Ya está aquí, a la vuelta del calendario. En noviembre de 2017 tendrá lugar el centenario de la revolución de Octubre de 1917. Un solapamiento de fechas que le otorga un curioso toque absurdo al acontecimiento. La revolución soviética, la revolución que va a permitir que las masas de trabajadores –con coraje, sangre, sudor, organización y armas- se apropien de su propia historia. Ocasión propicia para que los comunistas y las comunistas nos reencontremos con un acontecer que forma parte de nuestras señas de identidad.
¿quién sujetará los bosques/ del pueblo ardiendo en sus armas? Marcos Ana
Un centenario que debemos entender como espacio oportuno para poner en ejercicio ese materialismo histórico que como marxistas estamos obligados a utilizar cuando nos enfrentamos a todo acontecimiento que, por ser parte de nuestro pasado, es parte a su vez de nuestro presente. Reconvertir la conmemoración de una fecha, 1917, en un lugar para el encuentro y la interpelación. La revolución bolchevique como espacio para el diálogo tanto con nosotros mismos como con el entorno social y político donde intervenimos y actuamos.
Pero para que ese diálogo devenga experiencia de rearme y afirmación es necesario no olvidar que al tiempo que en aquella revolución cuaja el largo y amplio movimiento de emancipación que desde 1848 vienen protagonizando las clases trabajadoras, esa misma revolución dará origen e impulso a una onda de contrarrevolución y anticomunismo que desde aquel momento no ha cesado ni por un instante de manifestarse como una enemiga presencia que, evidentemente, va a encontrar en esta conmemoración oportunidad para el redoble de sus permanentes tareas de acoso material y contaminación ideológica.
palpo /con mis ojos la vida / de luz que voy soñando. Marcos Ana
La misma noche en que la revolución soviética iniciaba la construcción de un estado socialista la contrarrevolución se ponía también en marcha y emergen actividades que se oponen al nuevo estado de cosas. La “democracia contrarrevolucionaria” en la que militan conjuntamente fuerzas promonárquitas y liberales y con los que colaboran mencheviques y socialrevolucionarios de derechas, va a recurrir al sabotaje sistemático de todas las empresas de interés general (avituallamiento de las ciudades, intendencia militar, sistemas de comunicación, almacén, transporte y logística comercial, etc..). Se trata de procurar el caos y la desorganización en las ciudades, la incertidumbre económica en los mercados y el sabotaje industrial y militar.
Al lado de esta contrarrevolución material que obliga al nuevo gobierno a tomar medidas radicales, da comienzo también toda una “contrarrevolución semántica” que se despliega desde distintas posiciones políticas e ideológicas: en la derecha los diarios de la burguesía acusan a los bolcheviques de traidores por colaboración con los alemanes, extienden rumores sobre la inminencia de su caída y fracaso, financian los desórdenes e inventan episodios de crueldad gratuita y arbitraria; desde posiciones de centro o reformistas, mencheviques y socialrevolucionarios, incitan en sus carteles y publicaciones al proletariado a no seguir el ejemplo “nefasto” de los “irresponsables usurpadores” de Petrogrado. Lo nuevo y más sorprendente será que el propio avance de la revolución va encontrar incluso en el interior del partido bolchevique resistencias y recelos que parecen ser anuncio del nacimiento de lo que hoy bien podríamos denominar “anticomunismos de izquierdas” y que, con distintas caras, tanto protagonismo alcanzarían con el paso del tiempo.
Escribo sin descanso / palabras verticales. Marcos Ana
No nos engañemos: el centenario de la revolución soviética se va a convertir inevitablemente en un campo de batalla ideológica en la que diferentes lecturas de la revolución y la contrarrevolución se enfrentarán de modo duro, radical y extremo. La contrarrevolución y sus heterónimos de izquierda se dejaran sentir por tierra, papel, imagen y aire digital. Debemos estar preparados. No cabe dejarse tentar ni por arqueológicas euforias ni, mucho menos, caer en victimismos o culpabilidades inefables. Para abarcar todo el legado histórico que esa revolución representa, promete y transporta llega con describir con rigor y veracidad, las tareas que el partido bolchevique hubo de realizar, con esfuerzo, hostigamiento, urgencias y ambición durante sus primeros días en el poder.
¿quién sujetará los bosques/ del pueblo ardiendo en sus armas? Marcos Ana
Un centenario que debemos entender como espacio oportuno para poner en ejercicio ese materialismo histórico que como marxistas estamos obligados a utilizar cuando nos enfrentamos a todo acontecimiento que, por ser parte de nuestro pasado, es parte a su vez de nuestro presente. Reconvertir la conmemoración de una fecha, 1917, en un lugar para el encuentro y la interpelación. La revolución bolchevique como espacio para el diálogo tanto con nosotros mismos como con el entorno social y político donde intervenimos y actuamos.
Pero para que ese diálogo devenga experiencia de rearme y afirmación es necesario no olvidar que al tiempo que en aquella revolución cuaja el largo y amplio movimiento de emancipación que desde 1848 vienen protagonizando las clases trabajadoras, esa misma revolución dará origen e impulso a una onda de contrarrevolución y anticomunismo que desde aquel momento no ha cesado ni por un instante de manifestarse como una enemiga presencia que, evidentemente, va a encontrar en esta conmemoración oportunidad para el redoble de sus permanentes tareas de acoso material y contaminación ideológica.
palpo /con mis ojos la vida / de luz que voy soñando. Marcos Ana
La misma noche en que la revolución soviética iniciaba la construcción de un estado socialista la contrarrevolución se ponía también en marcha y emergen actividades que se oponen al nuevo estado de cosas. La “democracia contrarrevolucionaria” en la que militan conjuntamente fuerzas promonárquitas y liberales y con los que colaboran mencheviques y socialrevolucionarios de derechas, va a recurrir al sabotaje sistemático de todas las empresas de interés general (avituallamiento de las ciudades, intendencia militar, sistemas de comunicación, almacén, transporte y logística comercial, etc..). Se trata de procurar el caos y la desorganización en las ciudades, la incertidumbre económica en los mercados y el sabotaje industrial y militar.
Al lado de esta contrarrevolución material que obliga al nuevo gobierno a tomar medidas radicales, da comienzo también toda una “contrarrevolución semántica” que se despliega desde distintas posiciones políticas e ideológicas: en la derecha los diarios de la burguesía acusan a los bolcheviques de traidores por colaboración con los alemanes, extienden rumores sobre la inminencia de su caída y fracaso, financian los desórdenes e inventan episodios de crueldad gratuita y arbitraria; desde posiciones de centro o reformistas, mencheviques y socialrevolucionarios, incitan en sus carteles y publicaciones al proletariado a no seguir el ejemplo “nefasto” de los “irresponsables usurpadores” de Petrogrado. Lo nuevo y más sorprendente será que el propio avance de la revolución va encontrar incluso en el interior del partido bolchevique resistencias y recelos que parecen ser anuncio del nacimiento de lo que hoy bien podríamos denominar “anticomunismos de izquierdas” y que, con distintas caras, tanto protagonismo alcanzarían con el paso del tiempo.
Escribo sin descanso / palabras verticales. Marcos Ana
No nos engañemos: el centenario de la revolución soviética se va a convertir inevitablemente en un campo de batalla ideológica en la que diferentes lecturas de la revolución y la contrarrevolución se enfrentarán de modo duro, radical y extremo. La contrarrevolución y sus heterónimos de izquierda se dejaran sentir por tierra, papel, imagen y aire digital. Debemos estar preparados. No cabe dejarse tentar ni por arqueológicas euforias ni, mucho menos, caer en victimismos o culpabilidades inefables. Para abarcar todo el legado histórico que esa revolución representa, promete y transporta llega con describir con rigor y veracidad, las tareas que el partido bolchevique hubo de realizar, con esfuerzo, hostigamiento, urgencias y ambición durante sus primeros días en el poder.
Publicado en el Nº 301 de la edición impresa de Mundo Obrero diciembre 2016
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