En su libro Political Order and Political Decay, Francis Fukuyama afirma que para que un Estado funcione son necesarias instituciones eficientes. Es, además, el desarrollo e implantación de estas instituciones, independientes pero leales, lo que garantiza el respeto a la ley y la responsabilidad de los gobernantes (accountability). Solemos pensar que en Europa, donde tenemos instituciones locales, regionales, federales (en España autonómicas), nacionales y supranacionales (comunitarias), contamos con un orden político disciplinado y eficiente; creemos que el Estado funciona y ciertamente así es. Pero hay barrios como el de Molenbeek, en Bruselas, que, por la falta de instituciones eficientes, entre otras razones, se han convertido en nidos de reclutamiento del Estado Islámico y otros grupos islamistas. Ahí el Estado no funciona omalfunciona, porque apenas existe.
Esta situación, desgraciadamente, no es nueva, sino fruto de un proceso de dejación de funciones por parte de los Gobiernos nacionales en las últimas décadas.
Molenbeek, refiere Matthew Levitt en Politico, es un barrio marginal en el que el nivel de desempleo es alarmante, y la delincuencia común, relacionada con robos y drogas, está a la orden del día. En palabras de la alcaldesa del distrito, Molenbeek es víctima de “la falta de atención e inversión gubernamentales”. A este respecto, no es casualidad que Abdeselam Salah, buscado por los atentados de París del 13 de noviembre, se refugiara en Molenbeek y campara durante un tiempo a sus anchas por sus calles. Tampoco es casualidad que en ese barrio se gestaran los ataques terroristas en el metro y en el aeropuerto de Bruselas que nos conmocionaron esta Semana Santa. Tampoco lo es que Abdelhamid Abaúd, cerebro de los atentados del pasado noviembre en París, se criara en Molenbeek.
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