UGT | jueves, 25 de enero de 2018
En un país que crece a ritmos superiores al 2% desde hace varios años, donde aumentan los beneficios de las empresas y se reparten cada vez más dividendos, y donde también crecen los salarios de los altos directivos y las retribuciones de los consejeros, resulta fundamental que también crezcan los salarios de los trabajadores y trabajadoras para que a su vez la riqueza que se crea se reparta más equitativamente.
Venimos defendiendo las razones de este incremento salarial. En primer lugar, ese crecimiento es necesario que esté basado en la previsión de la inflación, unida a la introducción de cláusulas de garantía salarial, para no perder de nuevo poder adquisitivo. A la vez, consideramos imprescindible que los salarios crezcan para ir recuperando un poder adquisitivo perdido durante la crisis; solo así podremos decir de verdad que la recuperación empieza a llegar a todos.
Pero, para que eso sea así, además vamos a poner especial atención en todas aquellas personas que menos ganan, que más han padecido y aún están sufriendo los efectos de la crisis. Cabe recordar que nuestro país tiene en la actualidad miles de trabajadores y trabajadoras que se mueven, pese a estar empleados, en el umbral de la pobreza.
Antes de finalizar 2017 conseguimos un acuerdo para el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que se situará en 2020 en 850 euros por 14 pagas o en 990 euros por 12. Pero no es suficiente. En la negociación colectiva vamos a pedir a la patronal un aumento del salario mínimo en convenio hasta los 1.000 euros. Hace unos meses el presidente de la CEOE reconoció que con 800 euros es imposible llegar a final de mes, motivo más que suficiente para llegar a ese aumento que, como mínimo, permitirá avanzar y ayudar al mismo tiempo a muchas familias.
Aumentar el poder adquisitivo es bueno para todos, ya que la confianza de los trabajadores y trabajadoras también iría en aumento. Además, ello nos llevaría a aumentar la demanda, el consumo, la productividad y, en consecuencia, el crecimiento.
Nos encontramos ante una negociación colectiva clave para saber hacia dónde quiere ir nuestro país en los próximos años. Y solo mejorando las condiciones laborales podemos encaminarnos hacia un objetivo común: decir que vivimos en un país digno. Es el momento de eliminar la precariedad y la temporalidad que se ha instaurado en nuestra sociedad, que además rige buena parte de los empleos en la actualidad.
En este ámbito tenemos que combatir especialmente la desigualdad laboral, desde la brecha salarial hasta las oportunidades de promoción profesional. No podemos tolerar la diferencia de salarios entre hombres y mujeres, que en nuestro país se sitúa en una media del 25%, pero tampoco podemos admitir la desigualdad en las opciones en los ascensos laborales o simplemente en las condiciones de trabajo.
Los trabajadores y trabajadoras sufren cada vez más las consecuencias de una reforma laboral que con el paso de los años sigue haciendo mucho daño. Es momento de discutir también en la negociación colectiva las condiciones de trabajo. Aspectos como la jornada laboral, la prevención de riesgos laborales o la salud laboral, la formación de los empleados y empleadas, entre otros, deben convertirse en el eje de nuestra negociación.
La negociación colectiva es, sin duda, fundamental en el reparto de la riqueza y para recuperar los derechos perdidos.
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