Todos los golpes de estado y los intentos de golpe
de Estado, por sí y en sí mismos, son guerras civiles de pequeña
escala; tienen ganadores y perdedores. Mientras que las consecuencias
del conflicto, el destino de los perdedores, y la forma en que se
reformará el régimen dependen principalmente de la ideología y las
intenciones del ganador, lo primero también es contingente sobre el
carácter de los medios que pusieron un fin al conflicto. Si lo único
que suprimió la insurrección del 15 julio fueran movilizaciones
lideradas por una masa democrática, nuevos vientos democráticos
revolucionarios podrían estar ahora soplando en el país.
Lamentablemente, eso no es lo que sucedió; el intento de golpe se
desinfla y es finalmente suprimido como resultado de conflictos e
intrigas entre los órganos del estado. Las minorías islamistas
radicales que tomaron las calles cuando la derrota de los partidarios
del golpe se había vuelto más o menos evidente en la noche del
intento de golpe, así como aquellos que se reúnen en las plazas, en
los días siguientes no son más que masas de gente que el sector
soberano llamó a las calles de arriba hacia abajo con el fin de
asegurar el apoyo popular para sus propios planes. Por desgracia,
estas masas están lejos de ser los garantes de la democracia a pesar
de todas las afirmaciones contrarias del AKP y el Presidente.
A diferencia de lo que los liberales hubieran
esperado, guerras civiles o luchas del tipo y magnitud similares a la
que hemos visto son rara vez seguidas por un período de paz. Lo que
realmente sucede es que los ganadores, incluso aquellos que ganan
control temporario, comienzan a buscar y llevar a cabo planes para
aplastar las otras partes y, si es posible, para purgarlos
físicamente. Esto es en realidad lo que Erdogan está haciendo en
este momento y lo que seguirá haciendo. Sin embargo, la magnitud del
terror que [Erdogan] está implementando se extiende mucho más allá
de simplemente poner en la mira a los partidarios de Gülen. Es
imposible que las decenas de miles de personas cuyos nombres figuran
en las listas que claramente se habían preparado anteriormente sean
todos partidarios de Gülen; de hecho, los propios nombres revelan
que las listas incluyen ultranacionalistas, así como otros
disidentes del AKP. O sea, la purga y el aumento de la represión se
extienden como un reguero de pólvora.
Sería ingenuo esperar que este reguero de pólvora
no queme a la clase obrera. Presenta una oportunidad caída del cielo
para la burguesía agrupada en torno al AKP, la que quiere limpiar lo
que queda del movimiento obrero independiente. Queda allanado el
camino de caracterizar cualquier intento de sindicalización,
cualquier huelga o resistencia, o incluso la acción de trabajadores
democráticos como una extensión de terrorismo de FETO (Organización
terrorista Gülenista) o como defensa del golpe. En este sentido el
bonapartismo está fortaleciendo sus argumentos políticos e
ideológicos, y sus dispositivos administrativos y se deja en claro
que si esto último sigue siendo insuficiente, poderes a favor de [la
ley de] Sharia podrían movilizarse. Por ejemplo, el gobierno, por
temor a la posibilidad de que la insuficiencia de sus fuerzas de
policía, ya había expresado su intención de aliviar los requisitos
de control de armas que permiten a civiles a portar armas con
licencia.
Sin embargo, otro terreno en que la ola de purgas
servirá se refiere a la distribución del botín de la "victoria".
¿Quién va a llenar las decenas de miles de puestos que les quitan a
los militares, la burocracia, grupos ocupacionales, empresas, etc.?
¿A quién se le dejará ganar las subastas; qué empresas podrían
cambiar de manos y a quién serán dadas? Es importante recordar que
mientras que los partidarios de Gülen constituyen un solo
movimiento, ocupan un espacio considerable en la administración y la
economía y son muy leales a su líder, Erdogan está rodeado por una
confederación de movimientos en una escala más pequeña. Como está
ejemplificado con los grupos de Gül, Arınç y Davutoğlu, la
personalidad del presidente ha demostrado ser insuficiente para
unificar estos movimientos de menor magnitud. En este estado de
cosas, una purga administrativa podría servir como una solución
temporal; sin embargo, los conflictos y rupturas que podrían surgir
durante la distribución del botín y las posiciones vacantes entre
los que lo rodean a Erdogan, podría llevar a un debilitamiento e
incluso a la disolución de la confederación. No es necesario
decirlo, Erdogan trataría de hacerse cargo de estos posibles
conflictos y rupturas futuras mediante la realización de una nueva
purga contra el terrorismo. No olvidemos que la llamada burguesía
"secular y liberal" podría, en cualquier momento, caer
también bajo esta etiqueta de terrorista.
Ya se ha hecho evidente que esta ola de purgas y
represión llevada a cabo bajo la conducción de Erdogan no puede ser
detenida por un posible "frente por la democracia" entre
sectores que van desde los nacionalistas a los socialdemócratas, la
izquierda liberal, dirigentes sindicales y socialistas reformistas.
De hecho, este "frente" no estuvo a la altura de sus
principios. Cuando los tanques aparecieron en las calles, estos
sectores optaron por permanecer en casa y ver las actualizaciones en
la televisión en lugar de salir a la calle para defender la
democracia y la soberanía del Parlamento. Lo que es más, tenían un
deseo mortal de que el golpe derrocara Erdogan, aunque estaban
intelectualmente y discursivamente contra el golpe. Hubo algunos que
incluso trataron de legitimar su actitud llamándola la "línea
de conducta responsable". Dejaron las calles libres a los
partidarios Erdogan y el frenesí islamista. Si un frente compuesto
de varios sectores con diferentes posiciones de clase e intereses no
pudo ser movilizado en contra de un intento de golpe, ¿cómo podemos
esperar que resista contra un gobierno "legítimo" que
puede establecer fácilmente todos los mecanismos de estado en
movimiento? ¿Y con qué medios "democráticos"?
El proceso en curso es claramente un conflicto de
clases. Algunos sectores de la burguesía apoyan el "terror
constitucional" con la esperanza de compartir una parte del
botín. Aquellos que se han integrado en la economía mundial,
mientras se sienten avergonzados por el estado de la democracia
frente a la UE y los EE.UU., no obstante se encogen de miedo y tratan
de gestionar sus empresas en las condiciones actuales. Los sectores
de la pequeña burguesía, que se pusieron en un frenesí de rabia
debido a los efectos de la crisis y que ahora tienen una oportunidad
real de obtener posiciones y hacerse ricos, están listos para purgar
cualquier trabajador por debajo de ellos, cualquier progresista
laico, cualquier socialista o revolucionario, y cualquier
organización revolucionaria y democrática incluyendo los
sindicatos. Estos sectores tienen un líder y todo lo que necesitan
es una señal de él. Algunos ni siquiera esperar esa señal y ya han
estado tratando de establecer su propio orden en los barrios y
ciudades.
Lo que falta ahora es la dirección de la clase
obrera. Los trabajadores no necesitan frentes democráticos de
carácter indefinido. En cambio, necesitan una dirección sólida,
decidida y valiente, que pueda movilizar a las masas, que declare que
una revolución política y un resultante gobierno de los
trabajadores son las únicas condiciones para el establecimiento de
la democracia en Turquía, al mismo tiempo que lucha por esta misma
causa, y es consciente del hecho de que sólo puede construirse
dentro y desde las movilizaciones de masas. Los socialistas deben
trabajar sin cesar hacia este objetivo en vez de buscar a quien
culpar por la situación negativa actual. ¿Si no es ahora, cuando?
Muhittin Karkın
Militante de Lucha Internacionalista
20 julio 2016
Comentarios
Publicar un comentario