La
muerte de Fidel ha reabierto todo tipo de interpretaciones sobre su
trayectoria y hasta sobre su legado. Tanto en los medios burgueses
como entre los luchadores. Gran parte de la izquierda tiende a
rescatar su figura positivamente. Muchos directamente escondiendo su
verdadera trayectoria.
Nuestra
corriente revolucionaria socialista, fundada por Nahuel Moreno, desde
los primeros años del triunfo de revolución cubana alertó sobre
los peligros que encerraban las características originales del
movimiento castrista. Lo hizo en el marco de la defensa incondicional
de la revolución cubana y repudiando el embargo y toda forma de
agresión imperialista.
Por
eso ante la muerte de Fidel no podemos dejar de señalar nuestras
profundas y serias discrepancias con sus posturas y las de toda la
conducción del Partido Comunista cubano. Para ser claros: llevamos
más de medio siglo denunciando su rol de abandono de la revolución
socialista en Cuba y fuera de ella.
Esta
definición puede chocar a muchos jóvenes que desconocen la
verdadera trayectoria de Fidel. Su fallecimiento actualiza la
polémica. La verdad es que pasado los primeros años de la
revolución, Fidel Castro fue abandonando su postura de
revolucionario nacionalista e independiente, dirigente del Movimiento
26 de Julio (cuya lucha no fue apoyada durante muchos años por el PC
cubano). A mediados de los ́60 Fidel, ya dirigiendo al PC, resolvió
aliarse y pactar con la conducción burocrática del PC de la ex
URSS, entonces conducida por Nikita Khrusov y luego Breznev. Y esto
trabajo trágicas consecuencias para el proceso revolucionario
latinoamericano y mundial. Hasta entonces Fidel y la dirección
cubana, con el método equivocado del foco guerrillero, impulsaban o
daban aliento a la rebelión popular latinoamericana. Se convocaba a
reuniones internacionales como la Tricontinental o la OLAS. Pero al
pactar con la burocracia del Kremlin todo ello se fue abandonando
paulatinamente.
De
hecho Fidel adoptó la política contrarrevolucionaria del PC de
Moscú de “coexistencia pacífica” con el imperialismo, que
Stalin y la burocracia habían pactado pos segunda guerra mundial.
Significaba no impulsar ninguna nueva revolución socialista a cambio
de que el imperialismo respetara su aparato de privilegios de los
países con dictaduras seudo “socialistas” de la URSS y de Europa
del Este. Lo que ideológicamente se justificaba bajo la falsa teoría
estalinista del “socialismo en solo país”. Y también la de
“revolución por etapas” que justifica apoyar como
“revolucionarios” a gobiernos de colaboración de clases con
“burgueses nacionales progresistas” y postergar el socialismo
para un futuro indefinido. Por esa teoría la burocracia estalinista
de los PC ruso y chino impulsó la traición de todo tipo de
revoluciones en el mundo, empezando por la revolución española del
1936.
El
Che se opuso a esa política
Poco
se dice que en realidad desde 1964-65 se empezó a visualizar dos
líneas o dos políticas en la dirección cubana. Una la de Fidel y
la mayoría pro burocracia soviética y la otra la que encabeza el
Che Guevara que, sin atacar directamente a Fidel, fue manifestando su
total discrepancia. Y que terminó con su renuncia a sus cargos y la
partida secreta de Cuba.
Nuestra
corriente fue siempre crítica de las concepciones de la “guerra de
guerrillas” del Che como de otros aspectos de sus orientaciones
como no darle importancia al rol de la clase trabajadora y la
necesidad de construir partidos revolucionarios. Pero por sobre esas
diferencias rescatamos su internacionalismo consecuente y su defensa
de la revolución socialista. Al punto que a su muerte, en octubre de
1967, Nahuel Moreno lo definiera como “héroe y mártir de la
revolución permanente”*.
El
Che estaba desencantando con lo que conoció en la URSS. Y empezó a
oponerse en diversas polémicas a sus políticas y visiones de la
“economía socialista”. Su visión internacionalista lo llevó a
entender que la defensa de la revolución cubana pasaba por la
extensión de la revolución a otros países de Latinoamérica. Por
esa vía empezó a chocar cada vez más con las posturas de la
burocracia soviética que se negaban a nuevas revoluciones
socialistas. En febrero de 1965 pronunció un célebre discurso en
Argel en el cual cuestionó la política de coexistencia pacífica de
la conducción de la URSS y exigió el apoyo incondicional, con armas
gratis, al pueblo de Vietnam. Lo que refuerza en su “carta
testamento”: “El imperialismo norteamericano es culpable de
agresión [...] pero (también) son culpables los que mantienen una
guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por
los representantes de las dos más grandes potencias del campo
socialista [la URSS y China]”. El Che contraponía la política de
“por dos o tres Vietnam”. Finalmente moriría en Bolivia aislado
de todo apoyo, tratando, con un enfoque equivocado, de llevar
adelante una política correcta de extender la revolución. Ya el Che
había alertado también contra el burocratismo y con posibles
retrocesos al decir “Revolución Socialista o caricatura de
revolución”.
Fidel
se negó a “nuevas Cuba” socialistas
Muchos
simpatizantes de Fidel pueden decir: “ante el bloque yanqui y el
asilamiento de los 60, Fidel no tenía otra alternativa que el pacto
con Moscú”. No es así. La alternativa para romper el bloqueo y el
aislamiento de Cuba era extender la revolución, como decía el Che y
corrientes como la nuestra. Y condiciones hubo. Vietnam estaba vivo
(los yanquis huyeron en 1975), en 1968 arrancó un poderoso ascenso.
En Latinoamérica surgió el Chile del 70-73, con Salvador Allende.
Pero fracasó por no avanzar al socialismo sino al pacto “pacífico”
con la burguesía chilena y los militares “progresistas”. Así
consideraban a Pinochet. En el 1979 triunfa la revolución contra el
dictador Somoza en Nicaragua con el pueblo en armas, al poco tiempo
caía la dictadura de El Salvador. Centroamérica era un polvorín y
otra vez Fidel Castro daba la “línea” de no hacer nuevas Cuba y
socialismo. Hoy día en Nicaragua y El Salvador siguen gobernando los
ex guerrilleros castristas hambreando a sus pueblos y preservando el
capitalismo. Esta es la triste realidad. Y desde allí no se
detuvieron en su claudicación. Fidel no apoyó las revoluciones
árabes del 2011 y defendió al genocida Bashar Al Assad.
Desde
los años ́90, siguió dando apoyo a los falsos gobiernos
“progresistas” de Latinoamérica que desviaban las luchas al
terreno parlamentario y a sostener un capitalismo “nacional y
popular”.
Miguel
Sorans
Unidad
Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
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