EL MILITANTE
La amenaza de la restauración capitalista
La imagen del presidente de la principal potencia imperialista del planeta siendo recibido con honores en la Plaza de la Revolución de La Habana ha impactado a millones de trabajadores y jóvenes de izquierda en todo el mundo. La burguesía estadounidense ha utilizado profusamente las fotos de Obama ante la efigie del Che, hablando con ciudadanos cubanos o reuniéndose con dirigentes del Partido Comunista Cubano (PCC) para, acto seguido, recibir a opositores, con el fin de presentar como un paladín de la democracia y el diálogo al máximo responsable de intervenciones imperialistas criminales como las de Iraq, Siria, Libia, Afganistán…, o de la brutal campaña de acoso y calumnias contra Venezuela.
El viaje ha servido para apuntalar y acelerar el proceso de restauración de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Cuba y EEUU anunciado por Obama y Raúl Castro en diciembre de 2014.
Desde entonces este proceso de acercamiento se ha ido concretando en medidas como la reapertura de las embajadas en Washington y La Habana y toda una serie de acuerdos para flexibilizar en la práctica el bloqueo económico, que incluyen la autorización de inversiones de empresas estadounidenses en la isla, la posibilidad de contratar a ciudadanos cubanos, el incremento de operaciones financieras y comerciales bilaterales y acelerar la aplicación de medidas de carácter capitalista por parte del gobierno cubano.
Los objetivos imperialistas de Obama y la burguesía estadounidense
El giro dado por la administración Obama respecto a Cuba no significa ningún cambio en su carácter imperialista y objetivos reaccionarios. Se trata de un giro táctico de la burguesía estadounidense para recuperar posiciones en la lucha por el control político y económico de Latinoamérica en un momento en el que se agudiza la crisis mundial del sistema y el emergente imperialismo chino está comiéndoles terreno en una región que consideran su patio trasero. China ha desplazado a EEUU como principal socio comercial de numerosos países latinoamericanos. Sectores decisivos de la burguesía estadounidense han sacado la conclusión de que la política de bloqueo y ofensiva frontal seguida durante décadas no ha logrado el objetivo de borrar de la mente de los oprimidos del continente el ejemplo victorioso de la revolución liderada por Fidel y el Che en 1959 y, por el contrario, ha generado un rechazo creciente a EEUU entre las masas. Uno de los objetivos del viaje era intentar lavar en la medida de lo posible esa imagen. Ello se inscribe dentro de la estrategia general que mantiene actualmente la Casa Blanca para debilitar, aislar y derrotar el proceso de ascenso revolucionario y giro a la izquierda que se ha venido desarrollando en varios países latinoamericanos durante los últimos años. Mientras Obama se fotografiaba sonriente en La Habana hablando de respeto a la soberanía cubana y amistad con los pueblos latinoamericanos, muestra los dientes renovando la decisión de considerar a Venezuela una amenaza para la seguridad estadounidense y apoya e instiga la ofensiva de la derecha en todo el continente para acabar con los gobiernos que se proclaman de izquierda, recuperar el poder político para sus representantes directos y lanzar una ofensiva brutal de recortes sociales, despidos y privatizaciones contra las masas. No es casualidad que la otra escala de la gira de Obama fuese Argentina, donde el gobierno de Macri se ha convertido en el ariete de esta ofensiva contrarrevolucionaria.
El fracaso de la estrategia del bloqueo que durante décadas ha seguido el imperialismo estadounidense fue resultado de la heroica resistencia del pueblo cubano que, pese a todas las dificultades y agresiones, mantuvo un apoyo masivo a la revolución, y de la enorme simpatía que mantenía la revolución entre los jóvenes y trabajadores de otros países, especialmente en Latinoamérica. Este apoyo hundía sus raíces en las conquistas económicas y sociales obtenidas por la nacionalización de la tierra, los bancos y las principales empresas de la isla y la instauración de una economía planificada en la isla.
El fracaso de la estrategia del bloqueo que durante décadas ha seguido el imperialismo estadounidense fue resultado de la heroica resistencia del pueblo cubano que, pese a todas las dificultades y agresiones, mantuvo un apoyo masivo a la revolución, y de la enorme simpatía que mantenía la revolución entre los jóvenes y trabajadores de otros países, especialmente en Latinoamérica. Este apoyo hundía sus raíces en las conquistas económicas y sociales obtenidas por la nacionalización de la tierra, los bancos y las principales empresas de la isla y la instauración de una economía planificada en la isla.
La crisis de la economía cubana y la introducción del capitalismo
Los problemas que sufre la economía cubana (caída de la productividad, atraso, escasez, corrupción, desigualdad creciente…) no son causados por la economía nacionalizada y planificada, como plantean cínicamente los capitalistas y acepta en la práctica la dirección del PCC. La economía nacionalizada y planificada fue lo que permitió a Cuba acabar con el analfabetismo, desarrollar unos sistemas de salud y educación de los mejores del mundo y superar a países mucho más poderosos en indicadores sociales (mortalidad infantil, vivienda, etc.). La causa del deterioro de la economía, infraestructuras y condiciones de vida de los trabajadores de la isla es que la economía ha estado en manos del Estado pero los trabajadores no participan en la gestión y toma de decisiones. La dirección burocrática de la economía ha llevado al colapso. Ante ese colapso, la dirección del PCC, encabezada por Raúl Castro, ha decidido abrazar el modelo chino que, aunque se proclama “socialismo de mercado”, es capitalismo puro y duro. Están convencidos de que estableciendo acuerdos con los imperialistas, haciéndoles concesiones e introduciendo toda una serie de medidas capitalistas podrán atraer inversores. Pero las medidas que están aplicando abren la puerta a la destrucción de las conquistas sociales que dieron a la revolución un apoyo masivo durante décadas y a la restauración del capitalismo.
Desde 2010 el gobierno cubano ha ampliado el espacio de los negocios privados en la economía, permitiendo a estos fijar libremente los precios, concediendo ayudas y facilidades de distinto tipo a los empresarios, extendiendo la autorización para contratar trabajadores a todo el sector no estatal, planteando eliminar 500.000 empleos en el sector público —primera fase de un plan para suprimir más de un millón, el 20% de la fuerza laboral—, estimulando el desarrollo de los trabajadores por cuenta propia y microempresarios, que pasaron de 99.917 en septiembre de 2010 a 496.400 en enero de 2016, representando ya un 10% de la población activa. Estas medidas fueron acompañadas de otras como determinar el salario en función del “rendimiento” laboral, suprimir los comedores obreros, limitar el subsidio de desempleo, la libreta de abastecimiento o los derechos sindicales, etc.
Este viraje en dirección al capitalismo se ha visto enormemente reforzado tras el acuerdo entre Raúl Castro y Obama. Y todo indica que lo será aún más tras este viaje a La Habana. Sin embargo, en un contexto de crisis mundial del capitalismo, de fortalecimiento de las tendencias más especulativas y depredadoras del sistema y de lucha despiadada entre las potencias imperialistas por saquear cada palmo del planeta, el futuro de la isla —si culmina la restauración capitalista en marcha— no será una Cuba soberana con una economía más sólida, moderna e industrializada sino el incremento de las desigualdades sociales y la pobreza y un retorno a la dependencia y sometimiento al imperialismo que caracterizaba a la isla antes de la revolución de 1959.
Los planes imperialistas para restaurar el capitalismo en Cuba y recuperar la iniciativa en Latinoamérica están avanzando pero la última palabra no ha sido dicha. El agravamiento de la crisis global del sistema y el intento de los capitalistas de hacer pagar sus consecuencias a los trabajadores está intensificando la lucha de clases en todo el mundo, incluidos los propios Estados Unidos como muestra el apoyo de millones de jóvenes y trabajadores a Bernie Sanders. El látigo de la ofensiva contrarrevolucionaria y la experiencia de lo que significa el capitalismo, empujará a las masas a buscar una y otra vez el camino de la lucha y del genuino socialismo. Solo la toma del poder político y económico por la clase obrera en Cuba, Venezuela o cualquier otro país latinoamericano, como primer paso para extender la revolución al conjunto del continente, puede acabar con la expoliación y la miseria y abrir el camino a la liberación social y la lucha por una Federación Socialista de los pueblos de América.
Desde 2010 el gobierno cubano ha ampliado el espacio de los negocios privados en la economía, permitiendo a estos fijar libremente los precios, concediendo ayudas y facilidades de distinto tipo a los empresarios, extendiendo la autorización para contratar trabajadores a todo el sector no estatal, planteando eliminar 500.000 empleos en el sector público —primera fase de un plan para suprimir más de un millón, el 20% de la fuerza laboral—, estimulando el desarrollo de los trabajadores por cuenta propia y microempresarios, que pasaron de 99.917 en septiembre de 2010 a 496.400 en enero de 2016, representando ya un 10% de la población activa. Estas medidas fueron acompañadas de otras como determinar el salario en función del “rendimiento” laboral, suprimir los comedores obreros, limitar el subsidio de desempleo, la libreta de abastecimiento o los derechos sindicales, etc.
Este viraje en dirección al capitalismo se ha visto enormemente reforzado tras el acuerdo entre Raúl Castro y Obama. Y todo indica que lo será aún más tras este viaje a La Habana. Sin embargo, en un contexto de crisis mundial del capitalismo, de fortalecimiento de las tendencias más especulativas y depredadoras del sistema y de lucha despiadada entre las potencias imperialistas por saquear cada palmo del planeta, el futuro de la isla —si culmina la restauración capitalista en marcha— no será una Cuba soberana con una economía más sólida, moderna e industrializada sino el incremento de las desigualdades sociales y la pobreza y un retorno a la dependencia y sometimiento al imperialismo que caracterizaba a la isla antes de la revolución de 1959.
Los planes imperialistas para restaurar el capitalismo en Cuba y recuperar la iniciativa en Latinoamérica están avanzando pero la última palabra no ha sido dicha. El agravamiento de la crisis global del sistema y el intento de los capitalistas de hacer pagar sus consecuencias a los trabajadores está intensificando la lucha de clases en todo el mundo, incluidos los propios Estados Unidos como muestra el apoyo de millones de jóvenes y trabajadores a Bernie Sanders. El látigo de la ofensiva contrarrevolucionaria y la experiencia de lo que significa el capitalismo, empujará a las masas a buscar una y otra vez el camino de la lucha y del genuino socialismo. Solo la toma del poder político y económico por la clase obrera en Cuba, Venezuela o cualquier otro país latinoamericano, como primer paso para extender la revolución al conjunto del continente, puede acabar con la expoliación y la miseria y abrir el camino a la liberación social y la lucha por una Federación Socialista de los pueblos de América.
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