Queridos/as compañeros/as de Izquierda Unida,
En las últimas semanas el ruido acerca del futuro de IU se ha intensificado. Es verdad que en esta organización nunca hemos tenido el viento mediático de nuestro lado, pero lo que está sucediendo en este tiempo es digno de estudio. Sumado a la invisibilidad a la que estábamos desgraciadamente acostumbrados, en otoño de 2015 leímos noticias que “confirmaban” que yo me presentaba como candidato por Málaga en el marco de una hipotética confluencia; en enero de 2016 nos despertamos con la desaparición de Izquierda Unida; y hoy se asegura que vamos a fusionarnos con Podemos. Esto sólo son algunos ejemplos. Todos sabemos que ni me presenté por Málaga, ni hubo confluencia en 2015, ni desapareció IU… y por supuesto tampoco ahora nos vamos a fusionar con Podemos.
Una famosa cita de El-Hajj Malik El-Shabazz, más conocido como Malcolm X, decía más o menos que «si no estamos prevenidos ante los Medios de Comunicación, nos harán amar al opresor y odiar al oprimido». Una buena advertencia ante un poder necesario en una sociedad democrática pero que, en su fórmula actual, depende prácticamente de forma directa e interesada de grandes accionistas y directivos que se codean con el poder económico. Desde luego sería exagerado pensar que en IU tenemos la condición de oprimidos, pero lo que es cierto es que no somos del agrado del poder económico. Nunca lo hemos sido. Y la predominancia de la política espectáculo, la que se alimenta del barro, los rumores y las mentiras, hace el resto. De mi adolescencia mantengo un recuerdo ejemplar, el de Julio Anguita convertido en guiñol y caricaturizado como un loco que se enfrentaba ante los molinos de viento pensando que eran gigantes. El tiempo nos demostró que aquellos gigantes existieron, y que los guionistas de aquel programa no eran más que mercenarios al servicio del partido de gobierno.
No es cuestión de lamentarse, sino de clarificar nuestra posición y recordar que la toma de partido por el socialismo y la ruptura democrática tiene consecuencias. Quienes saldrían perdiendo con ambas causas no se quedan quietos esperando que ganemos posiciones. Al contrario, actúan. Y desde nuestra humildad hemos intentado siempre dejar claro cuál es nuestra posición.
Esta dirección, que tengo el honor de representar, es la primera en la historia de IU que ha facilitado que la militancia pueda votar directamente a sus representantes en los órganos de dirección. También hemos sido los primeros en incorporar el revocatorio a nuestros cargos públicos y de dirección. Asimismo, nos hemos comprometido al cumplimiento estricto de nuestros documentos aprobados en la Asamblea, para lo cual hemos habilitado mecanismos de control y seguimiento de todas las responsabilidades de la dirección colegiada. Incluso entregamos los documentos con una semana de antelación para facilitar los debates. Estas cosas pueden parecer obvias, pero antes no se hacían. Y todo esto con el objetivo de que la militancia nos diga lo que tenemos que hacer, sepa lo que hacemos y pueda cambiarlo en cualquier momento. Incluso hemos hecho varias consultas sobre temas determinantes y que generaron bastante polémica (si bien más mediática que militante). En suma, una dirección que trabaja sin engaños, sin dobles jugadas y sin tacticismo. Radicalmente transparentes.
Quizás por estas razones o por otras, vivimos tiempos de relativa tranquilidad interna. Es verdad que hay compañeros de IU que no comparten los contenidos de nuestro proyecto, pero eso es natural. No olvidemos que las tres listas que se presentaron a la XI Asamblea forman parte de la dirección también, porque siempre hemos defendido la pluralidad y la diversidad ideológica. Es verdad que también hay compañeros que mantienen agendas mediáticas independientes, que acuden a los medios de comunicación sin conocimiento de la dirección y para defender discursos personales y no colectivos. Nosotros preferimos que las cosas se debatan colectivamente, pero afortunadamente el impacto negativo de estos fenómenos son más bien marginales.
Por todo lo anterior, y en aras de enfrentar el ruido actual, podemos decir claramente que no vamos a fusionarnos con Podemos. Porque no lo hemos aprobado, porque no lo hemos discutido y porque, sinceramente, carece de toda lógica. Nuestra XI Asamblea aprobó construir un movimiento político y social más allá de IU, con otros actores, que partiera de una fuerte apuesta por el socialismo, el feminismo y el ecologismo. A mi juicio es obvio que una fusión con Podemos, cualquier cosa que eso quiera decir, no es lo aprobado mayoritariamente por nuestra militancia. Evidentemente tampoco hemos sido nosotros los que hemos sacado el debate, ni siquiera el secretario general de Podemos. La construcción de esta polémica es una artificialidad para tratar de dividir a IU, como ya ocurrió con las noticias que hemos destacado antes.
Permitidme que cuente una breve historia. El filósofo de la ciencia Otto Neurath utilizaba una metáfora para describir el tipo de trabajo del investigador científico. Decía que era como el de marineros que tenían que reparar su embarcación en alta mar tras una tempestad, empleando sólo la propia madera de la nave. En esas condiciones tenían que luchar contra el temporal, las olas desbocadas y los vientos desatados, y sin la posibilidad de volver a puerto para reconstruir la embarcación de nuevo. Era una tarea inmensa.
Pienso que esta misma metáfora es aplicable a lo que hemos vivido en Izquierda Unida durante los últimos años. Hemos tenido que reconstruir nuestra organización y hacerla atractiva para la ciudadanía al mismo tiempo que enfrentábamos malas encuestas, ataques internos y externos, abandonos oportunistas e infinidad de obstáculos. Hace dos años periodistas, políticos y hasta militantes de nuestra organización pensaban que íbamos a desaparecer entre las olas generadas por los nuevos partidos. No ha sido nada fácil demostrarles a todos lo contrario, que estamos vivos y fuertes. Y es que a pesar de todo este duro proceso hemos salido con una Izquierda Unida clarificada, renovada y fortalecida. Clarificada porque defendemos el proyecto por el que se fundó IU, heredando el espíritu socialista de ruptura democrática. No engañamos a nadie acerca de lo que queremos, somos de fiar. Renovada no sólo en caras sino también con nuevos métodos de radicalidad democrática. Y fortalecida porque tenemos una organización cohesionada, participamos en espacios cada vez más fuertes de unidad y tenemos una presencia creciente en cada conflicto existente –allí donde hay una injusticia, hay una militante de IU luchando contra ella. Eso sí, no podemos ser autocomplacientes: queda mucho por hacer y seguro que en este tiempo nos hemos equivocado en cosas. Lo asumo como una responsabilidad personal.
Con esta carta no sólo quiero pedir ayuda a la militancia ante las noticias falsas que se construyen contra nosotros; quiero pedir a la militancia, sobre todo, que sea crítica con esta dirección. Que colectivamente debatamos los documentos, que tratemos de mejorarlos y que controlemos su ejecución. Tenemos muchos retos que afrontar como clase y como país, muchas cosas que hacer. El saqueo continúa, y nuestros derechos están gravemente amenazados. Sólo con una organización fuerte y cohesionada podremos enfrentarlos. Unidos con otros, desde luego, pero representando un proyecto político autónomo que aspira a construir una sociedad republicana y socialista.
Nuestra organización tiene treinta años de historia en los que hemos defendido esas ideas, esos principios y valores. Una gran parte de nuestra militancia lleva muchos más años de luchas a sus espaldas. Otra parte acaba de empezar, y quizás se han afiliado en los últimos meses. Jóvenes o mayores, somos un colectivo nacido en múltiples mundos. Muchos nos siguen desde la lucha antifranquista, otros nacimos ya en esta democracia de mínimos. ¡Hay entre nosotras quien incluso luchó y defendió la segunda república! En cualquier caso todos y todas somos parte de un hilo rojo de la historia, cambiante en formas pero inquebrantable en su compromiso. No nos afiliamos para otra cosa que no fuera para mejorar la vida de nuestra clase, de nuestra gente, de los desposeídos y los parias de la tierra. No pretendemos ser mejores que nadie, sólo útiles para nuestra justa y digna causa. Nos atacarán, una y otra vez, pero nunca, en ningún caso, nos resignaremos o rendiremos. Ya lo dijo Marcelino, «ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar».
Salud y República.
Alberto Garzón
Comentarios
Publicar un comentario