Las "Ciberguerras" pueden ser llevadas a cabo no sólo por Estados u otras organizaciones terroristas, sino también por entidades civiles y pacíficas, para difundir la verdad frente a las tergiversaciones del Imperio.
Singularmente, desde el Partido Demócrata norteamericano están centrando sus ataques a Trump en las eventuales conexiones de su campaña electoral con los hackers rusos, más que en su xenofobia o su negacionismo del cambio climático (aunque también). Quizá pretenden así buscar la complicidad de representantes del derechista Partido Republicano reviviendo una guerra fría que ya ganaron hace 25 años.
En el fondo de esa campaña está la denuncia por la eventual interferencia de Rusia en las elecciones norteamericanas, mediante filtraciones y manipulaciones a través de Internet. Y pasan por alto que Estados Unidos ha estado interfiriendo y manipulando en múltiples países desde hace décadas, primero a través de medios convencionales y después también a través de Internet (curiosamente, recientemente hemos sabido que los recortes de gastos exteriores que propone Trump afectan a las millonarias subvenciones a la oposición en Cuba y Venezuela). Claro que esa hipocresía no nos puede extrañar cuando vemos a la primera potencia nuclear, y la única que ha usado armas nucleares contra ciudades, protestar porque otros Estados se doten de dichas armas (jugando además a la tergiversación de llamar "pruebas nucleares" al lanzamiento de misiles balísticos sin armas nucleares).
Curiosamente, las primeras denuncias contra Rusia vinieron al atribuir a hackers rusos el origen de la filtración difundida por Wikileaks de correos electrónicos que demostraban la parcialidad de la dirección del Partido Demócrata en favor de Hillary Clinton y contra Bernie Sanders. Es decir, les acusaban de haber difundido una información verídica, podríamos decir, parafraseando a Al Gore, una verdad inconveniente.
Porque precisamente la credibilidad de Wikileaks radica en que difunde información verídica. Tanto es así que han acusado de revelar secretos a sus fuentes, como Chelsea Manning, finalmente liberada in extremis por Obama.
Y es que precisamente lo singular de las "Ciberguerras" es que pueden ser llevadas a cabo no sólo por Estados u otras organizaciones terroristas, sino también por entidades civiles y pacíficas, que en muchos casos lo que hacen es difundir la verdad frente a las tergiversaciones del Imperio, como las que pretenden presentar como héroes democráticos a sus títeres violentos en Venezuela. En ese contexto, no puedo menos que hacer mía la recomendación final de un artículo de la revista Time del 29 de mayo sobre el hackeo de la democracia: decir la verdad. Ésta es, en efecto, nuestra arma definitiva en la ciberguerra en marcha.
En el fondo de esa campaña está la denuncia por la eventual interferencia de Rusia en las elecciones norteamericanas, mediante filtraciones y manipulaciones a través de Internet. Y pasan por alto que Estados Unidos ha estado interfiriendo y manipulando en múltiples países desde hace décadas, primero a través de medios convencionales y después también a través de Internet (curiosamente, recientemente hemos sabido que los recortes de gastos exteriores que propone Trump afectan a las millonarias subvenciones a la oposición en Cuba y Venezuela). Claro que esa hipocresía no nos puede extrañar cuando vemos a la primera potencia nuclear, y la única que ha usado armas nucleares contra ciudades, protestar porque otros Estados se doten de dichas armas (jugando además a la tergiversación de llamar "pruebas nucleares" al lanzamiento de misiles balísticos sin armas nucleares).
Curiosamente, las primeras denuncias contra Rusia vinieron al atribuir a hackers rusos el origen de la filtración difundida por Wikileaks de correos electrónicos que demostraban la parcialidad de la dirección del Partido Demócrata en favor de Hillary Clinton y contra Bernie Sanders. Es decir, les acusaban de haber difundido una información verídica, podríamos decir, parafraseando a Al Gore, una verdad inconveniente.
Porque precisamente la credibilidad de Wikileaks radica en que difunde información verídica. Tanto es así que han acusado de revelar secretos a sus fuentes, como Chelsea Manning, finalmente liberada in extremis por Obama.
Y es que precisamente lo singular de las "Ciberguerras" es que pueden ser llevadas a cabo no sólo por Estados u otras organizaciones terroristas, sino también por entidades civiles y pacíficas, que en muchos casos lo que hacen es difundir la verdad frente a las tergiversaciones del Imperio, como las que pretenden presentar como héroes democráticos a sus títeres violentos en Venezuela. En ese contexto, no puedo menos que hacer mía la recomendación final de un artículo de la revista Time del 29 de mayo sobre el hackeo de la democracia: decir la verdad. Ésta es, en efecto, nuestra arma definitiva en la ciberguerra en marcha.
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