La humanidad está siendo empujada a un callejón sin salida. Las guerras imperialistas con su reguero de destrucción y muerte, la represión contra millones de refugiados que llegan a Europa y son internados en campos de concentración, los ataques a nuestros derechos democráticos o la devastación del medioambiente, por citar sólo algunos ejemplos, muestran la barbarie que se extiende por el planeta. Todo ello mientras existe tal abundancia de riqueza y de tecnología, de medios materiales, que sería perfectamente posible garantizar una existencia digna a la mayoría de la población.
Mientras esta realidad nos golpea, los gobiernos que aceptan la lógica del capitalismo, ya sean abiertamente de derechas o se llamen “socialdemócratas”, nos imponen una política de recortes sociales brutales, desempleo crónico, precariedad y desigualdad sin precedentes.
Hablan de “democracia” pero lo cierto es que una minoría de privilegiados, que nadan en el lujo más obsceno, son los que deciden. Lo llaman democracia pero realmente vivimos sometidos a la dictadura del capital financiero.
Sólo el pueblo salva al pueblo
Pero la crisis del capitalismo también tiene otra cara: ha golpeado la conciencia de millones de trabajadores y jóvenes, impulsando una gran rebelión social, huelgas generales y manifestaciones de masas desconocidas en décadas, y que han provocado un giro a la izquierda en numerosos países. La aparición de nuevas formaciones como Syriza y Podemos, la irrupción de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, o el ascenso de Bernie Sanders en EEUU, dan la medida del enorme potencial que existe para transformar la sociedad.
La clase obrera y la juventud constituimos la fuerza más poderosa, y sin nuestro permiso es imposible que nada funcione en la sociedad. Pero esa fuerza necesita de una organización y un programa revolucionario. El capitalismo no se puede transformar a base de buenas intenciones.
La cruda realidad demuestra que la burguesía y los grandes monopolios no están dispuestos a ceder ni un ápice en su afán de acumular beneficios, aunque esto se haga a costa del sufrimiento de millones. A este respecto la experiencia de Grecia es aleccionadora: el pueblo griego puso a Syriza en el gobierno, votó masivamente en un referéndum contra las imposiciones de la troika, pero Tsipras dio la espalda a toda esta fuerza y capituló ante los grandes poderes económicos. Esta opción no era ni mucho menos la única posible. Si el gobierno de Syriza se hubiese apoyado en los trabajadores y la juventud, planteando abiertamente medidas contundentes para poner fi n a la catástrofe que vive Grecia, nacionalizando la banca y los grandes monopolios, y colocando la riqueza de la sociedad bajo el control democrático del pueblo griego, ese ejemplo hubiera despertado una solidaridad inmensa en Europa y en todo el mundo.
Lo que sirve para Grecia también vale para el Estado español. El capitalismo no funciona sobre la base del sentido común, lo lógico o lo beneficioso para la mayoría. Funciona por y para el lucro de los grandes empresarios y banqueros, que son los que realmente controlan las palancas del poder político y del Estado. Si no se rompe con el poder de esta élite privilegiada, que nadie ha votado pero que decide con mano de hierro sobre la vida de la mayoría de la población, los discursos más “progresistas” se vuelven completamente impotentes. La auténtica democracia no puede existir si no va acompañada de justicia social y de igualdad.
Pero una sociedad así —socialista y democrática— no caerá del cielo, será el producto de la organización y de la lucha. Los trabajadores y jóvenes que formamos parte de IZQUIERDA REVOLUCIONARIA, que hemos construido el Sindicato de Estudiantes, que participamos de manera militante en el sindicalismo de clase y en los movimientos sociales defendiendo un programa anticapitalista y socialista, creemos que no debemos conformarnos con votar. Ninguna aritmética parlamentaria puede modificar el plan de la burguesía española y europea de volver a la carga con más recortes, más austeridad, más ataques a nuestros derechos.
Si queremos derrotar a los capitalistas necesitamos la movilización masiva de la población, ocupando las plazas y las calles, profundizando la rebelión social que ha colocado a la derecha contra las cuerdas en estos años, y transformar esta lucha en organización consciente en los centros de estudio, en las empresas y fábricas, en nuestros barrios. Sólo el pueblo salva al pueblo.
• Anulación de la contrarreforma laboral y de la contrarreforma de las pensiones. Jubilación a los 60 años con el 100% de salarios y contratos de relevo para la juventud.
• Prohibición de los desahucios por ley. Parque de viviendas públicas con alquileres sociales, expropiando los pisos vacíos en manos de los bancos, y con alquileres sociales.
• Derogación de la LOMCE y el 3+2. Enseñanza pública digna, democrática y gratuita desde infantil hasta la universidad.
• Derecho a la sanidad digna, gratuita y universal para todos.
• Solidaridad real y concreta con los refugiados: ni cupos ni campos de internamiento. Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIEs.
• Remunicipalización de los servicios públicos privatizados, manteniendo y ampliando las plantillas y respetando los derechos laborales.
• SMI de 1.100 euros y 35 horas semanales sin reducción salarial.
• Plenos derechos democráticos de expresión, reunión y organización. Derogación de la Ley Mordaza.
• Nacionalización de la banca y los sectores estratégicos de la economía, para rescatar a las personas y elevar el bienestar de la mayoría.
• Por el derecho a la autodeterminación para Catalunya, Euskal Herria y Galiza. Por la República Socialista Federal.
¡Únete a IZQUIERDA REVOLUCIONARIA! ¡Es la hora de la organización!
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