Hace un par de semanas, justo una antes de esta última semana de desapariciones y pérdidas, participé en el acto de presentación de un libro [1] sobre los límites y el colapso del sistema capitalista y las transiciones ecosociales necesarias para afrontarlo. Fue justamente al finalizar la presentación cuando Yayo Herrero, una de las autoras, me habló –sin siquiera imaginar lo mucho que hablaríamos de Cuba la siguiente semana- sobre la economía cubana como la única reconocida oficialmente como poseedora de desarrollo sostenible en el planeta. Me contó cómo la agricultura cubana que era una de las mayores consumidoras de agroquímicos del mundo, debió reinventarse de forma dramática cuando esos productos dejaron de poder ser importados puesto que no se producían allí. Se enfrentaron a eso y a mucho más, nada menos que a un colapso inducido de la economía y la producción, no por factores naturales sino políticos, circunstancia que a la realidad material le daba un poco igual ya que las consecuencias iban a ser muy similares.
Lo habitual en las ficciones en las que hemos fantaseado con un escenario similar es que la imaginación de los autores y autoras se decante por escenarios anárquicos y postapocalípticos, donde primarían el caos y la violencia y se mostrarían las peores y más egoístas características de los seres humanos luchando fieramente por los recursos escasos. Es normal, nos hemos criado en sociedades donde el individualismo, la competencia y el máximo beneficio son los valores imperantes. Pero en Cuba no pasó eso. Así que me dio por investigar un poco más.
Efectivamente, hace ahora poco más de una década, un Informe WWF Internacional señalaba a Cuba como el único país del mundo con “desarrollo sostenible”. Para llegar a esa conclusión no utilizaron unos criterios arbitrarios o caprichosos sino que aplicaron la variable del índice de desarrollo humano establecido por la ONU, y la de la huella ecológica que señala la energía y los recursos que se consumen por persona en cada país. De ese modo Cuba alcanzaba un buen nivel de desarrollo según la ONU gracias, entre otras variables, a su alto nivel de alfabetización y una esperanza de vida alta, mientras que su huella ecológica era razonable por su bajo consumo de energía. Resulta por tanto que la austeridad del pueblo cubano es el único modelo real conocido de la vía que deberemos transitar si no tenemos un par de nuevos planetas disponibles en breve para esquilmarlos y, así sostener nuestras actuales formas de producción y consumo.
Es verdad que se pueden encontrar opiniones –bastante delirantes, eso sí- que incluso coronan a EEUU como el país más “sustentable”, como el caso de un artículo de hace tres años que he encontrado en la revista Forbes (ejem…) edición Méjico. Pero lo divertido es que cuando te dan los parámetros con que han hecho los ranking te encuentras únicamente con incentivos y créditos fiscales para comprar productos de mejor rendimiento, impuestos y tasas por emisiones -como si a la naturaleza y a los recursos a la hora de la verdad se les pudiese comprar o dar un crédito- y alusiones a una “economía verde” que se pinta de ese color sin nunca explicar suficientemente en qué demonios consiste.
Así que, cada vez que estos últimos días los críticos con la revolución cubana utilizaban el presunto fracaso de la economía, y la presunta pobreza (aquí si les parece pobreza y no austeridad) del pueblo cubano como arma arrojadiza contra quienes resaltábamos sus logros en materias de sanidad o educación entre otras muchas cosas, estaban además obviando una realidad material y por tanto incontrovertible: que tanto ellos (que tanto gustan de mandarnos a Cuba a la menor oportunidad) como nosotros, de no cambiar urgentemente el rumbo del actual sistema capitalista, acabaremos más pronto que tarde en la misma situación que se encontró esta pequeña isla caribeña. Y llegados a ese punto se verá si estamos a la altura de los logros del pueblo cubano, porque estoy segura de que sabiendo lo que sabemos sobre la humanidad y el coraje con que lo superaron, a todos y todas nos gustaría ese día estar en Cuba.
[1] LA GRAN ENCRUCIJADA Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico, Fernando Prats, Yayo Herrero y Alicia Torrego
Descarga en pdf: http://goo.gl/SJ2s4u
Lo habitual en las ficciones en las que hemos fantaseado con un escenario similar es que la imaginación de los autores y autoras se decante por escenarios anárquicos y postapocalípticos, donde primarían el caos y la violencia y se mostrarían las peores y más egoístas características de los seres humanos luchando fieramente por los recursos escasos. Es normal, nos hemos criado en sociedades donde el individualismo, la competencia y el máximo beneficio son los valores imperantes. Pero en Cuba no pasó eso. Así que me dio por investigar un poco más.
Efectivamente, hace ahora poco más de una década, un Informe WWF Internacional señalaba a Cuba como el único país del mundo con “desarrollo sostenible”. Para llegar a esa conclusión no utilizaron unos criterios arbitrarios o caprichosos sino que aplicaron la variable del índice de desarrollo humano establecido por la ONU, y la de la huella ecológica que señala la energía y los recursos que se consumen por persona en cada país. De ese modo Cuba alcanzaba un buen nivel de desarrollo según la ONU gracias, entre otras variables, a su alto nivel de alfabetización y una esperanza de vida alta, mientras que su huella ecológica era razonable por su bajo consumo de energía. Resulta por tanto que la austeridad del pueblo cubano es el único modelo real conocido de la vía que deberemos transitar si no tenemos un par de nuevos planetas disponibles en breve para esquilmarlos y, así sostener nuestras actuales formas de producción y consumo.
Es verdad que se pueden encontrar opiniones –bastante delirantes, eso sí- que incluso coronan a EEUU como el país más “sustentable”, como el caso de un artículo de hace tres años que he encontrado en la revista Forbes (ejem…) edición Méjico. Pero lo divertido es que cuando te dan los parámetros con que han hecho los ranking te encuentras únicamente con incentivos y créditos fiscales para comprar productos de mejor rendimiento, impuestos y tasas por emisiones -como si a la naturaleza y a los recursos a la hora de la verdad se les pudiese comprar o dar un crédito- y alusiones a una “economía verde” que se pinta de ese color sin nunca explicar suficientemente en qué demonios consiste.
Así que, cada vez que estos últimos días los críticos con la revolución cubana utilizaban el presunto fracaso de la economía, y la presunta pobreza (aquí si les parece pobreza y no austeridad) del pueblo cubano como arma arrojadiza contra quienes resaltábamos sus logros en materias de sanidad o educación entre otras muchas cosas, estaban además obviando una realidad material y por tanto incontrovertible: que tanto ellos (que tanto gustan de mandarnos a Cuba a la menor oportunidad) como nosotros, de no cambiar urgentemente el rumbo del actual sistema capitalista, acabaremos más pronto que tarde en la misma situación que se encontró esta pequeña isla caribeña. Y llegados a ese punto se verá si estamos a la altura de los logros del pueblo cubano, porque estoy segura de que sabiendo lo que sabemos sobre la humanidad y el coraje con que lo superaron, a todos y todas nos gustaría ese día estar en Cuba.
[1] LA GRAN ENCRUCIJADA Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico, Fernando Prats, Yayo Herrero y Alicia Torrego
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Publicado en el Nº 301 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2016
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