Quienes elevan a la categoría de texto sagrado una Constitución pactada con los testaferros del franquismo ¿pueden dar lecciones sobre la Asamblea Constituyente de Venezuela?
Quienes modificaron sin siquiera consultar al pueblo esa supuesta inmutable Constitución por imposición de la UE y el capital financiero para asegurar el pago de la deuda ¿están legitimados para opinar sobre los procesos de reforma constitucional de otros países?
¿Qué dirían los medios de comunicación si en el Estado Español un movimiento de oposición desarrollase una estrategia de desestabilización permanente contra el gobierno y el ordenamiento jurídico, con violencia diaria en la calle, con desobediencia a los dictámenes del Tribunal Supremo, con boicot a convocatorias electorales legalmente convocadas, con amenazas de golpes de estado y de invasiones extranjeras?
Quienes aprobaron Leyes de Partidos o mordaza, quienes cerraron periódicos y revistas, quienes condenan a cientos de sindicalistas y activistas sociales, quienes envían a los antidisturbios contra manifestaciones de estudiantes u obreros, ¿tienen legitimidad para hablar de Venezuela?
¿Qué dirían los medios si Rusia apoyase una política de desestabilización del gobierno de otro país y amenazase con una intervención militar si el gobierno de dicho país no acatara sus dictados?
LA MENTIRA Y LA MANIPULACIÓN SE HACEN MÁS FUERTES SI NO SE LAS COMBATE.
Cuando la marea de propaganda y acoso mediático del sistema se despliegan sólo quienes cuentan con la mayor convicción son capaces de afrontar el combate ideológico y de resistir la tentación de plegarse al “consenso social” del discurso dominante.
La debilidad ideológica de la supuesta izquierda se traduce antes o después en políticas cobardes. Algunos y algunas hace tiempo llenaban su boca, sus escuelas universitarias y sus redes sociales con loas al proceso bolivariano y al llamado “Socialismo del siglo XXI”, utilizándolo para tratar de desacreditar al marxismo-leninismo. Hoy pliegan velas y prefieren ponerse de perfil, criticando sólo los excesos más groseros de la oposición filofascista venezolana y el imperialismo yanqui, pero desmarcándose de los bolivarianos.
¿Alguien cree aún que quienes tanto temen la pérdida de votos por la presión mediática van a movilizar al pueblo o a sus bases en defensa de la soberanía del pueblo venezolano?
Por su parte, el dogmatismo suele acabar pudriéndose en la inacción. Parece que ahora muchos descubrieron que la isla de Utopía no está en Venezuela. Pensar que los procesos históricos son blancos o rojos es antidialéctico, y por tanto antimarxista. La barricada de Venezuela no enfrenta hoy a revolucionarios y reformistas. El enfrentamiento es entre un proceso que, con todas sus contradicciones y defectos defiende la soberanía nacional y los intereses del pueblo trabajador, y una reacción que defiende los intereses de la burguesía y el imperialismo.
LA NECESIDAD DE UN FRENTE ANTIIMPERIALISTA
El Imperialismo yanqui y europeo está siendo derrotado en Siria, pero el Imperialismo nunca acepta su derrota. Cambia de escenario, de objetivos, de instrumentos… Después de una década de reveses en América Latina las oligarquías locales y el imperialismo de EEUU y la UE trabajan sin descanso para recuperar su hegemonía en el continente. Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela … Detrás vendrán otros.
Venezuela es hoy uno de los escenarios principales de un combate global. A largo plazo la lucha es entre el Socialismo y la Barbarie. A corto plazo, entre el Imperialismo y la clase obrera y los pueblos del mundo. En esa guerra no todo es perfecto ni poético. Pero tampoco hay espacio para la ambigüedad, para la equidistancia ni para posiciones “ni-nis”. Quien no distingue entre agresor y agredido acaba siendo cómplice de la agresión.
El Imperialismo no va a detenerse en su espiral destructiva de miseria, odio y guerras. Nosotros y nosotras tampoco nos detendremos en nuestro esfuerzo por unir a todas las fuerzas anti-imperialistas en un gran frente contra el imperialismo y la guerra, una necesidad histórica urgente.
Nuestra capacidad seguramente sea aún modesta. Nuestra convicción sobre dicha necesidad es absoluta.
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