqueles de las librerías. El ex coordinador general de IU y ex secretario general de PCE habló de cómo Lenin sí supo unirlo. En un tono pedagógico resumió en tres verbos la síntesis de la filosofía política de Lenin. El primero, dijo, es “designar”, es decir, señalar quién es el enemigo, “cosa que hoy se ha perdido en muchos lugares de la izquierda, quién es el enemigo que tenemos que batir”. Una vez que se señala y se designa, viene la segunda parte: se describe, se analiza, se va mostrando qué partes tiene, qué componentes… a fin de que la gente lo vaya reconociendo y vaya asumiendo que realmente, ése es el enemigo. El tercer verbo, añadió, es “definir”, que significa resolver, construir la alternativa. “Para mí el genio de Lenin tiene esto en máximo grado, es decir: designa, describe y define. Digo esto porque en estos momentos, si Lenin tuviese que señalar cuál es el enemigo diría globalización”. Siguiendo esa línea, Anguita explicó que hoy Lenin habría comenzado por designar y definir la globalización para luego poner la práctica para enfrentarse a ella, y hacerlo sobre todo en un aspecto fundamental: el aspecto ideológico. Anguita recalcó, que partiendo del reconocimiento de que la lucha es económica, para él la lucha es fundamentalmente ideológica: lucha de idea contra idea. “Sin eso estamos perdidos”, advirtió.
Puso varios ejemplos de algunos paladines esa batalla ideológica. Empezó por Margaret Thatcher cuando con su famosa TINA “No hay alternativa” le dijo a los mineros y obreros ingleses “No tenéis alternativa”. Detrás de esa frase, ironizó Anguita, “está la gravedad de que hasta hace relativamente poco tiempo, los comunistas y la izquierda éramos satán, el demonio, los malignos… ahora somos tontos. Esto significa que el enemigo nos ha perdido el respeto, se ha crecido porque considera que su filosofía ha ido avanzando en nuestras propias vidas”. Cuando Margaret Thatcher dice “No hay alternativa” lo que dice es “¿Qué es lo que ustedes traen al mundo, cuáles son sus valores, su práctica?” pero Thatcher, -continúo argumentando el ideólogo cordobés- que es un personaje importante dentro del mundo del conservadurismo y del neoliberalismo, dice algo más: No existe la sociedad, solamente hay hombres, mujeres y familias. consecuentemente sólo hay derechos individuales, desaparecen los derechos sociales. Y dice más: “la economía es el método objetivo para cambiar el corazón y el alma”. El corazón y el alma, los valores y las visiones alternativas, la economía sirve para cambiar todo nuestro pensamiento.
De ahí pasó a otro ejemplo más reciente y más cercano cuando hace cuatro años participó en un debate, en la Fundación Canal en Madrid, con el que entonces era el Consejero de Economía de la Comunidad Autónoma de Madrid, Percival Manglano, un prohombre del Partido Popular que dijo: “El mercado corrige a la democracia”. Y había gente allí que asentía con la cabeza. “Estábamos entrando ya en lo que hoy tenemos, es decir, empezaban a destilar unas ideas que hoy tienen cabida en una inmensa multitud de personas, estoy hablando también de trabajadores, el dominio ideológico”.
También citó a uno de los hombres poderosos de Alemania, Hans Tietmeyer, quien fue presidente del Deutsche Bundesbank alemán cuando en 1994 sentenció que los políticos deben aprender que no pueden enfrentarse a lo que digan los mercados. “Más claro, agua”, apuntó Anguita. Y en esa línea recordó otra frase célebre, esta vez pronunciada por un primer ministro de Portugal: “Hemos alcanzado en términos de competitividad el límite de lo sostenible en bienestar social”, donde expresaba que la competitividad es contradictoria con el bienestar social.
Anguita utilizó estos ejemplos para ilustrar cómo estamos ante algo más que la hipermundialización. “La fuerza que hoy tiene la globalización se debe a que es una visión del mundo, es una cosmovisión. El Manifiesto Comunista, el marxismo, fue y es una visión del mundo, tiene sus valores, es una explicación histórica de la lucha de clases, con un fin, con un sujeto al que se le atribuye la transformación social y la revolución; pero la globalización en estos momentos, no es sólo el desarrollo del comercio mundial, es una visión del mundo con sus valores, sus contravalores, su filosofía y, por tanto, tiende a luchar en el terreno ideológico, tiende a meternos en la cabeza sus valores”.
Habló del dios Mercado. “El mercado es el que decide y contra él no se puede ir -Tietmeyer: los políticos deben aprender a obedecer las órdenes de los mercados- y hoy vemos en los telediarios que los mercados no van a consentir esto o lo otro… pero ¿qué son los mercados? Los mercados son poderes económicos, personas con nombre y apellidos pero se utiliza una palabra para evitar señalar que son personas concretas; esto se llama una perífrasis, cuando yo no quiero mencionar una cosa por su nombre real utilizo una aproximación. Compañeros y compañeras, camaradas, cuando llegamos a la globalización ¿cómo es ésta definida?: La globalización plantea la existencia de fuerzas que nadie ya puede controlar y que está transformando el sistema mundial”.
Y también de un segundo dios: la competitividad. La competitividad es que hay que vender como sea. “Si utilizamos la lógica más normal llegaremos a una conclusión: si todos los que estamos aquí queremos ser competitivos y tenemos que exportar más que importar ¿a quién le vendemos? Si todos tenemos que vender más que comprar ¿quién compra? Es decir, embarca a una lucha tremenda por conquistar los mercados. Éste es el funcionamiento de la máquina ahora, lo que se llama hacer posible que podamos vender, los salarios tienen que bajar. Además, dentro de su lógica llevan razón –no es que yo esté de acuerdo- pero a mí me gusta colocarme en la lógica de mi enemigo, y digo enemigo que no adversario ¿por qué pienso eso? porque si quiero atacarlo y enfrentarme, tengo que saber cuál es la lógica de su pensamiento. Lenin estaría de acuerdo con esto porque es lo que planteó toda su vida.
Al tercer dios lo llamó el crecimiento sostenido. “Hay que crecer, hay que crecer… pero, qué tontería es ésta, cómo que hay que crecer ¿permanentemente? pero la naturaleza ¿no es finita? hasta cuándo vamos a estar explotando los recursos ¿qué es eso de crecer y crecer? Se puede crecer en educación, en salud, en cultura, en bienestar social… pero en fabricar es imposible. Hay algo más”. Las pruebas demuestran que el crecimiento económico no conlleva necesariamente que la gente gane más, las últimas estadísticas lo dicen una y otra vez: España ha crecido económicamente pero las diferencias cada vez son mayores. Llegado a este punto criticó el hecho de que una parte de la izquierda haya asumido y reproduzca lo de mercado, competitividad y crecimiento sostenido.
Anguita apeló a Gramsci cuando explicaba que los poderes dominan por una razón fundamental, porque tienen hegemonía, definiendo hegemonía como la supremacía de un grupo social que se manifiesta de dos formas: como dominio o como dirección intelectual y moral. Argumentó cómo hoy la globalización, sus portavoces, sus economistas, sus periodistas, sus partidos políticos, sus intelectuales son los que van consiguiendo la aceptación de los valores de la globalización como los únicos que existen. Pero se disfraza de una cosa muy interesante: de sentido común.
Sobre el sentido común, dijo que es un arma de dos filos, porque con él se ha dado apoyo a las mayores infamias y barbaridades que existen; aunque hay otro “sentido común” que también existe en la gente, el sentido común de que todo el mundo tiene derecho a vivir, tiene derecho a comer, a tener un trabajo… pero el que se está imponiendo es el de yo tengo que ser competitivo, tengo que enfrentarme con el otro, no meterme en política, tengo que conseguir vivir lo mejor que pueda, ser insolidario…
Conduciendo ya el tema hacia una conclusión final planteó la cuestión clave: ¿A dónde va la globalización si no lo remediamos? “Lo estamos viendo, ya ha habido una primera experiencia: se llama Unión Europea”. Recordó que en el año 1992 el PCE ya se opuso al Tratado de Maastricht y que la Unión Europea ha terminado por ser un conglomerado de intereses económicos que está por encima de los gobiernos. “Cuando fuerzas políticas, en las que estamos nosotros, plantean que si gobernásemos subiríamos los salarios y demás, olvidan que eso no es posible dentro del Euro. No es posible. Quiero decir, que lo que se está construyendo en la UE es el dominio del capital, pero no un dominio político, no es una unión política hija del acuerdo y del consenso, no es un gobierno europeo emanado de la voluntad popular, es un gobierno “de hecho” no un gobierno de derecho. Pues bien, el mundo camina a un gobierno mundial porque esta economía mundializada de la globalización necesita de un gobierno pero ese gobierno no es político, no puede serlo, será un gobierno económico dominado por cinco o seis señores de la guerra que, en este caso, serán señores de las multinacionales. Y enlazó con el comienzo de su exposición, diciendo que para enfrentarse a la globalización desde el espíritu, la creación y el genio de Lenin supone, en estos momentos precisos, aquí y ahora, conocer a nuestro enemigo y cómo nos vamos a enfrentar a él. “Consiste, por tanto en que la lucha de ideas es fundamental y desmontar eso cuesta mucho trabajo… pero se puede hacer”. Hay que tener la información, hay que tener una organización que sea capaz de estar en todos sitios dando una serie de informaciones, hay que asumir que a nuestro pueblo hay que decirle las cosas muy claras, desde el estudio, desde el análisis, hay que enfrentarlo a que él tome decisiones. Hay que señalar quién es el enemigo, no hay equivocación, no hay duda”.
También advirtió que si se empieza a jugar pensando únicamente en cuestiones electorales, habremos perdido la guerra y todas las batallas, “vamos a tardar décadas en levantar cabeza porque estamos en el comienzo de una derrota, porque la lucha ideológica la vamos perdiendo. No es que la vayamos perdiendo los que estamos en esta mesa ni los camaradas, la vamos perdiendo la inmensa mayoría de los trabajadores organizados cuando se asumen estos valores. Hay que decirle a la gente, con toda la tranquilidad, con toda la dulzura, que habrá que vivir de otra manera para que vivamos todos; pero al pobretico que gana esos pocos cientos de euros… ¡no va contigo! Es que a veces lo defienden, yo he oído en la calle decir: “No, no, no, es que nos quieren quitar…” ¿A ti qué te van a quitar? ¿el hambre? asumen, son solidarios ¿por qué? porque nadie les ha explicado lo que hay”.
“Ésa es nuestra lucha” sintetizó Anguita. Si queremos ser fieles a lo que representó la revolución del diecisiete y a Lenin, hay que asumir este combate. Hay que enfrentarse a la globalización desde el terreno de la información, del conocimiento, de la didáctica, de la organización y de tener muy claro que ése es el enemigo al que hay que enfrentarse; pero además en una guerra que no tiene ni tregua ni cuartel; en la guerra ideológica no hay pacto, nunca puede haberlo. Puede haber pacto en la guerra política, en la negociación… en la guerra de ideas, jamás. O hay vencedores o vencidos, la Historia nos muestra eso. Por tanto, creo que rememorar hoy la Revolución de 1917 y la figura de Lenin -y de nosotros, dirigentes- es asumir que tenemos un enemigo poderoso que domina y controla los medios de comunicación, que se ha metido en parte de nuestras cabezas, que se ha erigido en cosmovisión con unos valores y que, con esta realidad que tenemos, nos enfrentamos a ella, con la definición clarísima de que es el enemigo o nosotros. No hay términos medios.
JOSÉ MANUEL MARISCAL, Secretario General del Partido Comunista de Andalucía, inició su intervención hablando de la revolución, y del último medio siglo de contrarrevolución liberal en sus diferentes versiones. Lo hizo con la intención de celebrar el centenario de la revolución soviética mirando al futuro y aprendiendo de las enseñanzas “que nos puedan iluminar para hacer hoy la revolución”. Empezó aludiendo a la derrota del proyecto de 1917 como uno de los logros de la contraofensiva que se inició en los años 70 con los Chicago boys en el Chile de Pinochet como experimento. Contó que cuando Reagan copió la idea ya había roto Nixon con el patrón oro y con Bretton Woods y que desde entonces se sucedieron las crisis de la deuda de la década de los 80 en América Latina; las crisis financieras de los 90 en Rusia, México, Brasil o, en forma de guerra económica, en los hasta entonces llamados tigres del sureste asiático, hasta llegar a la gran recesión de nuestros días. Una sucesión continua de crisis que han dado como resultado un vuelco en la correlación de fuerzas, de momento.
“Ha habido intentos propagandísticos para convencernos de que un capitalismo justo y razonable era posible. Pero las tercera vías de Blair y Clinton (señor) y sus bienpensantes seguidores son las que nos han traído hasta aquí. Como bien dice Nancy Fraser, la derrota de Clinton (señora) marca el fin del neoliberalismo progresista”.
A partir de ahí, Mariscal adelantó que iba a lanzar “diez breves ideas para hacernos preguntas complejas” y las fue exponiendo una tras otra para provocar la reflexión y el debate en el auditorio.
1. El proceso revolucionario de 1917 en Rusia, culminado en Octubre, fue contra los catecismos y la ortodoxia marxista de la época. La caterva de marxistas que llamaban loco a Lenin fue sellando sus labios poco a poco conforme se desarrollaban los acontecimientos, desde la Estación Finlandia hasta el Palacio de Invierno. Si Lenin hubiese hecho caso de los catecismos de la época no habría centenario que celebrar. Por eso Gramsci escribió “la Revolución contra El Capital”. Por eso hay que huir de lo que Fernández Buey llamaba los leninismos embalsamatorios. El leninismo es justo lo contrario que seguir un catecismo.
2. La lucha de clases nunca se expresa de una forma absoluta, nítida. Las “impurezas” son las que determinan la política de alianzas. La revolución soviética (y todos los procesos revolucionarios de este siglo) demuestra que alianzas y política son caras de la misma moneda. La hoz y el martillo, el símbolo de nuestra tradición comunista es la mejor expresión de las alianzas. Algo que nada tiene que ver con lo que hoy se llama (y yo me niego a llamar) política de alianzas. Si el sujeto es la clase, las alianzas hay que desarrollarlas en términos de clase. Somos materialistas, ni idealistas ni positivistas.
3. “Todo el poder a los soviets” fue una consigna que implicaba la existencia de un contrapoder capaz de hacerse con el mando de un país. Los soviets no fueron creados por Lenin ni por el Partido Bolchevique sino que surgieron de la fuerza creadora de las masas, pero constituyeron el núcleo democrático para otra institucionalidad, un contrapoder para la ruptura. ¿Qué contrapoder construimos para la revolución democrática que demandamos para el Estado Español?
4. Todo proceso revolucionario conlleva formas de violencia. Especialmente por parte de aquellos sectores cuyos privilegios peligran. Sectores que han demostrado durante el siglo soviético hasta dónde están dispuestos a llegar para mantener dichos privilegios. Lo primero a lo que tuvieron que hacer frente los revolucionarios de octubre fue a un ejército blanco apoyado por los EEUU, Francia, Japón y el Imperio Británico. La contraofensiva imperialista de hoy en América Latina tiene formas más sutiles que entonces, pero la violencia sigue siendo un arma recurrente de las clases parasitarias en todo momento y lugar.
5. El Socialismo es un proceso, no se decreta. La explicación de los hechos históricos debe basarse en las fuerzas motoras profundas: la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas productivas. La sociología es un elemento más de análisis, no un fin en sí misma.
6. La Revolución Soviética sitúa al ser humano en el centro. El objetivo es la emancipación del hombre y de la mujer. El proletariado es el agente más propicio para lograr dicho objetivo por su situación en las relaciones de producción del capitalismo. Si algo ha sido mercantilizado durante este siglo y, especialmente tras la contrarrevolución neoliberal es la propia vida.
7. La Revolución Soviética es un ejemplo de cómo combinar la lucha económica con la lucha democrática. Espontaneismo y conciencia fueron términos ampliamente utilizados para debatir sobre la táctica adecuada que fuese capaz de usar la lucha contra un régimen autocrático como el zarista como catalizador de la lucha por el socialismo.
8. El análisis del contexto europeo y de los procesos revolucionarios en otros países fue un aspecto central para los encuentros y desencuentros de los revolucionarios de 1917. No en vano, hace 100 años el mundo estaba en guerra, Lenin describió la misma como una guerra de rapiña y explicó en “El Imperialismo, fase superior...” las motivaciones profundas que permitían utilizar la demanda de Paz desde una perspectiva de clase. Paz entre los pueblos, guerra entre las clases.
9. El acierto estratégico de los bolcheviques de 1917 no hubiese sido posible sin el análisis profundo de la derrota de 1905. Hay que aprender de las derrotas, para lo cual lo primero es reconocer que ésta se ha producido. Hay que saber, también, ser minoría en un momento histórico dado, como minoría eran los Bolcheviques en los Soviets en febrero de 1917.
10. Repensar la revolución es repensar el poder. Estado, mercado, violencia y democracia se combinan hoy para aplastar a los pueblos. Alcanzar un gobierno sin conquistar el poder es un ejercicio que puede llevar a la melancolía y a la frustración. Para derrocar al gobierno provisional hubo de existir el contrapoder de los Soviets.
A partir de ahí, el Secretario General del PCA, habló del papel del Partido como vanguardia y como parte del mundo obrero. Lo hizo partiendo del gran salto estratégico que introdujeron las “tesis de abril” tras la revolución rusa de febrero de 1917, a partir del cuál el partido no es entonces visto como una vanguardia externa al movimiento obrero, sino como una parte del movimiento obrero mismo que se hace vanguardia al confrontar en él sus orientaciones con otras líneas políticas. En el punto, argumentó que, salvando las distancias históricas, “el PCE debe asumir la necesidad de generar, y participar en, espacios que permitan confrontar nuestras orientaciones con otras líneas políticas”.
Esto conlleva -dijo- dos movimientos para el partido: hacia dentro, para el reforzamiento de un referente nítido, tan fuerte en lo ideológico como en lo organizativo, que explique los hechos en las fuerzas motoras profundas que operan en el capitalismo: el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases; hacia fuera para trabajar en la ampliación por la base del bloque rupturista. Ambos movimientos deben retroalimentarse y estar dirigidos, en esta fase de acumulación de fuerzas, a trabajar el factor subjetivo del proceso de ruptura democrática: la organización y la consciencia de las masas.
Hacer que ambos movimientos se alimenten de forma mutua tiene también como objetivo ligar la lucha de clases con la lucha democrática, puntualizó: “los comunistas no entendemos un bloque rupturista que no incorpore en su seno al pueblo trabajador y sus intereses de clase”.
Mariscal finalizó provocando de nuevo para incitar a la acción. Lo hizo apelando a “la amenaza cierta de que la salida de la crisis se realice como revolución pasiva radica en que el bloque dominante sea capaz de separar en intereses diversos a las capas subalternas, incorporando parte de sus demandas de forma fragmentada”.
Publicado en el Nº 303 de la edición impresa de Mundo Obrero febrero 2017
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