Si en algo ha existido últimamente acuerdo y consenso es en considerar como un espectáculo deplorable el ofrecido por los dirigentes del PSOE antes, durante y después del Comité Federal que finalizó con la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general. La verdad, mentiría si dijese que me importa un tanto así que los dirigentes del PSOE se destrocen entre ellos y el partido entre en la crisis más profunda de su historia. Porque hasta ahora, las reconversiones, las privatizaciones, las contrarreformas laborales, las ETT, los GAL, la cultura del “pelotazo” y el desarme ideológico de todo un país les había salido gratis. Por no hablar de las crisis internas que le ha costado al PCE y a IU la teoría de la casa común de la izquierda.
Han transcurrido treinta y nueve años de pseudo-democracia desde que se celebraran aquellas primeras elecciones con partidos políticos y carácter constituyente, en 1977. Y más de la mitad de ese periodo, veintiún años exactamente, los hemos sufrido con el partido del puño y la rosa en el poder. De hecho, después de cien años de historia y cuarenta de amnesia, en aquellas elecciones de 1977 consiguieron 118 escaños de forma sorpresiva e inesperada. La clave de aquel éxito radicaba en el carisma de un joven sevillano a quien el Servicio Central de Documentación (SECED) decidió apodar Isidoro cuando cumplieron el encargo de inventarse un líder “izquierdista” al servicio de la patronal y la corona (es decir, de los yanquis) para culminar con éxito la primera Transición. A Felipe González, fiel heredero del prietismo, incluso le organizaron una gira artística por los países comunistas que incluía en el paquete turístico entrevistas con Fidel Castro o Ceaucescu. Era tal la necesidad de neutralizar al PCE que de entre las filas del PSOE crearon numerosos monstruos, como aquel líder pacifista que años después sería Secretario General de la OTAN y criminal de guerra, llamado Javier Solana. Pero también cultivaron dentro de IU tubérculos del PSOE, como el recientemente elegido vicepresidente de la Asamblea parlamentaria de la OTAN, López Garrido. La idiosincrasia y personalidad real del PSOE las describiría magistralmente Javier Krahe en su canción Cuervo ingenuo: “Tú mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero, o es español solamente? Pues tampoco cien por cien, si americano también, gringo ser muy absorbente”.
Ahora, el candidato guaperas que quiso ser presidente ya es historia. Empezó a serlo cuando el diario El País, su director y el hombre blanco González hablaron con lengua de serpiente y se consagraron a la cruzada anti-Sánchez. El diario “independiente” de la mañana ha dejado una colección de antológicos editoriales de El País que sería preciso estudiar en las facultades de periodismo como manual de pésimas prácticas. Empezó tres días después de las elecciones gallegas y vascas con el titulado Un partido secuestrado. Continuó con Salvar al PSOE, donde se señala textualmente: “Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso”. Y una vez ejecutado el golpe de Estado no tuvo empalago en publicar el cínico editorial Restaurar la unidad. Lástima que Juan Luis Cebrián haya publicado ya sus memorias, porque debería incluir un capítulo más sobre la gran coalición y el pasokismo del PSOE alentados y generados desde El País.
Como en los mejores tiempos del bipartidismo, cuando Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Fraga polemizaban vehementemente para después votar lo mismo, ha comenzado la maniobra de distracción para la investidura de Rajoy cuando ya todo está decidido. Primero Rajoy advierte de que ya no le vale la abstención del PSOE y también exigirán que acepten los presupuestos; después Javier Fernández dice que el PSOE podrá facilitar la investidura pero no la estabilidad; Rajoy asegura entonces que no pondrá ninguna condición al PSOE para su investidura; y a continuación Fernández y otros dirigentes socialistas afirman que “la estabilidad tendrá que ganársela” y que pondrán ellos las condiciones. En resumen, que Rajoy será Presidente sí o sí, sin terceras elecciones. ¡Tremenda legislatura nos espera! Quién sabe. Quizá así despierten las calles de su letargo, que ya va siendo hora.
— Y digo yo... ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
Han transcurrido treinta y nueve años de pseudo-democracia desde que se celebraran aquellas primeras elecciones con partidos políticos y carácter constituyente, en 1977. Y más de la mitad de ese periodo, veintiún años exactamente, los hemos sufrido con el partido del puño y la rosa en el poder. De hecho, después de cien años de historia y cuarenta de amnesia, en aquellas elecciones de 1977 consiguieron 118 escaños de forma sorpresiva e inesperada. La clave de aquel éxito radicaba en el carisma de un joven sevillano a quien el Servicio Central de Documentación (SECED) decidió apodar Isidoro cuando cumplieron el encargo de inventarse un líder “izquierdista” al servicio de la patronal y la corona (es decir, de los yanquis) para culminar con éxito la primera Transición. A Felipe González, fiel heredero del prietismo, incluso le organizaron una gira artística por los países comunistas que incluía en el paquete turístico entrevistas con Fidel Castro o Ceaucescu. Era tal la necesidad de neutralizar al PCE que de entre las filas del PSOE crearon numerosos monstruos, como aquel líder pacifista que años después sería Secretario General de la OTAN y criminal de guerra, llamado Javier Solana. Pero también cultivaron dentro de IU tubérculos del PSOE, como el recientemente elegido vicepresidente de la Asamblea parlamentaria de la OTAN, López Garrido. La idiosincrasia y personalidad real del PSOE las describiría magistralmente Javier Krahe en su canción Cuervo ingenuo: “Tú mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero, o es español solamente? Pues tampoco cien por cien, si americano también, gringo ser muy absorbente”.
Ahora, el candidato guaperas que quiso ser presidente ya es historia. Empezó a serlo cuando el diario El País, su director y el hombre blanco González hablaron con lengua de serpiente y se consagraron a la cruzada anti-Sánchez. El diario “independiente” de la mañana ha dejado una colección de antológicos editoriales de El País que sería preciso estudiar en las facultades de periodismo como manual de pésimas prácticas. Empezó tres días después de las elecciones gallegas y vascas con el titulado Un partido secuestrado. Continuó con Salvar al PSOE, donde se señala textualmente: “Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso”. Y una vez ejecutado el golpe de Estado no tuvo empalago en publicar el cínico editorial Restaurar la unidad. Lástima que Juan Luis Cebrián haya publicado ya sus memorias, porque debería incluir un capítulo más sobre la gran coalición y el pasokismo del PSOE alentados y generados desde El País.
Como en los mejores tiempos del bipartidismo, cuando Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Fraga polemizaban vehementemente para después votar lo mismo, ha comenzado la maniobra de distracción para la investidura de Rajoy cuando ya todo está decidido. Primero Rajoy advierte de que ya no le vale la abstención del PSOE y también exigirán que acepten los presupuestos; después Javier Fernández dice que el PSOE podrá facilitar la investidura pero no la estabilidad; Rajoy asegura entonces que no pondrá ninguna condición al PSOE para su investidura; y a continuación Fernández y otros dirigentes socialistas afirman que “la estabilidad tendrá que ganársela” y que pondrán ellos las condiciones. En resumen, que Rajoy será Presidente sí o sí, sin terceras elecciones. ¡Tremenda legislatura nos espera! Quién sabe. Quizá así despierten las calles de su letargo, que ya va siendo hora.
— Y digo yo... ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
Publicado en el Nº 299 de la edición impresa de Mundo Obrero octubre 2016
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