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Teófilo Stevenson / Muhammad Alí, el combate perfecto



El tren de la memoria
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En fechas recientes hemos sabido del fallecimiento del cubano Teófilo Stevenson (1952-2012) víctima de una cardiopatía isquémica con tan solo 60 años. Para situarnos ante el personaje, cabe decir que en el deporte cubano hay muchos héroes populares y nombres destacados, pero pocos tan queridos por la gente de la calle como Teófilo Stevenson, el mejor boxeadoramateur de todos los tiempos, dueño de una “derecha de cemento” con la que noqueó a una buena porción de rivales en las más de 300 peleas que ganó a lo largo de sus 20 años de carrera, iniciada en un ring de provincias de la ciudad oriental de Las Tunas cuando tenía 14 años.

Tres veces campeón olímpico –no asistió a Los Ángeles (1984) cuando aún estaba en buena forma debido al boicot de los países del bloque socialista- y otras tres campeón mundial, un récord difícilmente superable que le convirtió en rey absoluto de los pesos pesados en los años setenta. Pero a Stevenson, quizá se le recuerde tanto por su espectacular currículum como por haber rechazado ofertas millonarias para pasar al boxeo profesional, y uno de los combates más esperados durante la década de 1970, fue el que pudiera enfrentarle a Muhammad Alí, pero nunca llegó a celebrarse, o sí…

“Sería fenomenal como profesional” –opinaba un extasiado Don King a finales de los años ochenta. “Tiene la misma clase que Alí [Muhammad Alí o Cassius Clay] y que Frazier”. El comentario tenía su razón de ser, no sólo en la admiración del siempre atento promotor boxístico, sino en el interesado empeño por organizar hacia 1978 una serie de cinco combates de tres asaltos cada uno entre el campeón mundial amateur Teófilo Stevenson y el campeón mundial profesional Muhammad Alí, en distintas ciudades de los Estados Unidos y en diferentes días, con un árbitro internacional, y si algún campeón noqueaba al otro, la serie concluiría. Es fácil imaginarse; en plena ‘guerra fría’ entre los bloques occidental-capitalista liderado por Estados Unidos, y oriental-comunista liderado por la Unión Soviética; el cartel de la velada del combate estelar Clay-Stevenson, que obviamente se hubiera denominado como “la pelea del siglo” “o de los siglos”, pasados y venideros. Alí tenía entonces 36 años y Stevenson 26.

Stevenson era apuesto, hablaba inglés y tenía todos los requisitos para ser el sucesor de Alí: buena estatura, magnífico juego de manos y piernas, demoledora pegada y la misma clase de carisma que tenía Alí. Incluso tenían un cierto parecido físico. Aquélla también era la mejor época de tres de los mejores campeones del peso pesado: Muhammad Alí, Joe Frazier y George Foreman, quienes exhibían sus mejores condiciones y también comenzaban a ganar bolsas millonarias nunca antes vistas.

En Cuba, el Presidente Fidel Castro mostró su interés en que se materializara la idea, y puso como única condición para que se realizara el combate que Stevenson no perdiera su estatus amateur. Pero tanto la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA) como Don King y el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) rechazaron esta propuesta cubana, por lo que el montaje de la pelea se cayó. De cualquier forma, Stevenson ya había dejado claras sus motivaciones al respecto, quizá con la intención de disuadir a quienes creían tentarle para, como diría Pablo Milanés, ‘pisar tierra firme’: “No cambiaría un pedazo de la tierra de Cuba por todo el dinero que podrían darme”, afirmó Stevenson poco después de ganar el oro en Múnich’72. “¿Qué es un millón de dólares en comparación con el amor de ocho millones de cubanos?”, preguntó una vez cuando fue abordado por cazatalentos del boxeo profesional. Muy probablemente, el editor de la revista norteamericana Sports Illustrated, pensaba en todos estos detalles cuando, a raíz de la conquista de uno de sus campeonatos mundiales, le dedicó una portada a Stevenson con el título “Antes Rojo Que Rico”.

El propio Stevenson reconoció este proyecto en unas declaraciones al diario oficial cubano “Granma”, publicadas el 19 de febrero de 1989: “Me preparé mucho, con mucho entusiasmo y dedicación para enfrentarme a Clay, a quien consideraban un buen rival para mí, y con el cual incluso había opiniones divididas sobre el posible vencedor”. “Alí ha dicho varias veces que habría sido un empate y yo también lo creo. Me hubiera gustado pelear contra él, porque era un boxeador muy técnico, como mis rivales favoritos. En 1978, estuvimos cerca de organizar una pelea, pero no se llegó a un acuerdo”, señaló.

Stevenson visitó a Alí en Estados Unidos y fue su anfitrión en las visitas que realizó la leyenda estadounidense, ya enfermo de Parkinson, a La Habana en 1996 y 1998, para donar medicinas. En un mensaje tras conocer el fallecimiento del cubano, Alí manifestó: “siempre recordaré el encuentro con el gran Teófilo en su Cuba natal” (…)”Aunque nunca peleó profesionalmente, haber ganado tres medallas de oro en tres Juegos Olímpicos diferentes garantiza que él habría sido un enemigo formidable para cualquier otro campeón de peso pesado reinante o cualquier retador en su mejor momento” (…) “Él fue uno de los grandes de este mundo, y a la vez fue un hombre cálido y abrazable. Que descanse en paz”.

Que Stevenson y Alí tenían ideas propias es un hecho. Uno desoyó los cantos de las sirenas con la tentadora figura del dólar; mientras que el de Louisville, Kentucky, al mismo tiempo que iba creciendo como deportista se fue ligando a la lucha de la minoría negra y al sector radical de los musulmanes la “Nación del Islam”. Incluso adoptó un nuevo nombre, Mohamed Alí, denunciando que su apellido Clay había sido impuesto a sus ancestros por los amos esclavistas. Llegó incluso a perder la licencia para boxear y el título mundial de los pesos pesados porque se negó a sumarse a las tropas que invadieron Vietnám, y entre sus amistades se encontraba el dirigente negro Malcom X.

Extraño artículo éste –digo yo-, pues trata del encuentro que nunca se llegó a producir de dos campeones en un ring, o tal vez sí…, porque lo cierto es que ambos púgiles ‘sólo’ llegaron a intercambiar algunas fintas en una tarima de La Habana en 1998 en uno de los viajes de Ali a Cuba en misión humanitaria. Después del escarceo, Stevenson y Alí se abrazaron y quedó plasmado un sentimiento de admiración mutua y amistad. “Fueron encuentros muy bonitos. Los dos habíamos esperado esos momentos durante muchísimos años”, así describía Stevenson su relación con Alí en una larga entrevista reproducida por la revista Bohemia.




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