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"MI PENSAMIENTO SIGUE VIGENTE" MARGOT HONECKER




Por: Claudia Farfán M.
Fue una de las mujeres más poderosas de la órbita soviética, pero hoy Margot Honecker camina por las calles de La Reina como una simple vecina. Justo cuando se cumplirán 20 años de la caída del Muro de Berlín y el fin de la RDA, indagamos sobre la vida en Chile de la otrora influyente primera dama. Una cosa está clara: aún reivindica el régimen que encabezó su marido, Erich Honecker.
Margot Honecker decidió usar una antigua blusa color gris con tenues brillos para la celebración que la esperaba esa tarde del miércoles 7 de octubre pasado. La prenda estaba casi intacta en su clóset, pese a que muchas veces la había lucido antes de la caída del Muro de Berlín. Por unos segundos, frente a un espejo de su actual residencia en La Reina, el tiempo retrocedió más de dos décadas y ella se vio a sí misma vestida como en su época de esplendor. Pero el reflejo mostraba a una mujer de 82 años de edad, que se preparaba para festejar en Chile los 60 años que habría cumplido la República Democrática Alemana.
Salió de su casa en el condominio Andalué pasadas las siete de la tarde. Con paso ágil y una postura erguida, poco frecuente para alguien de su edad, se despidió de algunos vecinos con la usual amabilidad con que siempre los trata. Menos suerte corrieron los periodistas que también la esperaban ese día, en las afueras de su vivienda, a quienes ella ni siquiera divisó mientras abandonaba el lugar a bordo de un auto.
Cuando uno le hace preguntas, esta mujer de 82 años sonríe con simpatía, pero nunca deja de mirar con desconfianza. Algo de eso proyectaba la mañana del jueves 1 de octubre, mientras caminaba por su barrio, e insistimos en conversar con ella. -¿Existe alguna buena biografía suya en Alemania? -¡No, ninguna! Todo lo que se ha dicho allá ha sido malo.
A diferencia de los tiempos en que era la primera dama de la RDA, Margot Honecker iba sin guardaespaldas. Y en contraposición a lo que ocurría en Berlín Oriental en esos años, cuando sus discursos eran televisados ante millones de alemanes, esta vez la cita era muy íntima, en una sencilla casa de Ñuñoa que pertenece a Marta Friz, una antigua militante comunista chilena que fue amiga entrañable de Gladys Marín. Friz y los otros 25 invitados estaban ahí para agradecer la solidaridad que recibieron en la ex RDA mientras vivieron su exilio. En su mayoría, eran profesionales y dirigentes intermedios del PC y del PS.
En el encuentro, Margot Honecker estuvo relajada. Como pocas veces logra hacerlo mientras está en una reunión social. Sabía que ninguno de los presentes le enrostraría aquella imagen de implacable primera dama y ministra de Educación que le atribuían sus detractores de la RDA y que para ella es un temor con el que ha vivido los 17 años que lleva en Chile. Porque está consciente de que su nombre aún desata una resistencia profunda entre miles de alemanes.

Sin guardaespaldas ni chofer, la ex mujer fuerte de la RDA lleva una vida solitaria en Santiago.
Pero esa tarde del 7 de octubre, sólo recibió elogios. Una de las presentes alabó incluso la blusa de color gris que ella conservaba de sus años en el poder. Margot esbozó una tenue sonrisa. Y pocos minutos después sorprendió a los invitados con una cerrada defensa del gobierno socialista que encabezó su marido Erich Honecker. En un pausado español, leyó el discurso que había preparado y que en una de sus partes principales dice: "Todo lo logrado (en la RDA) no se puede borrar ni negar, eso permanece no sólo en la memoria, sino que hay una juventud que reflexiona al respecto y que dice: debemos construir otra sociedad; como fue aquel tiempo".
Durante estos años en Chile, ella se ha cuidado mucho de no emitir opiniones políticas. Pero esta vez quiso dejar claro que seguía firme en sus convicciones, a pesar de haber transcurrido casi 20 años desde aquel 9 de noviembre de 1989 en que cayó el muro que dividía a las dos Alemanias y que significó para ella y su marido -ya entonces destituido de la jefatura de Estado- iniciar un largo y definitivo destierro.
El silencio de Margot
Margot Honecker lleva una vida solitaria desde que se radicó en Santiago en julio de 1992. Ha optado por salir lo menos posible del refugio inexpugnable en el que convirtió su casa en La Reina, en la cual ha vivido estos 17 años. Primero, tomó los resguardos necesarios para no exponer en público a su marido. Y después de la muerte de Erich Honecker, en mayo de 1994, se mantuvo inflexible en su decisión de tener un bajo perfil público.

Erich Honecker, el hombre que gobernó la RDA durante 18 años, junto a su mujer en 1993.
Jamás ha dado una entrevista. Nunca, a pesar de las muchas veces en que los periodistas han tratado de conmoverla aduciendo largas horas o días de espera en las inmediaciones de su condominio. En esos casos, su carácter suele ser tan inflexible como sus convicciones políticas. Aunque a veces, muy escasas veces, puede mostrar cierta consideración.
Ocurrió el pasado lunes 28 de septiembre, a las 11:30 de la mañana. Margot Honecker se bajó rápidamente del radiotaxi que la traía del supermercado Lider, situado en Príncipe de Gales con Padre Hurtado, a sólo dos cuadras de su casa. Pese a su avanzada edad, sorprende la agilidad con que se mueve. Cuando se dio cuenta de que la esperamos, corrió para no ser interceptada en la calle. Sin embargo, en el portón de entrada, repentinamente se detuvo.
-Señora Margot, ¿leyó la carta que le dejamos hace unos días pidiéndole una entrevista?
-Sí, la he visto. Yo les he escrito una carta también, pero está en alemán. Espere un momento, que la voy a traer.
La señora Honecker habla un español difícil de entender. Se muestra amable. Deja las bolsas con las compras en el antejardín y entra a su casa. Su promesa, sin embargo, cae en el vacío. No vuelve a aparecer. Envía su carta con el conserje de la comunidad.

http://www.quepasa.cl/articulo/19_1203_9.html

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