El
Estado español ha desencadenado todo su aparato represivo para parar
el referéndum del 1 de octubre: suspensión de facto de la
autonomía, traslado de miles de policías antidisturbios a
Barcelona para evitar el 1-O, prohibición de actos, confiscación de
material político y de papeletas, amenazas a los medios de
comunicación, registros en instituciones y el intento de registro a
la sede de la CUP, procesamientos de cargos públicos, calificación
de las manifestaciones como sedición o rebelión que suponen penas
de prisión... Esta batería de medidas represivas que supone un
estado de excepcionalidad, no solo va contra el Gobierno catalán o
el Parlamento, ni siquiera contra el sector del pueblo que quiere la
independencia: el ataque del estado es contra todo el pueblo catalán
y por extensión, contra el resto de pueblos del estado. Al pueblo
catalán porque le niega el derecho a la soberanía y a decidir, al
resto de pueblos porque la represión que hoy se ejerce contra
Cataluña mañana será contra quien lo cuestione. Así lo entiende
cada día más gente en todo el Estado, que por eso también reprime
Madrid o Zaragoza prohibiendo actos y permitiendo la impunidad de los
grupos fascistas. Si el pueblo catalán decide, los otros seguirán
el ejemplo, no sólo por cuestiones nacionales, sino también
sociales y la Monarquía tiene los días contados. Si por el
contrario es el sido quién aplasta el movimiento, esta misma
violencia será una amenaza permanente para los y por las
trabajadoras y los pueblos del estado.
Bajo
la fachada democrática del estado, ya enmohecida por el paso de 40
años, aparece cada vez más nítido el viejo aparato franquista, el
del España “una, grande y libre”, la de las prohibiciones, la en
connivencia con la extrema derecha. La llamada Transición del
franquismo, fue la superposición de las instituciones de democracia
formal y el reconocimiento – porque no tenían más remedio - de
las libertades arrancadas en las luchas en la calle. Por eso, 40 años
después, el dilema se vuelve a situar entre reforma o ruptura, entre
Monarquía y República, entre derecho de autodeterminación e
imposición a los pueblos, y otros muchos deseos democráticos y
sociales que quedaron vendidos en el 75-78. Lo que hay en juego es la
continuidad del régimen del 78, el que Franco dejó “atado y bien
atado”.
Lamentablemente
los mismos que, desde las filas de la izquierda legalizaron la
transición y la Monarquía, el PSOE-PSC y el PCE-PSUC, nos
impusieron la bandera monárquica y dejaron sin juicio los crímenes
del franquismo y en las cunetas a miles y miles de personas
asesinadas, entregaron los derechos de los y de las trabajadoras en
lucha a los Pactos de la Moncloa... hoy apoyan a la represión o
cuestionan el referéndum, porque dicen que no hay garantías! ¿Qué
garantías quieren en este régimen pudrido? la única garantía es
la calle. Y ahora como hace 40 años PSC e ICV arrastran también las
direcciones de CCOO y UGT.
Sectores
importantes del pueblo catalán ha respondido masivamente en la calle
en defensa de nuestras libertades. Pero el gobierno, los tribunales,
la policía y la Guardia Civil se lo juegan todo para impedir por la
fuerza el referéndum. Solo la entrada en escena de la clase
trabajadora y la juventud con sus herramientas de lucha puede abrir
una salida. No podemos confiar que la burguesía llegue hasta el
final en la defensa de los derechos democráticos: solo hay que ver
el posicionamiento de la gran patronal. Hay que levantar el
instrumento más importante que tiene la clase obrera catalana: la
huelga general. El primer ejemplo han sido los estibadores que se
niegan a avituallar barcos donde se alojan policías. También ha
sido muy importante las huelgas estudiantiles convocadas esta semana.
Sobre la mesa ya hay la convocatoria de una huelga general a partir
del 3 de octubre, que será imprescindible no sólo contra la
criminalización del referéndum sino también para responder de la
situación represiva que no se acabará el 1-O.
Sin
la implicación de la juventud y la clase trabajadora con sus métodos
de lucha en su pulso con el Estado no habrá República catalana. Y
además, lo que queremos no es cambiar una bandera por otra sino
cambiarlo todo de raíz y por eso hay que tomar la iniciativa. No hay
liberación nacional sin liberación social. La República abre las
posibilidades de construir una nueva situación, para revertir los
recortes y las privatizaciones... que ha aplicado también el
gobierno de JXS: es una nueva oportunidad para recuperar el que no
tendríamos que haber perdido nunca y avanzar ninguno una república
de los y de las trabajadoras.
Hay
que garantizar el referéndum desde bajo, con comités por barrios y
localidades que organicen la defensa urna a urna para hacer posible
una participación masiva e impedir la represión policial. El éxito
del 1 de octubre depende de todos y todas nosotros y de nuestra
capacidad de organizarnos.
Huelga
general a partir del 3 de octubre, revisable cada día, como
respuesta a la represión del estado, por el derecho a la
autodeterminación del pueblo catalán. Apoyémosla con resoluciones
desde los centros de trabajo y estudio, desde asambleas, secciones
sindicales, comités de empresa, y todo tipo de entidades: para
reclamar a todos los sindicatos, también a CCOO y UGT que la
convoquen.
Lucha
Internacionalista
26
de setiembre de 2017
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